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Lunes, 25 de octubre de 2010

TEATRO › RAFAEL SPREGELBURD Y LAS IDEAS DETRáS DE LA OBRA TODO

“Tengo desterrado lo solemne”

El autor fue convocado por el festival Digging Deep and Getting Dirty, realizado para conmemorar los veinte años de la caída del Muro, y ahora la obra resultante llegó al Beckett Teatro. “La palabra ‘todo’ siempre tiene sentidos muy ambiguos”, dice.

 Por Cecilia Hopkins

Si la historia es efectivamente un “proceso sin sujeto”, ¿qué hacen los sujetos con su experiencia personal? ¿Dónde la guardan? Estas preguntas –y algunas otras, referidas a la identidad de los pueblos– guiaron al dramaturgo y actor Rafael Spregelburd en la escritura de Todo, una obra que, en realidad, son tres. Interpretada por el mismo autor y su grupo El Patrón Vázquez (integrado por los excelentes Andrea Garrote, Mónica Raiola, Pablo Seijas y Alberto Suárez), la obra puede verse de viernes a domingos en el Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556). Todo fue estrenada el año pasado en el teatro Schaubühne de Berlín, en el marco del festival Digging Deep and Getting Dirty (algo así como “cavando profundo y ensuciándose”), un encuentro teatral sobre la identidad y la ideología, evento pensado para conmemorar los 20 años de la caída del Muro. La obra fue escrita especialmente para esa ocasión. Cuando Spregelburd recibió un año antes la invitación para participar de este festival, el autor se preguntaba por dónde comenzar a construir esta pieza por encargo, propuesta que también habían recibido otros cuatro dramaturgos (un inglés, un polaco, un israelí y el local, Marius von Mayerburg). “Supuse que debería hablar sobre la pérdida de estos dos falsos polos de oposición ideológica, social y económica, porque lo que había en el Este no era comunismo y lo que había en el Oeste no era la libertad”, analiza el autor en la entrevista con Página/12.

Al preguntar más acerca de las características del encargo, los responsables del festival le precisaron que debía referirse a aspectos ideológicos: “Si bien el tema de toda obra es la ideología, pensé que debía hablar sobre lo que aquí sucedía con relación a la caída de las ideologías globales, hacia 1989, y sobre la relación entre ideología y sociedad, acerca de lo que construye la identidad de un pueblo”, razona el autor. Según Spregelburd, “los alemanes rechazan su identidad porque la sienten incómoda y cuestionan sus tradiciones: no ponen banderas en sus casas en fechas patrias porque su historia reciente los avergüenza, porque tienen una mala conciencia. Sin embargo, para mí la cultura alemana es una de las más interesantes, y tal vez sea por estas mismas contradicciones. Nosotros, en cambio, intentamos inventar una identidad a partir de falsificaciones, incluso de la historia reciente”, concluye.

Tal vez porque en ese momento estaba leyendo cuentos de Hanuki Murakami o porque le pareció interesante probar otros formatos, Spregelburd decidió que esta vez no escribiría una obra de gran extensión: “Finalmente me gustó hacer un relato teatral breve, una estructura más parecida a lo que el cuento es a la literatura. Yo escribo obras muy farragosas y no me permito el toco y me voy”, explica el autor de Acassuso y Lúcido, también responsable de Bizarra, obra estructurada en diez capítulos. No obstante, Todo tiene una duración de dos horas.

–¿Se siente cómodo escribiendo por encargo?

–Escribir obras comisionadas me plantea grandes dificultades. Además, yo no escribo sobre temas determinados sino desde un procedimiento del cual aparece el tema. Me pongo paranoico: no me gusta representar a la Argentina en un festival porque nadie me votó aquí para que ofrezca mi mirada sobre el país. Con la obra les envié un prólogo en el que les decía que ellos, como país central, tenían el derecho de hacerles este pedido a autores de otros países. Si nosotros no fuéramos periferia, sería interesante pedirles a los otros que escribieran acerca de lo que les pasaba a ellos mientras la Argentina hervía de hiperinflación, o se transformaba en el laboratorio neoliberal que venía a anticipar la crisis global. Pero, claro, nuestra mirada es siempre lateral...

–¿Por qué esta nueva pieza se llama Todo?

–La palabra “todo” aparece varias veces en la obra, siempre con sentidos muy ambiguos. Todas las palabras son ideas definidas por otras palabras. Y todas las ideas contienen su propio contrario. Entonces, en nombre de una abstracción ideológica como el amor se pueden perpetrar aberraciones. Todo pensamiento ideológico, toda enunciación, se maneja con absolutos como amor, libertad, belleza o justicia. Todo el complejo entramado que es nuestro juicio del mundo justifica en ideales abstractos y absolutos, ciertos particulares mezquinos y condenables. Si hay algo que comenzó a entrar en crisis con la caída del Muro es la idea de que las explicaciones son totalizadoras, como es el caso del psicoanálisis y el marxismo. Durante mucho tiempo, el hombre buscó una explicación sobre el todo. Y toda explicación es un conjunto, un todo que contiene subconjuntos que lo contradicen. Es en esas contradicciones donde surge, para mí, la verdadera inteligencia y todo pensamiento profundo. De modo que la palabra “todo” me parecía una palabra de barricada, que podía englobar a las tres obras que integran Todo.

–La primera de ellas se relaciona con la burocracia y el Estado...

–La burocracia es, en principio, una noción positiva, porque implica un orden y un método, supone el camino más corto entre uno y otro. Este fue el eje de construcción de la obra. De Kafka a esta parte, la burocracia se ha convertido en un cliché, en un lugar común. Pero a nosotros nos interesaba el hecho de que alegres burócratas descubran algo fascinante: en el acto de quemar dinero podían sustraerse de ese mecanismo que los incluye.

–Las otras dos obras hablan sobre arte y negocio, y religión y superstición. ¿Por qué eligió esos temas?

–La segunda obra es el núcleo más ideológico, tal vez el menos teatral. La ideología actualiza las versiones de las ideas o las palabras que mejor le convienen al poder. Lo curioso es que todo discurso artístico pretende denunciar esa manipulación de la ideología que se filtra en todas las actividades cotidianas. En la tercera de las obras me propuse generar una fábula angustiosa sobre lo solemne. La seriedad que implica la religión, una relación simbólica con lo trascendente, canonizada y dogmática, está muy cercana al peso de lo solemne, un elemento que yo tengo desterrado de mi teatro.

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“Con la caída del Muro entró en crisis la idea de que las explicaciones son totalizadoras.”
Imagen: Pablo Piovano
 
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