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Sábado, 7 de marzo de 2009

TEATRO › JOAQUíN BONET Y UN CICLO PARA VOLVER A VIVIR EL SAINETE

Historias del tiempo de la abuela

En la casona Marcó del Pont se representan piezas de José González Castillo, Roberto Cayol, Luis Bayón Herrera y Alberto Novión, que bucean en los orígenes del costumbrismo. “El mejor homenaje a los autores es mantener el brillo”, asegura el director.

 Por Hilda Cabrera

“Nuestro trabajo es saber hacer; con manejar sólo conceptos no vamos a ningún lado. Hay algo de la experiencia vivida y del territorio que tiene valor único. Y cito una famosa frase del psicólogo y lingüista Alfred Korzybski de comienzos de la década del ’30, el mapa no es el territorio, metáfora que sirve para explicar cómo el lenguaje constituye un mapa, que utilizamos para representar la realidad que percibimos pero no es el territorio.” Joaquín Bonet, actor y director, guionista y director teatral, desconfía del recorte que cada cual hace de la realidad en base a conceptos y prefiere saber hacer. Convocado por Argentores y el Fondo Nacional de las Artes para dirigir un ciclo de cuatro sainetes que se inicia hoy, manifiesta el placer que le produce dirigir obras de los autores José González Castillo, Roberto Cayol, Luis Bayón Herrera y Alberto Novión, quienes dentro del género satirizaron costumbres a través de personajes arquetípicos y populares. Los títulos son El retrato del pibe, El debut de la piba, Entre bueyes no hay cornadas y La historia del año, que se ofrecen con entrada gratuita en la casona Marcó del Pont, construida para esa familia en 1860, en el barrio de Flores, y hoy convertida en centro cultural. Esta no es la única actividad de Bonet, quien continúa con las funciones de los viernes de su obra Testigos (“una comedia casual sobre la causalidad”), en el Teatro del Abasto. Bonet escribe y dirige básicamente teatro, pero crea también guiones para televisión: “El trabajo industrial, el de la tele, lejos de mecanizar, me enfrenta a problemas que debo resolver de inmediato, y éste es un buen ejercicio. Uno sabe que está escribiendo para un determinado formato que le permite jugar pero no innovar. Igual se aprende y disfruta”.

–La televisión acota, ¿y el sainete? ¿Es posible desmarcarse?

–Cuando dirijo, me siento obligado ante el material y frente a los espectadores. Pienso que, ofrecidos así, en esta casa que tiene historia, el mejor homenaje que puedo hacer a los autores es presentar las obras con lo que tienen de brillo original y diversión. No hace falta poner mucho más que buenas actuaciones. Siento que innovar las desvirtúa, y no es mi propósito. Sé que existen preconceptos sobre cómo montar un sainete: se habla de actuación impostada... Eso no me interesa: mi intención pasa por generar un buen espectáculo.

–¿Son las exageraciones que se dan también en el grotesco con los elementos expresionistas?

–Creo que se puede salir de esas estructuras y llamar la atención de manera sutil. Lo importante es entrar en la historia que se cuenta sin recurrir al maquillaje. Sería fácil recargar, impostar... Como en todo material dramático, lo difícil es entrar en las acciones que van a dar movimiento a la obra.

–Especialmente cuando los temas que se tocan no son superficiales, por ejemplo los de El retrato del pibe.

–¡Qué obra!, con una pareja que está en las últimas pero se quiere salvar, como los personajes de El debut de la piba, que están “en nada”. hasta que a uno se le ocurre que su esposa, una señora de su casa, puede salvarlos de la miseria convirtiéndose en tonadillera y llevar a todos de viaje a España. Un proyecto bien bizarro. La mujer es malísima cantando, pero, como siempre, en las situaciones difíciles aparece el tipo chanta dispuesto a embaucar. Es una obra muy bien escrita. Los autores de este ciclo eran gente sólida, con conocimientos sobre cine, poesía, periodismo... Algunos fueron empresarios, como Luis Bayón Herrera.

–Y protagonistas de una época activa...

–De un teatro muy vital, y un cine que se iría consolidando en los años ’30. Estos sainetes cuentan algo de las experiencias de mis abuelos; situaciones que están lejos de las de un teatro solemne o discursivo. Hay miles de formas de hacer teatro, y ésta es una de las que me entusiasman, con personajes populares, de suburbio, a los que me gusta dejarlos ser.

–¿Halla coincidencias en estos autores?

–Las respuestas teóricas se las dejo a Juan Carlos Cernadas Lamadrid, el autor invitado al ciclo. Está programado que ofrezca una introducción al género del sainete y comente cada una de las piezas. Por mi parte, como director, me encontré con autores que sabían usar la pluma y dejaron obras que están entre el lenguaje culto y la expresión directa, un corrimiento que es además una característica del teatro. González Castillo es muy interesante y más poético, pero todos los elegidos son muy apreciados por los dramaturgos Carlos Pais y Ana Ferrer, quienes trabajaron fuerte durante meses organizando el ciclo.

–Los apodos y nombres de los personajes (Churrinche, Rana, Mamerto...) y las situaciones se relacionan con un Buenos Aires que tiene mucho de ficción. ¿Lo sorprende esta atracción de los autores por el lugar en el que vivían? ¿Crearon a su manera un Buenos Aires mítico?

–Cuando uno se mete en los textos de aquella época cree ser testigo, por ejemplo, de cómo era un sábado por la noche en el centro o el suburbio. Es como si hubiera existido un sistema comunicante entre la escritura, el trabajo de los actores y la expectativa del público. A uno lo tienta reconstruir ese Buenos Aires, el morcilleo de los actores, los chistes de los autores –que tenían más o menos mi edad cuando escribieron estas obras– y las reacciones del público que uno imagina participativo. Espero que nos acompañe un clima semejante en este ciclo. La casa Marcó del Pont es muy linda y es muy lindo ofrecer y tomar esta invitación como un viaje a un lugar placentero.

–La última pieza del ciclo, La historia del año, quizás asombre a los desprevenidos...

–Probablemente sí, porque muestra la presión que ejercen los medios sobre la opinión pública. Medios que tratan de convencer a la gente, como si sus editorialistas fueran los dueños de la verdad. Los personajes toman los nombres de los periódicos de la época: La Prensa, La Nación, Ultima hora y La Razón. Se refieren a acontecimientos de 1918, que es cuando se estrenó este sainete, pero las situaciones que se comentan y la intención de imponer a toda costa sus puntos de vista son cuestiones vigentes, y en esta obra no tienen desperdicio.

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Joaquín Bonet dice que “no hacen falta mucho más que buenas actuaciones”.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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