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Sábado, 14 de enero de 2006

TEATRO › “DESBARRO”, EN ELKAFKA

Un bolillero para ordenar la obra

Silvia Hilario, directora de la obra, la pensó en cuatro escenas cuyo orden se establece cada noche, antes de comenzar la función y ante el público, con influencias de otros soportes audiovisuales.

Una obra se compone de escenas, unidades mínimas que forman una secuencia que, la mayoría de las veces, responde a un ordenamiento lineal de tiempo y espacio. ¿Qué sucedería si se alterara, azarosamente, el orden de las escenas? Este procedimiento es el que explora Desbarro, una idea de Silvia Hilario –que también es la directora de la obra– que se presenta desde hoy en Elkafka Espacio Teatral (Lambaré 866) todos los sábados y domingos a las 21.

Discípulas de Rubén Szuchmacher, la directora y las cuatro actrices –Emilse Díaz, Eugenia Marcante, Eliana Niglia y Fernanda Pérez Bodria– propondrán cada noche un resultado distinto, alternando el orden de las cuatro escenas que componen Desbarro. Orden que será producto de un sorteo realizado con una máquina luminosa, a vistas del público, antes de dar comienzo al espectáculo. “Yo quería probar este procedimiento –cuenta Hilario– y para eso era indispensable contar con un texto en el que las escenas fueran lo suficientemente amplias para poder curzarse y que el público y las actrices pudieran recomponer la totalidad.” Con esta idea, impregnada de un aire muy propio del Cortázar de Rayuela, Hilario se reunió con Facundo Agrelo, quien escribió el texto, y con Ana Foutel, realizadora de la compaginación sonora que estampó en cada escena un motivo musical.

¿Por qué tal interés en encontrar sentido en el resultado que brinda un procedimiento azaroso? Tal vez por una obsesión primigenia, la de pensar el disco compacto como “una obra en la que uno puede ir armando cómo le gustaría escucharla ese día, poniendo primero el track seis, luego el uno, y así...”, y un poco también por influencia de la cinematografía contemporánea que ya ha explorado en este sentido, en films como Pulp Fiction, Corre, Lola, corre, Jackie Brown, Irreversible o Memento. La posibilidad de realizar un procedimiento de “montaje” también en la escena teatral fue lo que atrapó a Hilario y, una vez internada en la tarea, inevitablemente surgió un tópico: la reconstrucción de la memoria, individual, pero también colectiva.

“Porque el personaje de Ursula tiene una accidente y pierde la memoria”, adelanta Díaz, la actriz que le dará vida a ese rol. Y, a partir de allí, Ursula deberá recomponer su identidad con los recuerdos provistos por sus tres amigas, Carola, Lucía y Mayra: una identidad construida a través de la mirada del otro. Y en esta dificultad que supone la reconstrucción de una memoria perdida, de un pasado escamoteado, “cada espectador podrá, en esa aparente superficie rutinaria y cotidiana, realizar sus propias evocaciones y asociaciones”, dice la directora. “Esta imposibilidad de reconstruir plenamente la memoria es inherente al ser argentino y en la obra eso se va a ver inevitablemente impreso”, concluye.

Sin embargo, más allá de toda posible lectura política, Desbarro es fundamentalmente una obra acerca de la singularidad femenina. Es la historia de cuatro mujeres, amigas de antaño, en búsqueda de un pasado, pero también de su futuro, su destino. “La que pierde la memoria tiene la capacidad de adivinar el futuro –cuenta Pérez Bodria– y anuncia cosas que después irán sucediendo. A partir de ahí empieza un juego. Los personajes se preguntan: ‘¿Sucedió porque lo dijo o lo dijo porque iba a suceder?’”. Y con esta serie de cuestionamientos descubrirán la posibilidad del libre albedrío: “En los cuatro personajes hay una impronta que se repite –dice la directora–, que son las ganas de una posibilidad de cambio; algo debe quebrarse, romperse para que sucedan cosas nuevas. Las situaciones de cambio, de crisis, son intersticios entre lo viejo y lo nuevo. Y uno se plantea: ¿quién soy?, ¿hacia dónde voy?, ¿dónde estoy parada? Son planteos existenciales, aunque no sólo inherentes a la mujer”.

Cuatro mujeres en búsqueda de su identidad, refugiándose, cual adolescentes, en la identificación con la otra. Sin embargo, Hilario las ha construido muy diferentes, como “opuestos complementarios”. Estará Carola (Niglia), la rebelde punk, “la que más se anima a la situación de prueba”; Lucía (Pérez Bodria), la ingenua “con una sensibilidad especial, siempre buscando la verdad de las cosas y sorprendiéndose con sus descubrimientos”; Mayra (Mercante), la “niña inocente, la más esperanzada y romántica, que no desea que nada cambie”; y Ursula (Díaz), que comenzará siendo “muy formal, con un trabajo de oficina, un horario, pero que cuando pierda la memoria se convertirá en otra, con otra energía, con algo más primitivo”, dejando aflorar “su deseo, su verdad”. Todas ellas tomarán vida en los cuerpos de las chicas Szuchmacher (tres de ellas y su directora participaron de Las troyanas, la última versión llevada a escena por este director a partir del texto de Sartre). Y todas ellas también aguardarán a que la sala esté llena para que el azar les dicte, al poner en marcha la ruleta computarizada, cuál será su destino en escena.

Informe: Alina Mazzaferro.

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Las actrices de Desbarro son discípulas de Rubén Szuchmacher.
 
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