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Domingo, 13 de octubre de 2002

AGUSTIN SALVIA SOCIóLOGO, PROFESOR DE LA UCA Y DE LA UBA

“Crecieron las ocupaciones de subsistencia”

¿La caída del empleo fue mayor que lo que marca la encuesta del Indec?
–Claro, el trabajo del Indec está bien hecho, pero por la alta complejidad del mercado laboral hace falta analizar de manera más minuciosa lo qué paso con la calidad del trabajo. Gran parte de los puestos que se perdieron en los últimos cuatro años fueron sustituidos por ocupaciones de subsistencia, que están muy lejos de parecerse a un empleo decente. Nadie puede decir que un cartonero, un vendedor ambulante o una persona que vive del club del trueque tengan un empleo, sin embargo figuran como ocupados. La caída en la calidad del empleo fue más profunda que el mismo aumento de la desocupación.
¿Cómo se dio ese proceso?
–Viene de lejos. La convertibilidad erosionó la industria. El efecto tequila fue un golpe mortal para el empleo formal. Cuando en 1997 y 1998 la economía se recuperó, muchos de los nuevos puestos de trabajo eran precarios. En los últimos cuatro años la recesión destruyó 1,1 millón de empleos: 700 mil eran plenos y 400 mil precarios. Paralelamente creció la población económicamente activa en 1,4 millón de potenciales trabajadores. Si la gente no hubiera optado por los empleos de indigencia, la desocupación sería muy superior al 30 por ciento.
¿En cuánto afectó la devaluación y el corralito?
–El corralito tuvo un efecto devastador. La gente dejó de demandar los servicios que ofrecen los trabajadores precarios. Los condenaron a la indigencia. Incluso, en muchos casos, a ocupaciones ilegales, como la venta de artículos robados y droga. Esas son las tareas más requeridas en los barrios humildes y principalmente en las villas de Capital y Gran Buenos Aires.
¿Hay diferencias entre el deterioro laboral del hombre y el de la mujer?
–Si bien las que perdieron más empleos fueron las mujeres, son las que menos lo sufren. Se adaptan a realizar tareas menos importantes y a empleos de menos calidad. El hombre es menos flexible. En general viene de trabajar en un oficio o profesión durante mucho tiempo y no quiere hacer otra cosa. Tiene una cultura de su trabajo que le duele resignar. Su saber es un capital simbólico; perderlo lesiona su autoestima.
¿Qué pasó con los más jóvenes?
–Sólo consiguen un empleo formal los que tienen diploma profesional. Al resto le cuesta muchísimo emplearse y los que encuentran trabajo deben resignarse a cobrar en negro, no tener estabilidad y recibir un salario muy bajo.

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