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Domingo, 15 de julio de 2012

DEBATE › EL MíNIMO NO IMPONIBLE

Agendade la igualdad

 Por Alejandro Robba *

Es indispensable enmarcar la discusión sobre el mínimo no imponible de ganancias cuarta categoría, tanto en términos de la etapa del modelo económico (de la macro a la sintonía fina), como en el contexto de la crisis internacional.

Respecto de la crisis, los países centrales están inmersos desde hace años en un proceso de estancamiento y recetas de ajuste que impiden su salida, donde es impensable discutir salarios, ya que el desempleo es lo único que aumenta, paralelamente a la pérdida de derechos laborales y sociales.

Este año, Argentina –que sigue teniendo los indicadores de desarrollo humano más altos de Sudamérica– desacelerará su crecimiento respecto del bienio anterior debido al impacto que tiene la caída de la demanda externa en nuestras exportaciones, particularmente a Brasil, país cuyo crecimiento estimado para este año es del 2 por ciento.

Por eso, eliminar el mínimo no imponible, es decir, realizar una quita de impuestos a los trabajadores de mayores ingresos de la pirámide salarial en esta etapa del ciclo económico de menor superávit fiscal no sería oportuno, ya que se restarían recursos para continuar con las políticas de sostenimiento de la demanda agregada (planes de vivienda, inversión pública, protección social) que impactan sobre un universo mayor: trabajadores de ingresos bajos, informales y desempleados.

No obstante, la discusión sobre cuál debería ser el piso a partir del cual empezar a tributar, hacer más progresivo el escalonamiento de las alícuotas y revisar las excepciones, es apropiada y se enmarcaría dentro de este período de sintonía fina del modelo económico que incluye las leyes de tierras y del peón rural, el control estatal de YPF, la reforma del BCRA, el programa de vivienda Procrear.

A su vez, que más trabajadores estén por encima del mínimo habla bien del modelo económico: ha sido consecuencia de la disminución del desempleo y del aumento del salario real, mejorando la distribución del ingreso, que está alcanzando niveles que se acercan a los mejores de la historia argentina.

No obstante, se abre un debate muy interesante y es que todavía los niveles salariales presentan mucha heterogeneidad, lo que resiente la solidaridad y la igualdad de clase. Que la fuente de ingresos sea el trabajo no es razón para no tributar. Es socialmente justo que los trabajadores del tope de la pirámide salarial paguen impuesto por sus ingresos –tanto o más que un cuentapropista que, muchas veces, gana menos que muchos empleados formales–, porque es una de las formas que tiene el Estado de redistribuir ingresos hacia los que menos tienen y así igualar para arriba.

Los trabajadores formales de salarios medios y altos son actores sociales que han sido construidos por el propio modelo de desarrollo y que en los primeros años de este siglo peleaban defensivamente por volver a tener trabajo. Llegó la hora de avanzar en una reforma fiscal que grave ciertas rentas hoy no alcanzadas y que, paralelamente, discuta cómo se achica la brecha entre trabajadores de altos y bajos ingresos.

La agenda de la igualdad debe contener, además de la progresividad tributaria donde el impuesto a las ganancias es central, el aumento del salario y las jubilaciones mínimas, la eliminación del trabajo informal y la provisión de bienes públicos universales y de calidad, denominados salario indirecto (salud, educación, transporte, justicia, vivienda, derechos humanos, infraestructura, cultura).

La solidaridad debe primar por sobre los intereses sectoriales, aun dentro de los trabajadores, porque todavía faltan muchos argentinos por incluir, desempleados, informales o con ingresos bajos, que aspiran a que el fifty-fifty también los alcance

* Economista de la graN maKro y Universidad Nacional de Moreno.

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