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Sábado, 16 de octubre de 2010

TEATRO › ¡MUEVA LA PATRIA!, “LA OPERA CUMBIA ARGENTINA”, DE REGRESO AL ESCENARIO

“Intentar ser profundos sería un error”

Pablo Marchetti, Fernando Sánchez, Javier Aguirre y Eduardo Blanco, responsables de la obra que nació en 2009 y ahora vuelve al Ateneo, remarcan que no buscaron un riguroso recuento histórico. Y señalan al peronismo como hilo conductor.

 Por Facundo Gari

El cuarteto es también responsable de Barcelona: “Estamos contra la ley de medios. Queremos ser monopolio”.

Si a Pablo Marchetti, Fernando Sánchez, Javier Aguirre y Eduardo Blanco se les pregunta por qué deciden expandirse desde la revista Barcelona hacia otros espacios de producción de sentido, el primero de ellos responde: “Estamos en contra de la ley de medios. Queremos ser un monopolio”. “¡Oligopolio!”, corrige el segundo: “Y una vez que estén todos dominados, salir y decir: ‘¡Che, era una joda! ¡Eramos nosotros!’”, al mejor estilo cámara oculta de ese ShowMatch tan mezquino como el actual. Lo de los muchachos es un chascarrillo, claro, pero lo cierto es que el proyecto editorial nacido en 2003, y que recibió el impulso de la revista TXT, de Adolfo Castelo, continúa abriendo la cancha: la publicación de libros (como Ucronías argentinas y El libro negro del Bicentenario) y las emisiones de Radio Barcelona (sábados a las 12 por AM 870) son dos de sus expresiones comunitarias, a las que hay que sumarles las individuales (Aguirre acaba de editar un disco, Cancha rayada; Conjunto Falopa, banda que integra Marchetti, prepara el sucesor de Falopa; y su editorial, Antilibros, anuncia la edición de cuatro volúmenes para antes de fin de año). Además de estas gratas incursiones del clan, enero de 2009 fue testigo de la puesta del musical teatral ¡Mueva la Patria!, “la ópera cumbia argentina”, que el fin de semana pasado regresó a la cartelera metropolitana por ocho funciones, a razón de una por viernes (a las 21) y otra por sábado (a las 23.30) en el ND/Ateneo (Paraguay 918) durante las tres semanas que restan de tropicalísima jarana revisionista. Tras posar para la foto con estatuillas de “porongas” en la redacción de Barcelona, los periodistas ofrecen mate y conceden responder cómo surgió el texto del musical en no más de 140 caracteres, en sintonía con el tema de la última tapa de la revista, en la que a la distancia se lee un estéticamente anacrónico “Twitter o muerte”.

Pablo Marchetti: –Nos une una gran amistad. Fue en el baño de Esperanto.

Fernando Sánchez: –La guita la pone Marcelo Tinelli.

P. M.: –Estábamos tomando merca con Victoria Vanucci.

Pronto, la exasperación que produce la trampa de esa red social hace que se abandone la limitación. Marchetti, uno de los tres directores de Barcelona (junto a Ingrid Beck y Mariano Lucano), toma la posta y reseña en la charla con Página/12 que hace unos quince años él y Sánchez eran respectivamente cantante y tecladista del conjunto Sometidos Por Morgan, cuya “Cumbia del odontólogo” le pone “alegría y sabor” a la masacre doméstica de Ricardo Barreda. “Habíamos hecho esa canción, y una noche estábamos fisura y empezamos a bardear la ópera en el rock, que parece que lo sube a un pedestal”, cuenta. La contradicción salta: un género que se postula rebelde recurre a la solemnidad del drama cantado para ser legitimado como música seria, aporta Sánchez. Marchetti prosigue evocando la lisergia de esa velada creativa: “¡Mirá qué pelotudez! ¡Jua jua jua! Eh, loco, ¿hacemos una ópera cumbia? ¡Eh eh eh!”, hace eco. Y aporta una muestra de aquella versión:

P. M.: –(Canta.) Cuando hicimos el amor/ una noche de calor/ bajo las estrellas. / No pudimos evitar/ de que amaneciera...

F. S.: –¿“De que”, decía?

P. M.: –¡Estaba re mal escrita! (risas).

De movida, pensaron en “un gurú que se va a la India a volar” como personaje central, continúa Marchetti. Hasta que, en 2007, la periodista María Seoane los convocó desde el Centro Cultural Caras y Caretas para “hacer algo teatral, tipo café concert con humor político”. “¡Nah!, eso es un plomazo. ¿Por qué no hacemos la ópera cumbia?”, les preguntó a sus compañeros. “Y como Caras y Caretas es un espacio histórico y estábamos ya sobre el Bicentenario, contamos la historia argentina pero con cumbia”, redondea Sánchez. Blanco no se resiste a aclarar que hasta entonces “era un tipo solemne y escuchaba Genesis, en la etapa de Phil Collins”.

Aun con timbales y ralladores, polleritas y viseras, el gurú cedió lugar a El Negro Cabeza y Romina de Caballito, dúo cuya “historia de amor une” los saltos sin sobresaltos: de la Revolución de Mayo al Exodo Jujeño, de San Martín a Belgrano, de la evangelización de los indios al affaire de Rosas con una nativa, de la dictadura militar del ’55 al genocidio del último gobierno de facto, hasta la actualidad, 200 años en una hora y media en compañía además de un Coro de Garcas tomado del teatro griego y compuesto por un terrateniente, una señorona de alcurnia, un cura y un milico. “Es el relato de la historia desde El Negro Cabeza”, resume Blanco, que luego concede que incluso “el primer título que surgió fue Descamisados”.

–Hubiera puesto más el énfasis en la idea de que fueron “200 años de peronismo”, parafraseando el libro de Rep...

P. M.: –Esa es la idea. Pusimos como leitmotiv que une las canciones a la marcha peronista, porque el peronismo es anterior a sí mismo y a Perón. Que surgiera en el ’45 fue una consecuencia lógica: tenía que salir del closet y asumirse. ¡Mueva la Patria! es la historia argentina con eje en el peronismo.

–¿Y qué criterio utilizaron para seleccionar los hitos que querían mostrar?

F. S.: –El manual de colegio. Esos son los personajes. Para que cuando veas la obra, relaciones con sus estereotipos.

P. M.: –Partimos del recuerdo escolar. Y hay varios que quedaron afuera: Juan Lavalle, Facundo Quiroga, Chacho Peñaloza... Son 200 años en una hora y media, había que recortar.

–Tal vez por ello algunos de los que vieron la obra el año pasado la acusaron de superficial.

F. S.: –Lo es, no intenta ser profunda. Sería un error. Incitamos a mover las caderas. El espectáculo es serio y profesional, pero es lo mismo que en la revista, que si no sabés la coyuntura, te quedás afuera del setenta por ciento. Apostamos a gente que tiene una base para interpretar lo que está pasando y reírse o angustiarse, porque la lectura que hacemos no es optimista.

P. M.: –Si querés conocer la historia de Argentina no vas a venir a ver ¡Mueva la Patria!. Agarrate un par de libros y vení después a divertirte. Lo que está muy claro, pero sin carácter de profundidad, es una relectura de la idea marxista de la lucha de clases, que es algo que siempre destacamos en la revista; la lucha entre garcas y boludos. También mostramos cosas muy dolorosas, injusticias, muertes, mucha guerra, y podés bailar y cagarte de risa. En el epílogo de la obra, se canta “Nuestra historia se vive así, con mucho genocidio”, y esa palabra no incita al baile ni al sabor ni al meneo.

–Aun a pesar del ejemplo, también se le criticó cierta falta de acidez, ingrediente que caracteriza a Barcelona.

F. B.: –Pero somos los mismos. No es que dijimos: “Vamos a ser menos ácidos porque es una comedia musical”. Hay una presentación de los personajes históricos que no es la habitual, pero que es con la que jodemos todo el tiempo acá y en publicaciones como el libro del Bicentenario. Con la revista pasa algo similar: la gente se apropia y hace su propia lectura y pretende que sea como quieren. ¡Y es como es! Algunos números deben satisfacer y otros no. Un día piensan que somos kirchneristas y al otro, opositores.

P. M.: –Está bueno que la gente haga suya la revista. Pero hay quien mira un número y dice: “Esto no es Barcelona”. ¡La revista la hacemos nosotros! Siempre dijimos que nos chupa un huevo el lector. La revista surgió como la que teníamos ganas de hacer, sin condicionamientos ni estrategias del tipo “hay un nicho acá”. Con el musical pasa lo mismo.

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