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Domingo, 6 de marzo de 2016

TEATRO › LA PUESTA DE 220 VOLTIOS EN EL PORTON DE SANCHEZ

La luz y lo terrenal

Víctor Winer y Daniel Marcove presentan a un hombre en busca de un hijo postizo, en una historia que se vale “de imágenes que mixturan emoción, dolor y humor al mismo tiempo”.

 Por Cecilia Hopkins

El conjunto formado por un colegio religioso adosado a una iglesia, con su tallercito y su cancha de fútbol: ése fue el recuerdo de adolescencia que el dramaturgo Víctor Winer tomó como punto de partida para escribir su obra 220 Voltios. Allí, Estevez, el protagonista, es el encargado de electrificar los halos de las vírgenes y Cristos del templo con el objeto de impresionar a la feligresía. Un arte que realiza cuidando de no dejar el artificio al descubierto porque, como él mismo dice, “si el devoto ve los cables sueltos piensa terrenal”. La obra, que presenta a este artesano de la luz en búsqueda de un hijo postizo en quien depositar su sabiduría, se presenta bajo dirección de Daniel Marcove en El Portón de Sánchez, en Sánchez de Bustamante 1034 (viernes y sábados a las 20.30). El elenco está integrado por Jorge Ochoa, Patricia Rozas y Gastón Cocchiarale. El diseño del vestuario y la escenografía son de Sabrina López Hovhannessian, y la música pertenece a Sergio Vainikoff.

En esa “carrera de embolsados”, como Marcove concibe la actividad teatral en tanto “se mantiene el que resiste sin caerse”, ésta es la tercera vez que trabaja junto a Winer. El autor fue uno de los que compusieron los textos de La mayor, la menor y el del medio y algunas escenas del ciclo en gira Darse cuenta, teatro y reflexión, dirigidos por Marcove. “Los autores y los directores forman un gran matrimonio”, afirma Marcove a Página/12. “Y como creo en ese vínculo, busco generar un campo de confianza que también incluye la creatividad del actor”. Entre otras características del texto de Winer, el director destaca su afinidad con el grotesco, un género que le calza cómodamente a Ochoa quien, al decir de Marcove, “es uno de los pocos actores que saben tocar esa textura expresiva”.

–¿Tienen en cuenta al público en sus respectivas tareas?

V. W.: –No. En realidad escribo como enviando archivos a una nube, sumando hechos creativos a un lugar virtual donde puede guardarse todo y reenviar desde ahí mismo. Recién después, cuando estos textos se unen a otros lenguajes, es cuando aparece el teatro.

D. M.: –Yo tengo cuenta al espectador. Con sus asociaciones personales, su universo ideológico y sensible se encuentra el valor metafórico de una obra.

–¿Todo teatro tiene metáfora?

V. W.: –Yo no puedo decir que busco cómo escribir. Tampoco parto de una idea. Pero si hay una imagen, la metáfora aparece. Y hacia el final es cuando yo mismo la voy descubriendo.

D. M.: –Es que el valor poético de una obra es algo que se va descubriendo. Es como encontrar un latido compartido colectivamente. Creo que el teatro es un momento onírico y misterioso, intenso y efímero. Por estas razones no desaparecerá nunca.

–¿Pero qué es lo primero que valora en un texto?

D. M.: –Las obras me tienen que gustar desde las primeras páginas. Me interesan los materiales eficaces y humanos, como esta obra, que tiene elementos sensibles e intelectuales y que está escrita con palabras sencillas pero profundas. También permite una pirotecnia de imágenes que mixturan emoción, dolor y humor al mismo tiempo. Tiene mucho del grotesco.

–¿Qué pasa con el legado que el padre intenta entregar al hijo?

D. M.: –El hijo reacciona como todo adolescente. Sus cuestionamientos llevan a pensar que el legado del padre no es tan grande como parecía en un principio.

–¿Por qué la corriente eléctrica, tan presente en la obra?

V. W.: –Estudié ingeniería y conviví durante dos años con ese mundo que luego me aportó un imaginario interesante. Descubrí que, además de aludir al misticismo, podía hablar del vínculo entre padre e hijo. Mientras escribía me preguntaba cuántos voltios pueden manejar la conducta de un padre. Y cuántos amperes estimular el corazón de un hijo.

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“Los autores y los directores forman un gran matrimonio.”
 
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