Domingo, 27 de diciembre de 2009 | Hoy
DEBATE › ESTRATEGIAS POLITICAS Y SOCIALES EN LA LUCHA CONTRA LA POBREZA
Por Marta Bekerman *
Desde mediados de los ’70 la economía argentina muestra una tendencia creciente al aumento en las disparidades de los ingresos. Si bien esto pudo ser revertido durante el último quinquenio, la tasas de desigualdad y pobreza actuales muestran niveles altos cuando se las compara con los registros históricos. La extensión de las asignaciones por hijo para los desocupados y para los trabajadores informales es, sin duda, un paso importante para aumentar sus ingresos y asegurar el acceso a ciertos bienes para los sectores más excluidos de la sociedad.
Pero en una perspectiva de más largo plazo tal vez sea importante retomar los conceptos de Amartya Sen para quien la pobreza es la resultante, más allá de la privación de ingresos, de la imposibilidad de alcanzar un nivel mínimo de capacidades. Por eso, Sen vincula el desarrollo con la expansión de las libertades reales de las personas. Es decir, con la formación de sujetos sociales con suficiente autonomía como para dar fuerza a nuevos proyectos de vida.
¿Y como se logra, según Sen, esa expansión de las libertades? A través del desarrollo de capacidades, es decir de aquellas funciones que permiten ejercer dichas libertades. ¿Cuáles son los mecanismos que, al restringir la expansión de las capacidades de la población, generan desigualdad? Algunos estudios muestran que la pobreza en Argentina, como en América latina, no está vinculada a la escasez de recursos sino que es un reflejo de la distribución deformada de los activos generadores de ingresos. Dentro de estos activos juega un rol muy importante el capital humano debido a la creciente brecha salarial entre las personas de mayor y menor calificación.
Esto plantea que para asegurar el éxito de largo plazo de las políticas públicas que buscan reducir la pobreza y la fragmentación social se debe, no sólo elevar los ingresos de los sectores más pobres sino, sobre todo, aumentar sus activos disponibles para generar sobre ellos procesos de transformación. Esto implica ligar las políticas de transferencias de ingresos con el logro de mejoras efectivas en los niveles de capital humano. Desde el punto de vista de los niños receptores de esos ingresos esto implicaría promover su educación asegurando, no sólo su asistencia a clases, sino también la calidad de las escuelas involucradas. Desde el punto de vista de los adultos, o sea la generación actual, requeriría también mejorar sus activos, tanto los vinculados al capital humano (a través de la educación formal e informal), como al capital físico (a través de su acceso al crédito) y al capital social (desarrollo de redes que puedan facilitar una acción colectiva para el beneficio común).
Transferir activos puede resultar mucho más difícil en términos de esfuerzos que transferir ingresos. Pero el desafío es lograr que las transferencias de ingresos puedan convertirse en generadoras de activos. Y esto debería ser acompañado por políticas que aumenten la demanda de esos activos a través de planes de crecimiento de carácter inclusivo.
* Investigadora de la UBA y del Conicet.
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