Viernes, 8 de julio de 2016 | Hoy
TEATRO › ADRIANA TURSI HABLA SOBRE LOS SIRVIENTES, QUE PUEDE VERSE EN EL TEATRO DEL PUEBLO
La obra narra las últimas horas de Juan Domingo Perón, pero desde el punto de vista del personal de servicio de la quinta de Olivos. “Puse el acento en ver cómo se van tejiendo las relaciones de poder entre los sirvientes”, explica la autora.
Por Cecilia Hopkins
Escrita por Adriana Tursi, Los sirvientes da cuenta de las últimas horas de Juan Domingo Perón desde una perspectiva singular. Porque el punto de vista desde donde se relatan los sucesos acaecidos aquel 1º de julio de 1974 proviene de un entorno desconocido para el gran público: el que compone el personal de servicio de la quinta de Olivos. En el Teatro del Pueblo (Roque Sáenz Peña 943, domingos a las 18) y bajo la dirección de Andrés Bazzalo, este grupo de sirvientes que mueve sus influencias para sobrevivir a sus cargos está interpretado por Luciana Bava, Marcelo Bucossi, Laura Montes de Oca, Soledad Rodríguez, Élida Schinocca y Fito Yannelli. La pieza reflexiona, por otra parte, acerca de las consecuencias públicas o privadas que pueden acarrear todos los actos, por irrelevantes que parezcan. “No puse el acento en una reconstrucción de época –sostiene la autora– sino en ver cómo se van tejiendo las relaciones de poder entre los sirvientes.” De todas formas, Tursi afirma haberse dejado influir por la lectura de Las mujeres de Perón, el libro en el que la historiadora Araceli Bellota analiza la figura de Isabel Martínez y su gravitación durante los últimos meses de vida del General.
Tursi abra la pieza introduciendo a una nueva empleada en el plantel que ya se encuentra, para mal o para bien, en aceitado funcionamiento. En los corrillos muchas veces se habla de la esposa y vicepresidenta de la Nación, así como también se menciona al ministro de Bienestar Social, José López Rega. Sobre el telón de fondo de la enfermedad de Perón, las rencillas personales que se generan entre el personal de servicio van armando un entramado de celos, traiciones y cambios de alianzas que respetan las jerarquías del escalafón. Una urdimbre de relaciones que, se intuye, compite con la que se está gestando en el nivel superior de la residencia y más allá todavía, en otras órbitas del poder. “Los personajes femeninos no corren con un destino muy distinto al de los hombres”, analiza la autora. “Todos están viendo cómo seguir manteniendo su lugar: en algunos hay más desesperación que en otros, y eso tiene que ver con la ambición y las expectativas de cada uno.” De todas formas, Tursi piensa que desde el imaginario social resulta difícil ligar el poder político a la figura de la mujer.
–¿Es posible repensar la experiencia histórica desde el teatro?
–Creo que sí. Sobre todo, si –como yo creo– la historia siempre es una ficción de la memoria, donde uno decide primero hacer un recorte de los hechos, tomar alguno y no otros, y luego instalar un verosímil, donde se hace pie en algunos símbolos y no en otros. El teatro es un campo rico para trabajar materiales históricos, porque nos propone un ejercicio sobre la mirada.
–¿Cuáles son las reflexiones que despierta este texto?
–Lo que me alentó a trabajar fue pensar que ese momento particular que toma la obra –que va desde la muerte del general Perón hasta la caída del gobierno de Isabel Perón– fue un período poco visitado. Y para mí es como si fuese un agujero negro, porque se hizo foco en el golpe militar, pero creo que hemos mirado poco lo que nos llevó a esa situación. Tal vez sea porque las consecuencias del golpe militar fueron tan atroces que no nos dio margen para mirar los acontecimientos anteriores. Pero creo que hay en este período una complicidad que habría que desentrañar.
–Usted escribió varias obras sobre mujeres de la historia argentina. ¿Cómo dialoga esta obra con aquellas otras?
–En todos los casos, son mujeres vinculadas en menor o mayor grado al poder político. A las mujeres les cuesta caro su relación con el poder político, no se les perdona esa alianza: pasan rápidamente a ser la bruja o la prostituta, con todo lo que eso implica en el imaginario social. Por lo menos, en nuestro país es así, y no hay bandera partidaria para esto, no se salva ninguna: cuanto más cerca está la mujer del poder, más es tomada por cualquiera de esos dos arquetipos.
–¿Por qué cree que es difícil hacer la ligazón entre mujer y poder político?
–No se puede imaginar lo femenino interviniendo en los destinos políticos del país porque hay algo desde el imaginario social que está mal instalado y muy mal elaborado. Fíjese lo que está pasando con las marchas de Ni Una Menos: vemos diarios y revistas que levantan estas banderas pero después resulta que son las mismos que ponen en tapa la foto de una presidenta como una bruja salida de una hoguera en pleno acto sexual. Con Los sirvientes también quise hablar acerca de esta hipocresía.
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