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Sábado, 3 de junio de 2006

TEATRO › ENTREVISTA CON EMILIA MAZER

“La historia de Frida Kahlo toca el alma de cualquiera”

La actriz muestra su otra faceta artística: escribió y dirige la pieza teatral Yo, Frida, centrada en la célebre pintora mexicana.

 Por Emanuel Respighi

Hace muchos años, ingresando al edificio de la Recoleta en el que vivía, un vecino le abrió la puerta del hall y le preguntó cómo estaba. Ella, que venía de grabar en el viejo ATC durante 12 horas seguidas Hombres de ley, le respondió que estaba “muy cansada”, “que no daba más” y “que estaba muerta”. Un segundo después, al registrar que se trataba de una persona que tenía una discapacidad motriz importante (“y salir de mi nube de pedo”), le preguntó cómo andaba al vecino, a quien hasta ese momento no había visto nunca. “Muy bien”, le respondió él. “Nunca en mi vida sentí una vergüenza tan grande como ese día, que me dura hasta hoy”, reconoce, más de una década después y no sin lamentarlo, Emilia Mazer. “Podía haber hablado de ese señor como de cualquier otra persona que tenga la capacidad de reponerse frente al dolor, armarse y pelearle a la vida con armas espirituales. Y Frida Kahlo hoy representa certeramente a toda esa gente”, explica quien esta noche estrena la obra Yo, Frida en la sala Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543, sábados y domingos a las 20).

La actriz, que ya pisa los 40, esta vez no se subirá al escenario, sino que sólo oficiará de autora y directora de la puesta que, como el título lo indica, cuenta la historia de la pintora mexicana y su tormentosa relación con Diego Rivera. Protagonizada por Gloria Carrá (en el papel de Frida Kahlo), Maxi Ghione (Diego Rivera) y Fernanda Caride (Cristina, hermana de Frida), Yo, Frida es la segunda obra que la ex protagonista de Verdad/Consecuencia escribe para teatro (la anterior había sido Juana, sobre la vida de Juana de Arco). En esta nueva apuesta, Mazer vuelve a trabajar sobre un personaje histórico, también mujer y de vida tan asombrosa como sufrida. Coincidencias que son algo más que casualidades. “Siempre –señala– me atrajo leer biografías de mujeres y por alguna razón elegí en su momento escribir sobre Juana y ahora sobre Frida. Igualmente, aunque se centren en sus vidas, tomo personas como pretextos para hablar de cosas que nos pasan a los seres humanos. O sea: no me interesa hablar tanto de la persona física en aquel momento histórico lejano, sino de la gente. De hecho, creo que Juana podía encarnar a cualquier joven con ideas innovadoras, con ansias de libertad, a quien borraron de la faz del mapa por razones políticas. A través de Juana hablé de buena parte de una generación de argentinos que desaparecieron en la última dictadura.”

–¿Y con Yo, Frida, qué fue lo que quiso contar, en realidad?

–Frida cuenta la historia de cualquier mujer que ama profundamente aquello que hace, que no necesariamente es una artista: podría ser una científica, una madre o una profesional de cualquier rubro. Hablo de las mujeres que transforman el dolor en otra cosa y de aquellas a las que la creación las ayuda a superar ese dolor. Frida trae en sí misma un mensaje de vida muy potente. La obra es una ficción, no intenta ser rigurosa históricamente tampoco. Investigué su vida a través de la lectura de varias biografías sobre la pintora mexicana y sobre Diego Rivera. Después, cerré los libros y me puse a escribir.

–¿Sobre qué aspectos de la vida de Frida Kahlo se centra la obra?

–En poco más de una hora no se puede contar una historia tan amplia como la de Frida. Muchas veces, por querer contar todo, terminás no contando adecuadamente nada. Tuve miedo de que por querer abarcarlo todo la obra se me fuera de las manos. Entonces, escogí trabajar ciertos puntos, centrándome principalmente en el triángulo que conforman Frida, Diego y Cristina (la hermana de Frida). Cierta cronología dada por su historia clínica es respetada, pero parto de una ficción tratando de componer los personajes a partir de los datos que nos llegan a nosotros a través de sus conocidos, amigos y gente contemporánea a Frida. Sólo hay algunas citas literales en la obra. Me tomé la libertad de ficcionar algo que sólo puedo suponer, como qué fue lo que habló Frida con su hermana cuando se acostó con su marido. Sabiendo qué le pasó, imaginé el resto y se armó la historia.

–¿Se siente identificada con la historia de la pintora mexicana?

–Creo que a muchas mujeres nos toca de cerca su historia, tengamos o no un punto de identificación con ella. De la misma forma, creo que la historia de Frida toca el alma de cualquier ser humano, indistintamente del sexo que tenga. En la obra tuve la intención de contar una historia de amor, la que se da entre Frida y Diego, pero también la que se forma con su padre, con su hermana, con la enfermera con quien tuvo una historia hacia el final de sus días... Frida tuvo numerosas relaciones amorosas, incluso con las amantes de Diego.

–¿El espectador reconoce una época en la obra?

–Yo escribí la obra de tú, medio mexicano. Pero en los ensayos los actores me decían que se les hacía muy ajeno hablar así, que querían hablar de vos. Y tomé la propuesta porque lo que me importaba era que las palabras fueran de los actores, que no se viera distancia entre los personajes y los actores argentinos que llevan su vida en el escenario. Pero no hay ninguna palabra que nos lleve al lenguaje porteño de hoy. Me parecía importante mantener la época porque estamos hablando de dos artistas que fueron parte del renacimiento mexicano y que comulgaron con dos revoluciones muy importantes: la mexicana, que cambió la historia de Latinoamérica, y la rusa, que modificó la historia del mundo. Y tanto Frida como Rivera, a través de su arte, se comprometieron social y políticamente con estos giros que estaba tomando la historia mundial.

–Entonces la obra trasciende la vida de la pintora mexicana, signada por el dolor y el sufrimiento, para destacar también su faceta revolucionaria, tanto a nivel político como artístico y sexual.

–Aunque hoy estemos lejos de esa época, en un mundo muy distinto a aquél, con la obra quise recobrar ese sentido social que tenía el arte para Frida y Diego. Un sentido social del arte que hoy sigue existiendo pero está fuera de moda. Es importante, entonces, ubicarlos dentro del movimiento revolucionario al cual pertenecieron. No sólo en el sentido político del término revolución, sino como sentido de fuerza joven y popular de cambio social. Frida lo dijo muy bien: “nada se queda, todo revoluciona”. Ambos hicieron todo lo posible para que el arte llegara al pueblo. Sin ellos, tal vez hoy el arte continuaría encerrado en los museos.

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Emilia Mazer estrena esta noche Yo, Frida, en el Centro Cultural de la Cooperación.
 
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