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Domingo, 19 de septiembre de 2004

CONTADO

Es la gestión, estúpido

 Por Marcelo Zlotogwiazda

Así como Bill Clinton tuvo razón cuando con la ya célebre frase “its the economy, stupid” explicaba que lo fundamental para ganar su primera elección era la economía, el gobierno de Néstor Kirchner está tomando conciencia de que el éxito de las políticas económicas dependen tanto de su diseño y orientación como de su ejecución. En otras palabras, el Gobierno se está dando cuenta de que una mala gestión puede arruinar hasta el mejor plan. Los problemas de gestión están cotidianamente presentes en las conversaciones y enojos de la gente que rodea al Presidente, como se comprueba al conversar con cualquiera de ellos. Además del tema de la inseguridad, la preocupación por las fallas de gestión se centra en dos ministerios: el de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios y Desarrollo Social, aunque para ser justos con Julio De Vido y Alicia Kirchner hay que tener en cuenta que se trata de dos de las reparticiones con más dificultades para transformar voluntad en resultado y deseo en realidad.
Una de las formas posibles y sencillas de medir los defectos de gestión es a través de la ejecución presupuestaria, es decir de la proporción de los recursos disponibles que se utilizan. Y los números oficiales a los que accedió esta columna demuestran que esos dos ministerios son de los que menos aprovecharon el dinero de sus partidas. Tremendo pecado en un país urgido de obra pública para generar empleo y sostener la recuperación económica y de programas sociales para atenuar el drama de la pobreza.
Hasta el día 12 de septiembre el ministerio de De Vido ha ejecutado menos de la mitad (el 46 por ciento) del crédito que tiene vigente por un total algo mayor a los 5000 millones de pesos. La subejecución es especialmente llamativa en los rubros Transporte y Agua Potable, y aunque los números mejoran bastante en Vivienda y Vialidad, el saldo no es acorde al que debería registrar un gobierno que hace de la obra pública una de sus banderas keynesianas. En realidad, lo que cabría esperar es precisamente lo contrario: que el uso completo, rápido y eficaz de los fondos sea la precondición cumplida que preceda una fuerte presión por ampliación de partidas. Aunque demorados, al menos los funcionarios del área se han dedicado en las últimas dos semanas a acelerar lo más posible los llamados a licitación para recuperar terreno perdido y acallar las quejas de la Casa Rosada.
Algo similar sucede en Desarrollo Social, donde sobre un crédito de 2640 millones de pesos se llevan gastados menos 1200 millones. Una situación que un gobierno que declama la inclusión social como una de sus prioridades puede explicar sólo desde cierta incompetencia para gestionar.
No obstante, el Ministerio de Planificación y en particular las partidas destinadas a obras de infraestructura sobresalen entre los más agraciados por los aumentos previstos en el proyecto de Ley de Presupuesto para 2005, bajo el convencimiento de que el año próximo los responsables sabrán exprimir al máximo lo que les asignan. El proyecto finalmente contempla un superávit primario inferior al pretendido por el Fondo Monetario y los acreedores privados, pero superior en más de un punto porcentual del PBI al que figuraba en el Presupuesto aprobado para 2004. Sumando el de la Nación y el de las provincias, el excedente es casi equivalente al 4,25 por ciento del PBI que en su momento comprometió Lula da Silva para Brasil, y que tanto cuestionaron los kirchneristas por muy elevado. En realidad, durante algunos meses de este año el fisco consolidado de la Argentina registró excedentes no sólo mayores al 4,25 por ciento de Brasil sino incluso casi llegando a los niveles record de Turquía.
Y no hay que olvidar que una comparación homogénea entre la Argentina y Brasil debería considerar las siguientes tres cuestiones:
Si a los respectivos superávit primarios se los mira en proporción a la recaudación, en lugar de compararlos con los PBI de cada país, el porcentaje de la Argentina aumenta en relación con el brasileño, dado que aquí se recauda menos.
Los ingresos fiscales brasileños cuentan con la recaudación previsional que la Argentina deriva a las AFJP, lo que subestima el esfuerzo argentino.
Brasil cuenta con importantes excedentes proporcionados por sus empresas estatales, especialmente Petrobras.
Por razones de imagen política, Kirchner y Lavagna prefieren no hacer alarde de los superexcedentes, aunque tampoco se muestran demasiado apurados por reducir los sobrantes, ya sea aumentando el gasto o bajando impuestos. La situación llevó a algunos economistas a preguntar con cierta lógica: ¿qué sentido tiene hacer el sacrificio fiscal si la culpa los empuja a esconderlo y eso les impide cosechar los beneficios? Beneficios que, según ese razonamiento, se podrían traducir en un mejor “clima de negocios”, en “mayor confianza” y en una relación mucho más aceitada con el FMI.

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