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Domingo, 9 de febrero de 2003

EL BAúL DE MANUEL

El Baúl I y II

 Por Manuel Fernández López

SALIDAS
Los “inventarios” son las mercaderías producidas y aún no solicitadas por los compradores. Para los vendedores son una inversión de capital. El vendedor que no tiene inventarios no vende, y no gana. El que tuviera en inventario todas las mercaderías que se producen siempre vendería, pero a un costo tal que no ganaría u operaría a pérdida. ¿Hay un punto medio en que la composición de los inventarios refleje la proporción en que la gente pide productos? Si pudiera saberse cuál será el próximo pedido de cada cliente, y no hubiera demoras de entrega, el comercio no necesitaría inventarios, pues a cada pedido de un cliente se respondería con un producto recién recibido del mayorista. Que el cliente no obtenga el producto no se debe a no poseer dinero para comprar, sino a que el producto falta. James Mill (1808) escribió que el dinero que recibe toda una población constituye el medio de compra de la totalidad de su producción: “La producción de mercancías es la única y universal causa de la creación de un mercado para las mercancías producidas... Los medios de pago colectivos de toda una nación consisten en su producto anual... El poder de compra se mide exactamente por su producto anual... Una de las partes (del producto anual) se emplea en comprar la otra”. Su hijo, John Stuart, mejoró la formulación de la “ley de las salidas”: “todo aumento de producción, si tiene lugar en las proporciones que dicte el interés de los particulares, es o constituye su propia demanda”. Juan Bautista Say, de cuya obra Tratado de Economía Política (1803) se celebra mundialmente el bicentenario, no tenía mucha idea de lo anterior. En el capítulo 15 (libro I) sobre “Las salidas”, escribió: “Uno sólo puede comprar lo que ha producido”, y “El producto del uno constituye el medio de comprar el otro”. Recién en la 2ª edición (1815), y acaso después de leer a Mill o cambiar ideas con Ricardo, Say añadió: “Un producto creado ofrece, desde ese mismo momento, un mercado para las demás mercancías, por el total completo de su valor”. Aquellos economistas (Mill 1, Mill 2, Say, Ricardo) no tenían en cuenta otro destino del dinero obtenido por los oferentes de trabajo: el ahorro. A más ingresos mayor ahorro, y no todo el ingreso que se genera produciendo se destina a gastar. A menos que se suponga que los trabajadores consumen la totalidad de su salario y los empleadores ahorran la totalidad de su ganancia.

PERROUX CUMPLE CIEN
Cuando el profesor François Perroux (1903-87) visitó la Argentina, me tocó presentarlo, el 6 de agosto de 1965, en el aula magna de nuestra Facultad de Ciencias Económicas. Me pareció adecuado vincular nuestra formación cultural con las ideas francesas, por aquello de que la Argentina se había hecho con capital inglés y libros franceses. Estaba entonces de moda el enfoque de las etapas, y escribí un pequeño ensayo sobre “Las etapas del desarrollo de nuestra Escuela de Economía”. Mientras yo hablaba, Perroux, que era sordo como una tapia y usaba auriculares, se había interesado por el tema, y acaso buscando adivinar si yo hablaba a favor o en contra, me acercaba su auricular casi hasta mi cara, lo que causaba gran hilaridad entre los asistentes. Las ideas de Perroux me atraían, por su enfoque de las relaciones económicas a la manera de Prebisch o de Emmanuel, como desigualitarias, de dominación; también era prometedora la noción de “polo de desarrollo”. Incluso inicié acercamientos para hacer un posgrado en su Instituto de Ciencias Económicas Aplicadas, adonde trabajaba un argentino, Moisés Ikonicoff, ante quien me recomendó Hernán Aldabe. Ni por asomo imaginaba entonces que al cabo de casi cuatro décadas, lo estaría recordando en estas líneas. Perroux había nacido en Lyon, estudió en el Collège de France con Etienne Antonelli, y luego enseñó allí, de 1955 a 1973. Su formación y vínculos con la escuela de Lausanne no determinó sus enfoques como creador. Más bien, fue crítico de la teoría del equilibrio y algo afín conel institucionalismo. Entre sus obras más importantes se cuentan los libros La Valeur (1943), Théorie générale du progrès économique (1956), La coexistence pacifique (1958), L’Economie du XXème siècle (1969), Aliénation et Société Industrielle (1970), Pouvouir et Economie (1973), Unités actives et mathématiques nouvelles. Révision de la théorie de l’équilibre général (1975) y A New Concept of Development (1983). Entre los artículos, abrieron nuevos rumbos “Espacios económicos: Teoría y aplicación” (1950) y “L’équilibre des unités passives et l’équilibration générale des unités actives” (1978). Sus temas y aportes giraron en torno del “efecto dominación”, la dinámica de la desigualdad y la teoría del poder económico, elaborados tras la revolución keynesiana, el insumoproducto, la programación y la teoría de juegos.

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