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Domingo, 28 de febrero de 2016

TEATRO › LUIS LONGHI PROTAGONIZA TODOS LOS PAJAROS QUE ME SALUDAN TIENEN LA SONRISA DE GARDEL

Memoria cultural, social y política

La obra que el actor escribió junto a Sebastián Irigo, que lo dirige en el CC de la Cooperación, presenta a Antonio, un viejecito que transita desde el recuerdo figuras importantes de su vida y ligadas a sus afectos: Gardel, Perón, Discépolo, Arolas y Cortázar.

 Por Andrés Valenzuela

“Le presenté a Sebastián Irigo una serie de textos deshilvanados que tenían que ver con personajes como Gardel, Perón, Discépolo, y él empezó a tramar la dramaturgia”, recuerda Luis Longhi. La dupla escribió Todos los pájaros que me saludan tienen la sonrisa de Gardel, que se acaba de reponer y sube a escena cada domingo a las 21 en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543) con dirección del propio Irigo. La obra presenta a Antonio, un viejecito interpretado por el mismo Longhi, que transita desde el recuerdo figuras emocionalmente importantes de su vida: Gardel, Perón, Discépolo, pero también Arolas y Cortázar. Sus memorias culturales, sociales y políticas quedan indisolublemente vinculada a los afectos: sus padres, su tío, su esposa y su mejor amigo.

Quienes conozcan a Longhi, tanto por su tarea literaria como la vinculada al teatro o al tango, reconocerán rápidamente en los nombres del párrafo anterior algunos de los temas centrales de su obra. “Soy un artista muy politizado, uno tiene el compromiso y toma la posta de su tiempo en un aquí y un ahora, es un... ‘expresador’, por usar un neologismo, de lo que pasa en nuestro tiempo”, reflexiona. “Por eso también me gusta traer a colación esos personajes históricos, artísticos, que pasaron por la vida de la Argentina dejando su huella con sus argumentos, su filosofía y su ideología, como el caso de Discépolo”.

–Todo el pasaje que la obra dedica a Discépolo es casi una larga cita.

–Que yo ahora tuve que acomodar.

–¿Cómo fue eso?

–Esta obra empezamos a hacerla el año pasado. El año pasado éramos gobierno. Entonces hay un monólogo de Mordisquito que dice “ellos no pueden hablar de las hermosas realidades, entonces buscan el desquite de la mentira” y decía “esa actitud de opositor víctima tuya es una especie de complejo de resentido”. “Eso podía decirlo antes del 10 de diciembre. Si bien es una rememoración de Antonio por varios momentos de su vida, me gusta que haya cosas ancladas en la realidad de hoy porque me fluye con una potencia dramática mucho más fuerte que si fuera solo una rememoración sin conexión con el aquí y el ahora. Quería que ese monólogo tuviera un anclaje, entonces tuve que emparcharlo, siempre con palabras de Discépolo, en la cual ahora le agregué el fragmento que dice “Vos y los tuyos vienen de una larga historia, que casi siempre viene de un tatarabuelo que fue pirata, vos sos hijo de la plata y nieto de las ideas...” Esas son palabras que no estaban el año pasado. Las puse ahora porque al cambiar oposición y gobierno, quería hablarle al Mordisquito, al garca, que ahora está en un lugar de poder.

–Es fácil imaginar cómo entra Gardel. ¿Y Arolas?

–Arolas es un personaje que admiro profundamente y es un mítico dentro del tango. Lo más interesante de él es esto que se transmite en el espectáculo. Arolas descubrió o inventó las formas de frasear el bandoneón en el tango, de respirarlo y gatillarlo. Y compuso unos tangos increíbles, de una modernidad armónica espeluznante. Pero el tipo era un hijo de puta, un proxeneta, un cafiolo. Tuvo que huir de Buenos Aires por un quilombo de esos, se fue a Uruguay y de ahí recaló en París. Muchos de sus tangos tienen nombres franceses por eso.

–Entonces, ¿por qué el interés de meterlo?

–Porque quería una historia que me compensara dramáticamente la obra. Y a la vez, así como tenía algo relacionado con el canto del tango, algo con la música. Así como tenía un peronista y un antiperonista, quise poner un artista angelical, dotado, y un artista dotado, pero demoníaco, que es Arolas.

–Salvo la anécdota de Gardel, que el personaje experimenta directamente, todos los acercamientos son tangenciales.

–Acá hay un tránsito no sólo histórico–artístico, sino emocional. Antonio se deja llevar por los momentos emotivos de su vida y de su tío y de su padre. Gardel es el regalo de su madurez, su padre le regala el conocimiento de Gardel, es lo que no te vas a olvidar en tu vida. Ahí mete la cola Discépolo y dice ‘acordate nene, que esto se lo vas a contar a tus nietos’. Es una apuesta generacional que yo, Luis Longhi, también tomo. Sé que mi hija sabe quién es Carlos Gardel. Después está lo que le provocó al tío de Antonio el bombardeo de Plaza de Mayo. Son nostalgias heredadas, transmitidas. Son muchas cosas las que se transmiten emocionalmente, la ideología a veces también.

–¿Como para usted el peronismo?

–Vengo de una familia muy peronista, pero a mí me cayó el peronismo con Néstor. Tengo el cuento emocional por mi viejo y mi abuelo, que fue presidente de la Corte de Perón. Pero el peronismo me cayó por Néstor y Cristina. A Antonio le cae la dureza y la crueldad de la Libertadora por el relato que le hace su tío. Esa transmisión de generación en generación es la que yo ahora también como padre la entiendo. A mí hija desde chiquita le hablo de Estela de Carlotto. Después ella hará de su vida lo que quiera, pensará lo que quiera. Pero que no le falte información de las personas que emocionan a tu papá y que van de la mano con su ideología, con su cotidiano y su manera de encarar el mundo, la vida y la sociedad.

–La interpretación de la obra rompe constantemente la cuarta pared con el espectador.

–Sí, la cuarta pared no existe. A Sebastián y a mí nos pareció la manera más directa de tocar al público, de sentir el abrazo cuando uno lo necesita. Mucha gente se emociona de verdad, viene a la salida y me dice que su papá estuvo en la Plaza de Mayo, o que su tío lo conoció a Discépolo, o preguntar si la historia del loro de Perón es cierta.

–¿Y es cierta?

–¡Es cierta! Me la contó Pepe Quintana, un periodista del diario Crítica que tiene 100 años. Es sobrino de Natalio Botanna, trabajó ahí, Y un amigo que vive en Villa Caraza, Lanús, me dijo que todos los habitantes del barrio conocen la historia. Es más, hay un espectáculo de Los Macocos que también cuenta esa anécdota. Y viste cómo son estas historias que después entran en un terreno cuasi mítico... Como bien dice Eloy Martínez, los límites entre la fantasía y la realidad en algún momento se cruzan.

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Para Luis Longhi, la obra tiene “un tránsito no sólo histórico-artístico, sino emocional”.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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