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Jueves, 15 de enero de 2009

TEATRO › JUAN PALOMINO Y RAUL RIZZO REPONEN LA TENTACION EN LA COSTA

“Aún somos productores de fascismo”

Los actores reivindican la obra de Pacho O’Donnell porque invita, dicen, a llevar los pensamientos cotidianos a otro nivel de análisis. “Si vamos a discutir la situación del campo, miremos cómo se construyó sobre la base de saqueos a los aborígenes, latifundios y estafas.”

 Por Facundo García

Desde Mar del Plata

Estos dos tipos se salvaron. Por un lado, zafaron de que los molieran a patadas cuando –en pleno conflicto del “campo”– salieron de gira por zonas sojeras y se atrevieron a decir lo que pensaban. Tuvieron, además, la fortuna de esquivar un peligro todavía más grande: el de quedarse en silencio en momentos en que hay que gritar. En 2008 Juan Palomino y Raúl Rizzo no se callaron, y tal vez por eso ahora se los ve reflexionar tranquilos sobre La Tentación, obra de Pacho O’Donnell que han llevado por el país durante tres temporadas y que acaban de reestrenar en la Costa Atlántica.

Un diablito mala leche podría suponer que luego de tantas representaciones no van a tener nada que agregar. Minga: ante la consulta sobre el sentido de continuar con la puesta, responden con los tapones de punta. “La verdad, yo veo ciertos proyectos teatrales nuevos y me dan ganas de preguntarles a los actores de qué carajo están hablando mientras el mundo se incendia”, rompe el hielo Rizzo. Su compañero aporta tranquilidad, confirmando un equilibrio de temperamentos que se intuye durante el espectáculo.

Dirigida por Santiago Doria, La Tentación pone en escena un encuentro entre Manuel Dorrego –que hacia 1827 era gobernador de Buenos Aires– y el embajador inglés Lord Ponsomby, que buscaba convencerlo de firmar una paz desventajosa con Brasil. El contacto entre ambas personalidades dispara una batalla de inteligencias sin cuartel. Así, frente a la intención del diplomático de “liberar” las aguas del Río de la Plata y garantizar para la corona británica el control sobre La Banda Oriental, el argentino opone su antiimperialismo federalista y popular. Y se niega a recibir sobornos. “Esa entereza lo condujo al fusilamiento que ordenó Lavalle, evento pésimamente enseñado en la mayoría de las escuelas, que originó una carnicería y que es un eslabón fundamental para comprender lo que vino después”, refuerza Rizzo.

Tanto él como Palomino deben tener las condiciones actorales bien puestas para persistir en este verano, porque hace poco tuvieron que enfrentar ataques de manifestantes “ruralistas” mientras hacían una gira por Santa Fe. “No importa. Lo que está sucediendo es sorprendente –se mete Palomino–. A pesar de las agresiones, cada vez son más las personas que valoran el hecho de ofrecer una producción que no es de enredos ni bobadas, sino que está sostenida íntegramente por el texto, las actuaciones y la tensión que todavía produce el choque de proyectos para el futuro: uno liberal-aristocrático y otro nacional y popular.”

Asienten cuando se les comenta que una considerable porción del público va a verlos porque espera encontrarse con los personajes de la tele. Palomino devuelve el pelotazo: “Esa es precisamente una de las cosas que hace gratificante estar acá. Generar una sorpresa en el que se acercó por la TV, tirándole ideas interesantes desde un formato que trabaja con lo mínimo. Tenemos, claro, el apoyo del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, que nos permite mantener las entradas a precios accesibles. Nada más. Vamos de ciudad en ciudad con nuestro cartelito y punto”.

–Con una mano en el corazón: ¿les parece que las vacaciones son propicias para encarar temas tan pesados como el imperialismo o los próceres olvidados?

Palomino: –¿Y si no, cuándo? La situación de tener un rato libre es ideal para replantearte cómo vivís y para qué.

Rizzo: –La prueba está en lo que nos está pasando al terminar cada función. Nos esperan, quieren participar y discutir. El teatro es fundamentalmente una respuesta histórica. Cuando se da a la gente la chance de redescubrir esa potencia, se prenden –breve pausa, se enoja gradualmente hasta que le vuelven las palabras–. Supongo que todos estamos cansados de ver personajes a los que les pasan cosas sin contexto, como si lo malo viniera por arte de magia. ¿O vos creés que te sentís angustiado solamente porque en la infancia tu papá te trató mal?

Rizzo y Palomino no se comen ninguna, y eso se paga. En Firmat –provincia de Santa Fe– les hicieron un escrache porque Rizzo había realizado declaraciones contra el dirigente rural Néstor Roulet; quien a su vez había expresado que “el Ejército, la Iglesia y el Campo” eran “las tres instituciones pilares de la sociedad argentina” y que había que volver a ellas.

–¿Cómo juntaron coraje para seguir con una obra que atravesó situaciones tan difíciles?

Rizzo: –La obra no es la que trajo lío. El incidente aquel empezó cuando La Capital de Rosario levantó nuestras opiniones. Estábamos por presentarnos en Firmat y nos hicieron un escrache con tractores y toda la movida. Nos ponían carteles de “función suspendida”, un desastre. Luego tuvimos una entrevista muy áspera con unos señores, y –por más que nos habíamos ilusionado con que ahí se iba a acabar el mal trago– a los cuatro o cinco minutos de comenzada la función un par de mujeres comenzó a increparnos y hubo que parar. El resto de los espectadores pidió que se fueran y seguimos. No obstante, es desolador que hayamos tenido que salir con custodia. Evidentemente aún somos grandes productores de fascismo. En eso estamos en franca reactivación.

Palomino: –Una de las cosas que nos sigue inspirando es la certeza de que está faltando profundidad en el debate. Y La Tentación es un relato que se refiere a instancias fundantes para el país, una invitación a llevar los pensamientos cotidianos a otro nivel de análisis. O sea: si vamos a discutir la situación del campo, miremos cómo se construyó sobre la base de saqueos a los aborígenes, latifundios y estafas. A ver desde qué postura se ubica cada uno.

A medida que levantan temperatura, los compinches contagian entusiasmo. “Tengan por seguro que los que vengan a la sala van a cruzarse con rasgos del presente. En las giras recientes, nosotros vimos cómo varios de los que se hacían pasar por pobres peones les alquilaban la tierra a los pooles de soja y se pasaban el día en un bar. Dorrego se puso en la vereda de enfrente de estos individuos, que procuran disimular que pertenecen a una clase que se vuelve violenta apenas les rozan sus intereses. A veces pienso qué pasaría si agarrara envión la idea de hacer una gran reforma agraria en Argentina. Directamente nos degollarían”, aventura Rizzo.

–Con tanto cabezadura en contra, ¿perdieron la fe en el poder transformador del teatro?

Palomino: –Todo terminaría si no creyéramos fervientemente en el teatro como un lugar de emoción y discusión. Emoción y discusión: ahí tenés dos elementos clave que puede aportar el arte. Las polémicas que tuvimos con los que vinieron a escracharnos fueron intercambios de ideas, pero no pasaron de eso. Nos limitamos a exteriorizar lo que opinábamos y nada más.

–La obra habrá ganado en sentidos e interpretaciones después de los hechos...

Palomino: –Dorrego fue un hombre que empezó a tocar los intereses de estafadores como Agüero, Varela, Del Carril, Rivadavia y toda la caterva de señores de levita que regulaban la especulación financiera y el contrabando. Al que quiera encarar lo mismo hoy le van a querer hacer lo que a Dorrego. Por lo tanto, su sueño es una tarea pendiente. Y esto no vale solamente para Argentina. Mirá a Salvador Allende o a Chávez. Los tildan de dictadores o de populistas porque cuando hay posibilidades concretas de distribución de la riqueza, aparecen los intolerantes. Contra eso es que hace falta rescatar a esos hombres que creyeron que se podía construir un continente con negros, blancos, indios, orilleros, mulatos, y no sólo con ricos.

Rizzo: –Sentidos se ganan permanentemente debido a que la obra nunca da conclusiones cerradas. Ambos protagonistas recurren a argumentos sólidos. Es más, nos ha pasado encontrar a gente que se ponía a favor de Lord Ponsomby, en la línea de “hubiera sido mejor que nos invadieran los ingleses”. En última instancia, es el espectador el que tiene que salir a la calle y meditar qué hace con esa hora en la que quisimos contarle que hace ciento ochenta años hubo un país que se estaba construyendo y fue negado.

* La Tentación se presenta los lunes y martes a las 22 en el Teatro Payró Auditorium de Mar del Plata (Peralta Ramos 2280). Los sábados realiza funciones en Villa Gesell y los domingos rota por distintas localidades de la costa.

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Palomino y Rizzo, en verano. “La situación de tener un rato libre es ideal para replantearte cómo vivís y para qué”, coinciden.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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