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Martes, 19 de febrero de 2013

TEATRO › JOSé MARíA MUSCARI ESTRENA PóSTUMOS..., SU NUEVO ESPECTáCULO

“No me gusta tener un carbónico de mí mismo”

El dramaturgo subraya que siempre va en busca del riesgo artístico. “Dirijo Póstumos... porque no sé cómo es recorrer el tema de la muerte: no es habitual en mis obras”, destaca. En la puesta trabajan Hilda Bernard, Edda Díaz, Nelly Prince y Gogó Rojo, entre otros.

 Por María Daniela Yaccar

José María Muscari llega a la entrevista con una psicodélica remera de Jesús, pantalón apretado y botas negras (pese al calor). “No soy muy creyente”, aclara. “Soy bastante ateo, aunque tomé la comunión, la confirmación y me bautizaron. Creo en un dios, pero no sé en cuál. O en una fuerza. Porque todo no lo inventamos nosotros”, se explaya. La remera que lleva puesta es un detalle que combina con la obra que estrenará este jueves, Póstumos, un show filosófico sobre la vida y la muerte (de jueves a sábados a las 20.30 y los domingos a las 19.30 en el Teatro Regio, avenida Córdoba 6056). El inquieto creador apuesta una vez más a la extravagancia. El elenco lo conforman artistas de “nuestra cultura popular”: Hilda Bernard, Edda Díaz, Nelly Prince, Gogó Rojo, Erika Wallner, Luisa Albinoni, Ricardo Bauleo, Tito Mendoza, Max Berliner y Pablo Rinaldi.

Está en Carlos Paz, en Mar del Plata y en la Ciudad de Buenos Aires: Muscari se la pasa tomando aviones. En Córdoba está actuando en Los Grimaldi, con Nazarena Vélez, Georgina Barbarossa y elenco, dirigido por Atilio Veronelli. En Mar del Plata tiene en cartel una obra de su autoría, Ocho mujeres, que suma tres temporadas. Y se viene el estreno de Póstumos. “Es un verano dividido en las tres plazas más importantes. Vengo a Buenos Aires los días que tengo libres en Carlos Paz. La semana pasada vine tres veces, en el día, y me volví a la noche para la función. Es un poco freakeante, pero es la realidad que me tocó”, dice el dramaturgo, que también les encontró el gusto a la radio y a la TV. Participó en Vorterix con Reynaldo Sietecase, tiene su propio programa en Radio UBA (Muscari vivo), y otro de entrevistas en el canal Ciudad Abierta (Muy Muscari). Cuando estuvo en ShowMatch (2011) se le abrieron las puertas a una inusitada popularidad.

“Me gustan los trabajos que me plantean un riesgo. No me gusta repetirme, ni hacer algo que ya sé hacer”, se define en la charla con Página/12. Es extrañamente conceptual para hablar de sí mismo. “Cada decisión que tomo es porque me plantea un corrimiento de lugar. Me aburren los lugares quietos. No me gusta tener un carbónico de mí mismo. Busco la intensidad y ser original. Bailé en ShowMatch porque no sabía bailar, ni me imaginaba lo que era estar en lo de Marcelo Tinelli. Actúo en Los Grimaldi porque nunca hice una comedia de verano. Dirijo Póstumos porque no sé cómo es recorrer el tema de la muerte: no es habitual en mis obras. Y no me imaginaba, tampoco, cómo era trabajar con gente de la tercera edad”, detalla. En esta obra, que tiene una impronta de varieté, hay canciones, coreografías, poesías, extractos de clásicos. Y nueve estrellas cumpliendo viejos sueños.

–¿Cómo nació esta obra?

–Se me ocurrió a partir de la muerte de mi papá, que fue hace cuatro años. Era verdulero y murió con el sueño pendiente de comprarse una casa. Su muerte me dio mucho dolor, pero con el tiempo pude ver que tuvo una vida que estuvo buena y que vivió un montón de tiempo. Me hizo pensar la muerte desde un lugar menos trágico, pero me quedó la pregunta por el sueño incumplido. A partir de estos dos tópicos se me ocurrió Póstumos. Convoqué a los actores y los invité a una charla personal sobre los temas de la obra: la vida, la muerte, la reencarnación, el cuerpo, la profesión y los sueños incumplidos. A partir de eso escribí. La obra es mi visión sobre ellos, porque el material de las charlas fue “alquimizado” por mí.

–En los medios se lo ve a usted muy lleno de vida. Es curioso que hable de la muerte.

–La obra es muy festiva. Es también sobre la vida y tiene mucho punch. La visión que planteamos de la muerte es lúdica y feliz. Es muy emotiva por las características de los actores: son parte importante de nuestra cultura popular. En ellos hay muchos metros de celuloide, mucho taco gastado en teatro de revista y mucho set de televisión. En escena ellos cumplen sus sueños. Berliner, por ejemplo, quiere que le festejen un bar mitzvah; Wallner, que siempre quiso hacer un clásico, hace un extracto de Romeo y Julieta; y Díaz, que es una actriz de café concert, encarna a Bernarda Alba. El espectáculo es una mezcla de tres cosas “injuntables”: la palabra “póstumos” da una idea de cosa sepulcral, pero es un show con toda su frivolidad, y a su vez es filosófico porque es profundo. Está lleno de contradicciones.

–¿Cómo eligió al elenco?

–A partir del gusto y la intuición. También a partir de las diferencias entre los actores. Me gusta tener a una exponente de la comedia, como Albinoni, mezclada con una referente de la revista, como Gogó. O a un representante del teatro idish, como Berliner, junto a una gran locutora, cantante de tangos y actriz, como Prince. A medida que iba confirmando a los actores, sabía a quién llamar después. El espectáculo tiene mucha maduración, llega después de tres años, iba a estar el año pasado en el Complejo (Teatral Buenos Aires). Hice un trabajo muy artesanal con el armado del elenco. Tenía que lograr que me dieran el ok sin que existiera obra. Porque el texto dependía de las personas. Suelo hacer eso, tiene un grado de vulnerabilidad que me atrae.

–¿Cómo fue el intercambio con los actores?

–Siempre tuve buena conexión con gente grande. Dirigí a María Aurelia Bisutti antes de su muerte, hace mucho tiempo que trabajo con Norma Pons, trabajé con Irma Roy... La gente grande tiene un nivel de profesionalismo que a veces no tienen los jóvenes. Soy un director muy ansioso que trabaja sobre la inmediatez. Al tener un elenco de actores más grandes me di cuenta de que había otros tiempos que respetar, ni mejores ni peores que los míos.

–Siendo tan pensante, ¿cómo se sentía en el programa de Tinelli, donde se ponen en juego otras cosas?

–Tengo siempre una mirada crítica. La tenía en ShowMatch, la tengo dirigiendo acá y también cenando con Nazarena después de la función. Le dije cosas a Tinelli que nadie se hubiera animado a decirle. Cuando bailé en tacos le dije que le quería poner tacos a él, y lo hice. Le puse un corset y le pinté los labios, y le dije que lo quería utilizar como él utilizaba a las mujeres en su programa. Le dije que quería ver qué sentía él con ese hazmerreír que hace con ellas. Mi mirada funcionaba y por eso me dejaban hacer eso. Supongo que me llaman para hacer televisión porque soy poco previsible para ese medio. Es mi valor agregado.

–¿Otro valor agregado es no tener prejuicios?

–Me cago en ellos. Los únicos prejuicios que manejo tienen que ver con los espacios en los que no puedo ser yo. No me interesa estar en la televisión para hablar de otros, no soy chimentero ni panelista. Me gusta ser un personaje mediático con contenido. Los prejuicios nos achatan y son la parte débil de nuestra sociedad. Nos conducen a caminos errados para perdernos de vivir experiencias que no imaginaríamos. No soy frívolo por actuar en Los Grimaldi, ni profundo por dirigir Póstumos. Soy todo eso. Trabajar en Los Grimaldi es una experiencia súper profesional, gratificante y exigente. Hay que estar a la altura energética para actuar en una comedia todas las noches, haciendo tres funciones por día y que no sea un cardumen de repetición. A su vez, me gusta poner un elenco tan poco “sanmartiniano” en un escenario sagrado como es el del Regio. Ninguno de estos actores salió de hacer Shakespeare o de leer a Berkoff, y ninguno trabajó en el San Martín.

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