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Miércoles, 27 de agosto de 2008

TEATRO › DARíO GRANDINETTI, EN EL PROTAGóNICO DE BARAKA

La amistad y sus límites

El actor volvió a juntarse arriba de un escenario con Juan Leyrado, Jorge Marrale y Hugo Arana. La obra elegida, bajo la dirección de Javier Daulte, propone una reflexión sobre los vínculos afectivos, en tono de comedia dramática.

 Por Cecilia Hopkins

Escrita en 2002 por la dramaturga holandesa María Goos, Baraka propone una reflexión sobre la amistad en tono de comedia dramática. Presentada en el prestigioso teatro londinense Old Vic y ganadora de varios premios, la pieza se está presentando en el Metropolitan bajo la dirección de Javier Daulte (autor de Criminal y La felicidad, entre otras) y la interpretación de Darío Grandinetti, Juan Leyrado, Jorge Marrale y Hugo Arana. Baraka es una de esas obras de las cuales no es posible adelantar demasiado las situaciones que plantea para no dejar al descubierto sus costados sorpresivos. Basta con saber que sus cuatro personajes –un político en ascenso, un artista frustrado que comete un ilícito, un director de teatro inescrupuloso y un abogado que retoma su profesión después de pasar una temporada en un neuropsiquiátrico– permiten elaborar una reflexión sobre la amistad y sus límites, sobre el poder transformador del tiempo sobre las personas y sus vínculos. Seguramente que, para no revelar el derrotero de la historia ya desde el vamos, la versión española cambió el título original, Cloaca, por el de Baraka, palabra que en la obra funciona a modo de saludo entre los amigos: “Baraka es un grito de guerra, un modo de encontrarse de estos personajes –aclara Grandinetti en una entrevista con PáginaI12–, pero nosotros supimos que en árabe esa palabra significa fortuna o aliento de vida”, completa.

Del elenco, del que también participa Paula Kohan, sólo Grandinetti y Leyrado habían trabajado con Daulte, cuando el dramaturgo, junto a Alejandro Tantanian, era el guionista del unitario Fiscales. “Los cuatro conocemos su trabajo y nos parece muy creativo –señala el actor–. Pero cuando pensamos llamarlo para que dirigiera este proyecto pensamos que no iba a aceptar porque además de dirigir y escribir sabemos que viaja mucho, porque dirige un teatro (la sala Villarroel) en Barcelona.” Grandinetti considera que, si hay algo distintivo del teatro del autor es el dinamismo que les imprime a todas sus puestas, un rasgo sin dudas definitorio de Baraka.

–El tema de la amistad masculina (igual que el de la femenina) es un clásico del teatro de estos últimos años...

–Sí, pero Baraka no habla de la amistad desde el punto de vista típico argentino, a pesar de que se hizo una versión del texto original. Quiero decir que no es una obra costumbrista que presenta a cuatro tipos que se juntan a conversar entre ellos. Y se nota que está escrita por una mujer: esto se ve en la sensibilidad de los personajes, en la manera en que hablan, en los lazos que establecen.

–¿La obra marca los límites de la amistad?

–Los vínculos afectivos son los que mantienen la relación entre los personajes. Porque a lo largo de la obra, igual que pasa en la vida, queda en evidencia que no quedan muchas cosas en común entre estos personajes. Sin embargo, vamos a ver que la amistad, el afecto que se anuda en cierto momento de la vida, está por encima de las diferencias y se vuelve prácticamente indestructible. Por supuesto que todo tiene un límite: Pedro, mi personaje, cree que no debe trasponerse ese límite. Cree que las amistades de la adolescencia son para siempre, sus amigos son el último tablón de salvación en el naufragio. Pero no se puede profundizar demasiado para no revelar la trama de la obra. Digamos que tiene aspectos emocionales muy al límite, tanto para la alegría como para la angustia. Hay mucha energía arriba del escenario.

–Pedro, su personaje, se adueña –con la venia de sus superiores– de unos cuadros que nadie juzgaba valiosos hasta que ese pintor es “puesto en valor” luego de su fallecimiento. ¿El encuentra justificaciones para lo que hizo?

–Tenemos la costumbre de correr los límites a gusto. Pero Pedro no es ingenuo y sabe que lo que él hizo no está bien.

–De todos modos es un personaje que tiene aspectos loables y que, además, sufre una transformación en su vida...

–Sí, hay un costado de él que tiene que ver con la valoración que tiene del arte, a pesar de haber sido un artista frustrado. Por ser así se rebela ante la burocracia mercantilista y semiculturosa que quiere sacar réditos de un pintor que antes nadie valoraba. Es un costado noble aunque tal vez no honesto. La nobleza y la honestidad, al igual que las palabras legalidad y justicia, son nociones que se parecen pero que no siempre son lo mismo.

–¿Qué rasgo caracteriza a los amigos de Baraka?

–Son tipos que se permiten el humor hacia el otro y hacia sí mismos. Hay un costado muy irónico. Aunque hay muchos momentos en los que la risa del espectador nos sorprende.

–Pedro es el único personaje homosexual del grupo. ¿Cree que esto incide en el grupo?

–Creo que no es determinante porque no influye su condición sexual en la relación con sus amigos. Han compartido muchas cosas y saben cómo es cada uno. Pedro es triste y sensible, ingenioso y muy inteligente. Y tiene un sentido del humor ácido, irónico, a veces, doloroso, un estilo de humor que se podría decir que es muy gay.

–¿Qué personajes le atraen más?

–Cuando me interesa el contexto de una historia. Si me da ganas de hacer un personaje siempre encuentro cosas mías, pero a lo largo de la preparación. De Pedro entiendo la relación que tiene con el arte. También entiendo su costado solitario, el afecto que siente por sus amigos. Pero no me reconozco ni en su angustia ni en su frustración.

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Grandinetti actúa en Baraka, pieza de María Goos que se da en el Metropolitan.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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