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Domingo, 1 de junio de 2003

E-Cash de lectores

Rumbos
La renovación de depósitos en los bancos y la masiva concurrencia de votantes al acto eleccionario han hecho pensar a más de uno que, superado el mal momento, la sociedad se ha reconciliado con los políticos, con los banqueros y con los demás responsables de la debacle. Me temo que se trata de uno más de los tantos análisis superficiales, carentes de inocencia, que pululan por algunos medios. Parece, más bien, que una bronca vigilante subyace en el humor ciudadano y que si bien han prevalecido en estas elecciones el instinto de supervivencia y la urgencia por recuperar un mínimo de institucionalidad, la gota que haga rebalsar nuevamente el vaso puede caer en cualquier momento. Y hablando de agua, no hay más que oír los tremendos y justificados insultos de los santafesinos para comprender que no sólo ellos están con el agua al cuello. De paso, no habría que olvidarse tampoco de los que siguen contaminando el planeta. Volviendo al tema, la gran dispersión de los votos es también un síntoma de la disconformidad social y las intensas sesiones de cosmética electoral a las que se han sometido recientemente algunos candidatos, un claro reconocimiento de que, aunque no mucho, algo de eso intuyen. En fin, todo parece indicar que lo que ha desaparecido es el voto bronca, pero la bronca, no. ¿Cómo sigue entonces la historia? Lo que sí hay que saber es que, en cualquier caso, la fiesta no puede repetirse, porque ya no quedan joyas de la abuela que vender, ni giles que nos presten. Algunas verdades reveladas por el neoliberalismo, tan en boga en los últimos años, tampoco nos iluminarán el camino con su antiguo esplendor, ni nos servirán de mucho las recomendaciones de los otrora respetables economistas mediáticos, siempre tan a tono con el discurso del poder. Las relaciones carnales, por su parte, parecen a esta altura un tanto obscenas, por lo que sería deseable un prudente período de abstinencia. Pese a todo, seamos optimistas, desde su flamante sucursal en Buenos Aires, el FMI aún nos guía.
Francisco Jorge Martínez Pería
Abogado

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