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Viernes, 11 de mayo de 2007

TEATRO › ALEJANDRA RADANO, FRENTE AL ESTRENO DE “CABARET”

“Esta es una de esas obras que se vuelven universales”

Después de contratiempos que incluyeron el cambio de la figura principal, la adaptación de la pieza de Harold Prince abrirá sus puertas hoy en el teatro Astral. Radano habla de lo musical, pero también del trasfondo político: “Las cosas contadas a través de la ironía a veces son tan poderosas como un documental del History Channel”.

 Por Alina Mazzaferro

Willkommen. Benvenue. Welcome, se lee en grandes letras blancas sobre las puertas del teatro Astral. La invitación es a pasar al cabaret, porque desde este viernes la sala de Corrientes 1639 se convertirá en uno de esos antros de los años ’30, con mesitas, sensuales veladores y una mujer en el escenario, Alejandra Radano, en el papel que consagró a Liza Minnelli. La obra que hace cuarenta años levantaba por primera vez el telón dirigida por Harold Prince para luego ganar 8 premios Tony, revolucionando el teatro musical en Broadway; ese misma que, más tarde, en su versión fílmica, bajo la dirección de Bob Fosse, se alzó con ocho premios Oscar de la Academia, llega a la calle Corrientes despertando la expectativa de fanáticos y curiosos. Después de algunas idas y venidas y fechas reprogramadas, Cabaret da finalmente la bienvenida a su público: “¡Dejen sus problemas afuera! Aquí la vida es divina...”, cantará el maestro de ceremonias, abriendo las puertas de ese submundo que cobrará vida de miércoles a viernes a las 21, los sábados a las 20 y 23.30 y los domingos a las 20.

Una semana antes de la apertura de este edén de la lujuria, el Kit Kat Club recién empezaba a cobrar forma. Así se lo ve a la hora de la entrevista, desde la trastienda del cabaret. Una chica patina las últimas mesitas de madera para que adquieran ese “color viejo”. Hay mucha gente yendo de aquí para allá, todos concentrados en los últimos detalles. Ariel del Mastro supervisa el equipo con una asombrosa tranquilidad, inusual en un director general a punto de estrenar. Julián Vat, a cargo de la dirección musical, ensaya una pieza con la banda de señoritas ubicada en un primer piso sobre el escenario, a la vista del público. Todas llevan pelucas rubias de pelo corto y llevan un vestuario (diseñado por Renata Schussheim) acorde con el lugar y la época. La pianista –que en realidad es un hombre, pero también él hará de damita de la banda– imita a Vat y dibuja con sus manos figuras en el aire, oficiando de directora de orquesta. Los técnicos se mezclan con unos guapitos de oscuros sobretodos que, ubicados al fondo de la sala, producen escalofríos con esos símbolos nazis en la manga. Pero claro, son actores del reparto que recuerdan que esta obra, además de ser un gran show musical, es también una dura pieza que reflexiona acerca de las condiciones del ascenso del nazismo al poder. En el Astral, cada uno se aboca a su tarea y, sin embargo, nadie puede quitar la vista del escenario. Dos piernas gigantes de mujer, con medias negras y portaligas incluido, ocupan la totalidad de la escena. Debajo, pequeña pero imponente, Alejandra Radano posa para las fotografías de la nota que en unos minutos estará dando a Página/12.

Recién llegada de Italia, donde estuvo protagonizando Concha bonita (un espectáculo de Alfredo Arias con música de Nicola Piovani), Radano se incorporó tardíamente al elenco de Cabaret. La convocaron de urgencia, tras la desvinculación de Romina Gaetani con el proyecto, quien había sido elegida para interpretar a Sally y se fue despotricando contra la producción y haciendo barullo en todos los medios, a pesar de que, aparentemente, le hubiera sido imposible encarar semejante desafío por trastornos en las cuerdas vocales. Radano se niega a hablar de la retirada de Gaetani, pero se entusiasma al narrar su trabajo. Confiesa que éste es el papel con el que había soñado toda su vida. Como una verdadera fanática, ella ya vio las versiones española, francesa e italiana de la obra y ahora es su oportunidad para dar forma a su propia Sally, en una puesta que cuenta con un diseño escenográfico y de vestuario distinto del original de Broadway (ver recuadro) y, sobre todo, “con una mirada del director sobre el texto que la diferencia de las demás”.

–¿Han adaptado la obra teniendo en cuenta su destinatario, el argentino de 2007?

–Esta clase de obras son piezas universales. Suceden en un período de la historia, en este caso entre los años ’20 y ’30 en Berlín, antes del ascenso de Hitler al poder, pero uno siempre puede establecer similitudes con la actualidad. Pasan los años y se siguen cometiendo los mismos errores. Hoy no existen semejantes atrocidades, un genocidio de la magnitud del de aquella época, pero sigue habiendo injusticia, racismo... Los argentinos hemos vivido la dictadura, que tiene aristas que se unen con el nazismo, y la obra puede también hacernos reflexionar sobre nuestro pasado.

–Entonces, además de ser un gran show, ¿el musical permitiría una lectura crítica de la historia?

–Absolutamente. Las cosas contadas a través de la ironía a veces son tanto o más poderosas que un documental del History Channel.

Cabaret narra la decadencia de la República de Weimar: sus personajes demuestran cada vez menos esperanza en el porvenir, viven el momento, mutilan sus proyectos y con ellos su futuro. El Kit Kat Club es el lugar de la evasión, donde la cruda realidad es la única que no traspasa la puerta. Allí, Sally Bowles, una cantante enredada en ese universo bohemio y nocturno, intentará conquistar a Cliff, un teniente de sexualidad dudosa. Cuando finalmente lo logre, el final feliz habrá quedado todavía más lejos. Aquí el amor no remedia el dolor que produce todo lo que rodea a los amantes. El nihilismo y la incertidumbre triunfarán por sobre los lazos de esa pareja que no está preparada para construir un proyecto en común en ese contexto y, menos aún, para criar el hijo que de prepo vendrá a ese mundo injusto, incomprensible. Interpretar a Sally le valió a Liza Minnelli un Oscar a la mejor actriz protagónica. En esa película, convertida en un clásico, quedó inmortalizada como una de las más grandes estrellas de cine musical. Por eso, recrear al personaje que el mundo entero identifica con la figura y la voz de Minnelli no es una empresa fácil. “Hasta yo misma pienso en Cabaret y enseguida me imagino a Liza Minnelli –confiesa Radano–, por la extraña ósmosis que se produjo entre esa película y esa mujer.” Ante semejante desafío, y con poco tiempo para preparar su rol, Radano prefiere “no pensar en ello. Me concentro en lo que tengo que hacer, en el texto”, dice, ahuyentando el fantasma de la Minnelli, y con él los nervios.

–¿Revisó la película para crear su personaje?

–Yo miro todo y después hago un gran collage, que es lo que se termina manifestando en el escenario. Pero no copié a Liza.

–¿Es un desafío interpretar un rol como éste?

–Claro. Cada año que pasa siento que es más difícil cantar, actuar y bailar. Esta carrera sigue siendo un desafío.

La historia de amor entre Radano y los musicales es de larga data. Su fascinación por los escenarios comenzó cuando vio, por primera vez, una representación teatral en un acto escolar. “En ese momento, algo mío estalló”, cuenta ella. “Es como cuando uno se enamora de alguien, involucra cosas tan profundas que no se pueden explicar con palabras.” La oportunidad de trabajar profesionalmente se la dio Pepito Cibrián, cuando la eligió para interpretar a una mesera francesa en Drácula. Pronto obtendría el protagónico de Lucy y su nombre comenzaría a encabezar las marquesinas del teatro musical. Ese submundo propio del cabaret atrajo especialmente a la actriz de Chicago y Canciones degeneradas. ¿Cuál fue su mejor escuela? “Los boliches gays –afirma sin dudar–, que son nuestros cabarets en Argentina.” Radano dice haber estado “en casi todos, Gasoil, Scream, América, Bunker, Manhattan...”. Ella participaba como “la mujer invitada”, un personaje especial, “ya que allí son todos travestis y transformistas, casi no hay mujeres”, explica. “Fueron noches gloriosas, junto a Omar Calicchio. Eran espacios de mucha experimentación. Yo hacía de todo, cantaba desde una canción francesa hasta arias de óperas, hacía sketches... Me sentía en el Instituto Di Tella, en un laboratorio de vanguardia, y eso me encantaba.”

–¿Qué tiene el cabaret que sigue atrayendo tanto a la gente?

–Es un lugar de mucho misterio. Siempre estuvieron ocultos, prohibidos. Las cosas cubiertas por un velo atraen al ser humano.

De pronto, los veladores se encienden y una luz violácea invade el espacio. El cabaret ya ha encontrado el clima para desplegar su erotismo, su lascivia. Y ella, la del peinado carré a tono con el estilo Liza, ya está lista para comenzar el ensayo de esa jornada y cantar a todo pulmón “vengan al cabaret”. Todos ocupan sus lugares en el escenario; Del Mastro da las últimas indicaciones... La pasada final ya comenzó. Pero ésa es otra historia. Quien desee conocerla deberá animarse a ingresar “im cabaret, au cabaret, to cabaret”.

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Radano tiene una larga experiencia en musicales, que incluye trabajos en Drácula, Chicago y Canciones degeneradas.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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