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Domingo, 24 de junio de 2012

ENFOQUE

Contra natura

 Por Claudio Scaletta

La alianza contra natura entre el bloque agromediático y el moyanismo refleja varios aspectos de la economía y la política local que merecen ser destacados. El primero es que al citado bloque cualquier colectivo, camión para el caso, lo deja bien. Su orfandad política es tan grande que no duda en aliarse con los sujetos que hasta ayer denostaba. Para la vieja oligarquía en general, y para las corporaciones en particular, el sindicalismo reivindicativo que representaba el moyanismo siempre fue la vereda de enfrente. Sin embargo, si de intentar dañar al actual modelo económico se trata, no duda en tragarse su odio de clase y ensayar la palmadita y la sonrisita cómplices. Finalmente, algunas cosas se usan y se tiran, patético lugar para una porción del movimiento obrero que, en su momento, enfrentó la oleada neoliberal a la que adhirieron muchos de sus compañeros. Triste destino de borrar con el codo lo trabajosamente escrito durante los noventa.

Pero si se sigue el modo de razonar de un economista clásico, barbado, que luego de comparar las diferencias entre dos entidades se preguntaba por aquello que tenían en común, pueden iluminarse algunos rincones de la realidad, subjetivos y objetivos.

- En el plano subjetivo, la primera identidad entre el moyanismo y el bloque agromediático es la carencia de escrúpulos. Aunque existan discursos simplificadores que afirmen lo contrario, en política no vale todo. El aglutinante del enemigo común tiene patas cortas en materia de beneficios comunes, más entre sectores antagónicos por naturaleza. Y lo que vale para entidades rurales y moyanismo también corre para las siempre despistadas sectas de izquierda, que apoyaron a los grandes propietarios rurales en 2008 y hoy se suman a sus adversarios más acérrimos, “traidores de clase”, la burocracia sindical.

Objetivamente las identidades son por lo menos dos.

- La primera es que, a ambos lados de la igualdad, se encuentran poderes corporativos. El bloque agrario fue cuestionado como corporación desde siempre. A su propio decir, campo, Iglesia y Ejército son anteriores a la Patria. La corporación mediática logró sortear con éxito décadas de democracia como fiscal de la República y recién comenzó a ser interpelada a partir de 2008. El poder sindical también fue cuestionado como corporación al menos desde 1945, pero muchos de sus excesos fueron naturalizados por la sociedad. Nadie parece rasgarse las vestiduras por las ingentes fortunas personales de los trabajadores que alcanzan algún nivel de representación en sus respectivos gremios. Las obras sociales sindicales son grandes empresas privadas, con usuarios cautivos, que enriquecen desproporcionadamente a sus gerenciadores. Un dato de color: en los niveles altos el Learjet, sanitario para uso propio, es el medio de transporte interurbano por excelencia. El enquistamiento de los dirigentes en sus organizaciones los convierte en propietarios del gremio-empresa hasta el punto de que las jerarquías se vuelven hereditarias.

- La segunda identidad objetiva, la que en la hora genera más simbiosis, es el frente común antitributario. A nadie le gusta pagar impuestos, aunque finalmente sea el costo de vivir en sociedad. Sin embargo, a pesar de las limitaciones sistémicas, si se pagan muchos impuestos es porque se tienen muchos ingresos. Uno de los logros del moyanismo, en los que se asentó su construcción de poder, fueron las mejoras salariales para los trabajadores de su gremio. Camioneros se benefició no sólo por la pérdida de relevancia del ferrocarril durante los ’90, sino especialmente por el fuerte crecimiento de la post convertibilidad. Ello explica que el titular de un sindicato de servicios llegara a la conducción de la CGT. Los camioneros son hoy la “aristocracia obrera”, como en otros tiempos se llamaba a los conductores de locomotoras de La Fraternidad. Son quienes reciben los salarios más altos de su clase. Y como se sabe, con los mayores ingresos aparecen preocupaciones nuevas. Ya no sólo el salario, sino el pago de impuestos directos.

Llegado este punto, como se escuchó en los últimos días y se escuchará en los próximos, aparecen las argumentaciones técnico-asépticas que corren al Gobierno por izquierda. La reforma tributaria es una de las tantas cuentas pendientes de la actual administración. No se entiende que un gobierno popular mantenga algunas exenciones en Ganancias que sería muy fácil eliminar, como lo es el remanido caso de la renta financiera o que mantenga privilegios de casta, como las exenciones de que gozan los poderes Judicial y Legislativo, que gozan de salarios que multiplican la media. Menos válido parece el argumento que sostiene que el salario no puede ser considerado ganancia, una simple deformación semántica, pues ambos son ingresos, que es lo que grava Ganancias con una alícuota proporcionalmente creciente, lo que lo transforma en un impuesto progresivo por antonomasia. Es esperable que, en la dirección en que avanza, el gobierno de CFK corrija las inequidades y mantenga la progresividad. Pero si alguien cree que esto es lo que defiende la movilización conjunta que impulsa el próximo miércoles el moyanismo junto al bloque agromediático, se equivoca de cabo a rabo

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Imagen: Pablo Piovano
 
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