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Sábado, 14 de septiembre de 2013

TEATRO › CABA, EL NUEVO ESPECTACULO DEL TEATRO SANITARIO DE OPERACIONES

Invitación a la experiencia teatral

Primera parte de una trilogía que contemplará otras dos puestas –Conurbano e Interior–, se trata de un “documental surrealista de la ciudad”, según define el director Quique López. La búsqueda final es eliminar “el límite entre el espectador y el actor”.

 Por Sergio Sánchez

“Todo hombre es un artista”, el enunciado del artista multidisciplinario alemán Joseph Beuys parece encontrar su máxima expresión en la obra del Teatro Sanitario de Operaciones (TSO). Con 17 años de actividad, este colectivo artístico se propone acercar el cuerpo del actor al del “espectador” –que, vale decir, no sólo contempla– y esfumar la línea que los separa. De esta forma, el público y el actor producen un intercambio artístico. El objetivo del TSO es construir un vínculo con el espectador que no sea de identificación, sino de reconocimiento. Esa búsqueda atraviesa CABA, la obra que estrenaron en el IMPA (Querandíes 4290) y que puede verse viernes y sábados a las 21. “Es la primera de una trilogía: CABA, Conurbano e Interior –señala Quique López, director del colectivo–. Es un gesto teatral y es un documental surrealista de la ciudad. Suceden acciones, es teatro performático, teatro entre el público y con el público. Lo que venimos trabajando como grupo, desde hace un tiempo, es tratar de que el límite entre el espectador y el actor se elimine. Pero no tratamos de inducirlo o arrastrarlo a la escena, sino que lo abordamos desde las cuestiones íntimas, primitivas. Por ejemplo, indagamos en las experiencias tribales y en los rituales religiosos.”

El espacio escénico elegido para CABA es el tercer piso de una fábrica recuperada. Un salón amplio, con ventanales grandes y una profunda oscuridad, se llenará de cuerpos en movimiento, acciones simultáneas, estímulos sonoros y una múltiple puesta visual. Se trata de una combinación de lenguajes donde lo verbal no es lo central, sino un elemento más. Al final del hecho teatral, cada espectador habrá construido su propia obra, su propia experiencia. “La realidad escénica tiene magia. Y eso es lo que nosotros ofrecemos: juguemos todos”, sintetiza la escenógrafa del grupo, Jacqueline Miller.

“Construir una obra con un diálogo colectivo donde todo el mundo aporta, hace, deshace, propone, lleva todo un tiempo y es una mixtura que hace que después esa experiencia sea realmente colectiva”, reflexiona Miller. Y sigue: “Los actores no vienen a hacer algo que el otro le dijo que tiene que hacer. No es una coreografía pautada en un afuera, está internalizado en su propia experiencia de cada ensayo, de cada prueba y error. Hay momentos más caóticos y momentos más fértiles. Y concretamente lo que sucede es que trabajamos con nuestros saberes. Y eso es fuerte en la identidad del grupo”.

–¿Qué aspectos de la urbanidad no podían quedar afuera?

Quique López: –No dejamos afuera a los personajes contemporáneos, a la calle de hoy, a la historia de esta ciudad. Metimos lo bueno y lo malo. Hacemos una crítica y mostramos momentos de oscuridad dentro de la ciudad. Tratamos, desde las sensaciones, de plasmar en escena los iconos de la ciudad y que el público comulgue con eso.

–¿Es un retrato de la ciudad de Buenos Aires?

Jacqueline Miller: –Sí, pero tiene algo que podría traspolarla a otras experiencias urbanas. Primero, porque las escenas son experiencias colectivas: la ciudad, la calle. El resultado cultural que surge de esa experiencia es muy común en diferentes ciudades grandes del mundo. Buenos Aires tiene mucho más en común con otra megaciudad, como San Pablo o Nueva York, que con una ciudad pequeña del interior.

Q. L.: –El interior es otra historia. Este tipo de teatro no llegaría si no fuera por el Instituto Nacional de Teatro. Aunque aún no la llevamos a las provincias, ya nos preguntamos qué sucederá cuando mostremos algunos aspectos reflejados en la obra: la velocidad de la ciudad, los humores y olores. Es una ciudad originariamente con poca identidad. Es cosmopolita. Acá cada uno tira para su lado, es muy individualista. Y tiene orígenes múltiples. Nuestra historia todavía es muy reciente. Esta ciudad es un cruce de cosas: hay tanos, españoles, alemanes, paraguayos, bolivianos. Todos conviven, cada uno aporta lo suyo y todos probamos de todo.

J. M.: –De todas formas, buscamos referentes de identidad cultural y política. Porque en la obra están presentes personajes como Borges, Eva (Perón) y el tango, como producto cultural auténtico.

–En este escenario que proponen, ¿qué rol juega el público?

J. M.: –Trabajamos el teatro con raíces en el happening, la performance; experiencias de la década del ’60 que proponían un arte dialógico, no una expresión puramente subjetiva, sino estrategias con diferentes objetos, elementos, temas, ideas, sensaciones que le propongan al otro un deseo de participar. Por supuesto, tenés muchas herramientas a las que podés acudir. En su momento fue la sorpresa, el ruido, el susto. Ahora nosotros trabajamos mucho en una cuestión más de invitación a la experiencia. Las obras mismas nos fueron dando los modos de relacionarnos con el público y que ese público forme parte de la obra. No que haga el perímetro de la escena, sino que esté metido dentro de la estructura de la escena.

Q. L.: –Es como un teatro sociológico. Si vas a Canadá y tirás una pelota, la agarran con la mano. En cambio, acá la patean. Nos fijamos en eso y armamos performances. Tirar una pelota es un disparador para entablar un diálogo.

J. M.: –Desde el vestuario, la caracterización del personaje; en la mirada de los actores hay un juego que involucra al otro, con sensualidad. No era igual el público de los ’80, que tenía otras necesidades expresivas, que el de hoy. El público que nos viene siguiendo es muy activo. Antes quizá ponías una luz y la gente desaparecía. Ahora no es así.

–¿Intentan recuperar el contacto físico, cierto lugar de encuentro en un tiempo en el que prima el paradigma de las relaciones 2.0?

J. M.: –Nosotros, que dictamos seminarios, nos fuimos dando cuenta con el tiempo de que nuestra herramienta fundamental era el cuerpo, lo físico. Y fuimos viendo en los alumnos la carencia de experiencia corporal que tienen las últimas generaciones. Es impresionante.

Q. L.: –La gente se da ese permiso que quizá no se lo daría en otro lado. Creemos que el cuerpo es más inteligente que la cabeza.

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Jacqueline Miller, escenógrafa, y Quique López, director de TSO. La obra va viernes y sábados en el IMPA.
Imagen: Pablo Piovano
 
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