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Domingo, 27 de julio de 2014

EL JUICIO EN NUEVA YORK

Renegociar con los buitres

 Por Matías Vernengo *

La deuda externa es vista por muchos en la izquierda como un instrumento de control de los países avanzados sobre los países periféricos, o mercados emergentes que es como nos llaman cuando quieren vender los bonos en los mercados internacionales. Y ciertamente hay algo de verdad en eso. Es la necesidad de comprar bienes de capital e intermedios que imponen, frente a los límites del resultado comercial, la necesidad de endeudarse. O sea, para mantener los patrones de consumo y el nivel de la inversión local es necesario endeudarse para pagar por las importaciones, y después para pagar la deuda misma, claro. Los fondos buitres serían, en ese contexto, simplemente un instrumento más del capitalismo salvaje internacional dispuestos a conducirnos a nuevas formas de coloniaje.

Por eso mismo muchos tomaron como lección del último default, que no hay que endeudarse nunca. Vivir con lo nuestro como fundamento de la política económica. Esa visión extremada llevaría a una autarquía completa, una especie de estrategia norcoreana de desarrollo. Es importante desarrollar la capacidad productiva nacional, sin duda, pero es inevitable que la economía nacional se beneficie de algún contacto con los mercados globales. Sin ir más lejos, nuestra restricción externa en el momento es esencialmente energética, lo que quiere decir que la posibilidad de tomar prestado en los mercados internacionales estaría en función de aumentar el potencial energético de la economía nacional.

Por eso mismo, no hay que perder de vista cuáles son las razones por las cuales la deuda externa puede ser tomada, y los usos que se le pueden dar. Es verdad que muchas veces el país se endeudó sin obtener a cambio ningún beneficio palpable. Pero las deudas, como los animales de Orwell, son todas iguales, pero unas más que otras. Sin duda es conveniente evitar endeudarse en moneda extranjera, una vez que para poder hacer frente a los gastos con el servicio de la deuda, la única alternativa segura es obtener fondos con las exportaciones de productos y servicios nacionales. Por eso mismo una deuda externa que ayuda a estimular las exportaciones, o disminuye las necesidades de importaciones futuras, reduce las necesidades de tomar más deuda en el futuro.

Lo que está en juego en las negociaciones con los fondos buitre es la posibilidad de seguir creciendo. En los últimos tres años, después de la recuperación de la crisis global del 2008 y 2009, la economía argentina esencialmente creció menos por la restricción externa. Los superávit de la cuenta corriente disminuyeron hasta desaparecer, más que nada por el déficit energético resultado de treinta años de falta de inversión y del uso mal manejado de las reservas de gas natural con excesivas exportaciones en los años noventa, cuando los precios eran bajos, y sin previsión de las necesidades futuras de la economía. Las reservas internacionales fueron cayendo junto con la disminución de los superávit de cuenta corriente, y al contrario de Brasil –que tiene déficit en cuenta corriente significativos– las tasas de interés negativas no permitieron la entrada de capitales en la Argentina.

La única forma de seguir creciendo y, por lo tanto, de seguir importando energía sin tener un superávit en cuenta corriente, es reentrando en los mercados de capitales internacionales. De ahí que el Gobierno haya devaluado el peso –creyendo quizás que estimularía las exportaciones, lo que es poco probable– y aumentado las tasas de interés para por lo menos disminuir la fuga de capitales, además de arreglar con el Club de París, para acceder a los mercados internacionales en mejores condiciones.

El arreglo con los buitres puede tener consecuencias graves, y no sería sin costos. Es bien posible que los costos sean mayores que lo que haya que pagarles directamente a los buitres, una vez que los detentores de los bonos que entraron en el canje pueden también demandar mejores términos. Sin embargo, los costos de la alternativa, no negociar y entrar en default son aún más graves. Solo con la retomada del crecimiento en la última década fue posible elevar el ingreso per cápita, aumentar los salarios, y reducir la desigualdad. La inflación más alta, resultado de presiones salariales, y un tipo de cambio nominal más devaluado, hasta hace unos años no fueron traba para que subieran los salarios reales. Justamente es la falta de crecimiento, causada por la disminución de la demanda, que ha impuesto un límite al modelo redistributivo del kirchnerismo.

Para retomar el crecimiento es necesario renegociar con los buitres y evitar el default. Lejos de representar una ruptura del “modelo”, que presupone que lo esencial de los últimos años fue el desendeudamiento externo (debe notarse que por razones políticas se ha permitido que gobiernos provinciales se endeudaran en dólares y que esos pasivos históricamente terminan en las cuentas del gobierno federal), y no el crecimiento con redistribución de ingresos. Lo esencial es que si se evita el default, y se retoma el crecimiento, con entradas de capital para financiar déficit en cuenta corriente, aumentarán las inversiones para reducir la dependencia energética. Eso mejoraría la capacidad de crecimiento, reduciría las necesidades futuras de endeudamiento, y sería más congruente con lo esencial del modelo nacional y popular de desarrollo

* Profesor de Economía de la Bucknell University y de la Maestría en Desarrollo Económico de la Unsam.

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