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Jueves, 28 de mayo de 2009

TEATRO › MARAT/SADE, UNA NOTABLE PUESTA EN LA SALA MARTíN CORONADO DEL SAN MARTíN

Cómo reflexionar desde el manicomio

La versión de Villanueva Cosse y Nicolás Costa apela a un sólido elenco para reformular la visión clásica de ambas figuras, en un ejercicio de teatro dentro del teatro que sirve como disparador de pensamientos sobre la condición humana.

El imaginario duelo verbal entre el revolucionario Jean–Paul Marat y el Marqués de Sade (“filósofo del vicio”) en el manicomio de Charenton fascinó a artistas e intelectuales del mundo e incluso se convirtió en teatro de agitación en aquellos países que sufrían censura. Se trata de un enfrentamiento de impacto en los primeros años de la década del sesenta, tanto por la elección de dos personajes que sostuvieron ideas políticas y filosóficas distintas pero profundamente trasgresoras como por el lugar elegido para desplegar tal contienda intelectual: un loquero considerado depósito de la sinrazón, donde –se sabe– permaneció confinado el famoso Marqués tras una de las varias condenas que lo dejó entre rejas. Siendo ésta una pieza de teatro dentro del teatro, el dramaturgo alemán Peter Weiss (nacionalizado sueco) imaginó a Sade escribiendo una obra que actúan los enfermos de Charenton y recuerda el asesinato del revolucionario. Sade, intérprete de sí mismo, es también el apuntador cuando los internados olvidan la letra. Esa desmemoria y confusión es utilizada en la puesta de Villanueva Cosse para definir escenas, como aquella del recitado de Charlotte Corday, asesina de Marat (papel que compone Malena Solda), y las tres monjas que manipulan cómicamente los brazos de la enferma que la representa, atacada de modo repentino por “la enfermedad del sueño”.

Si bien no se desdeñan aquí comentarios sobre la sexualidad y sus violencias, lo central radica en los terrores y distorsiones que producen las revueltas sociales y en los principios de libertad, igualdad y fraternidad pregonados por la revolución burguesa de 1789. Quizá sea ese marco histórico el que propicia una concepción escenográfica que en la sala Martín Coronado tiende a la grandiosidad y facilita el desplazamiento de actores y actrices en las secuencias de conjunto y musicales. La contienda dialéctica se desarrolla en la sala de baños del manicomio, provista de las duchas necesarias para, llegado el caso, someter a los enfermos rebeldes. En ese espacio –compartido con dos tribunas de espectadores– se encuentra Marat sumergido en su bañera, reeditando la imagen que plasmó el pintor Jacques–Louis David, donde se quiso ver –por la inclinación y abandono del cuerpo del jacobino– una estética inspirada en la escultura La Piedad (o Pietà), de Miguel Angel. Lo cierto es que obsesionado por publicar sus panfletos y proclamas, Marat convirtió su bañera en escritorio, pues sólo allí encontraba algún alivio a una entonces incurable enfermedad de la piel. Cuidado por la fiel Simone Evrard (Verónica Cosse), el revolucionario resiste calladamente su dolor físico.

Escrita y estrenada en los primeros años de la década del ‘60, Marat/ Sade alienta una reflexión sobre la condición humana (en tiempos más permeables agitó conciencias) y una apertura de orden estético. Aquí se recurre a técnicas que apuntan en general a la acción física sobre el texto y a la utilización de elementos de la Commedia dell’ Arte, como los relativos a la dinámica del movimiento y la importancia que adquiere la música en el desarrollo de la trama. Con esos códigos y otros aportes técnicos, el hospicio de Charenton (ubicado en las afueras de París) se transforma en pintura de época: allí eran recluidos los enfermos mentales de clase media y alta. El año elegido por Weiss para que los internados recuerden a Marat a través del aristócrata Sade es 1808, cuando los ideales republicanos eran aplastados por el emperador Napoleón Bonaparte y habían transcurrido quince años de la muerte del líder revolucionario (el 13 de julio de 1793). De esta obra se dice que pertenece al teatro total por abarcar asuntos relacionados con el arte y la vida social y política, el ejercicio del poder y los derechos de los ciudadanos, incluidos los que corresponden a los pacientes psiquiátricos.

Uno de los desafíos que enfrenta este espectáculo es no cansar al espectador con diatribas, nada digeribles para el público de esta época, aun cuando también como el de los sesenta acumule motivos para ser drástico. Las diatribas son aquí expresadas de modo incoherente por enfermos rápidamente acallados. El diálogo, en cambio, es privilegio de Sade y Marat, personalidades históricamente simplificadas. Una manera de sortear los desbordes ha sido presentar a estos duelistas reconociendo sus contradicciones sin por eso abandonar sus teorías. Un recurso que incentiva la dialéctica y la actitud crítica en el espectador y que los responsables de la versión (Cosse y Nicolás Costa) impulsan al destacar segmentos reveladores sobre la naturaleza y el ser humano en la naturaleza; la libertad individual y la complejidad del pensamiento; o los dedicados a la liturgia de Marat, a la razón sepultada por la violencia y la falacia de las autoridades.

La muerte –escandalosa siempre– y la locura mixturada con la política son reflejadas con negro humor por un elenco sólido y creativo, integrado por Lorenzo Quinteros (Sade), Agustín Rittano (Marat) y otros intérpretes con oportunidad para desarrollar sus personajes, como Iván Moschner (Monsieur Coulmier, director del hospicio), Luis Longhi (relator), Malena Solda (Charlotte Corday), Verónica Cosse (Simone Evrard), Edward Nutkiewicz (Duperret), Santiago Ríos (el agitador Jacques Roux) y los actores–cantantes Luis Herrera, Julián Pucheta y Sol Fernández López. El elenco es numeroso y demuestra plasticidad en cada uno de los roles, incluso los más pequeños, y en situaciones de amansamiento o insurrección, cuando los enfermos que componen se descubren cuerdos e intentan adueñarse torpemente de un final que seguirá siendo impredecible.

9-MARAT/SADE

(Título abreviado de Persecución y muerte de Jean–Paul Marat representadas por el grupo de actores del Hospicio de Charenton bajo la dirección del Señor de Sade)

Autor: Peter Weiss (1916–1982).

Versión: Villanueva Cosse y Nicolás Costa.

Elenco: Lorenzo Quinteros, Agustín Rittano, Pablo Navarro, Malena Solda, Iván Moschner, Luis Longhi, Verónica Cosse, Edward Nutkiewicz y otros.

Escenografía: Tito Egurza.

Iluminación: Miguel Morales y Tito Egurza.

Vestuario: Daniela Taiana.

Música y entrenamiento vocal: Carmen Baliero.

Entrenamiento corporal y escénico: Diego Starosta.

Letra de las canciones y dirección general: Villanueva Cosse.

Duración: 125 minutos

Lugar: Sala Martín Coronado del Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530, de miércoles a domingo, a las 20.30.

Entradas: 35 y 25 pesos. Miércoles, 20 pesos. Tel. 0–800–333–5254.

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La obra de Peter Weiss encuentra uno de sus grandes aciertos en un elenco impecable.
 
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