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Domingo, 17 de julio de 2016

CHICOS › MARIANA BAGGIO, LOS MUSIQUEROS Y LALA, Y EL TOQUE TOQUE

“Es un momento floreciente de la música para pibes”

Las tres agrupaciones protagonizan el ciclo Caritas y Caretas, que comienza hoy en la Sala 2037, una de las opciones ineludibles de las vacaciones de invierno. Y la charla permite trazar un mapa de pasado, presente y futuro en la música infantil.

 Por Karina Micheletto

“¡Levanten las manos los que son abuelos de público!”, propone Julio Calvo, entre risas y en rueda de colegas. Con 31 años de trabajo junto a él en Los Musiqueros, se anota enseguida Teresa Usandivaras. Pero también levanta la mano Mariana Baggio, quien declara unos 15 ó 16 de trayectoria. “¡La diferencia es que los de Mariana son bebés, los nuestros ya tienen bigotes!”, se sigue riendo Calvo. También Karina Antonelli y Osvaldo Belmonte, al frente de Lalá y El Toque Toque, tienen un trabajo extenso, que ya pasó los diez años. Todos ellos son los protagonistas del ciclo Caritas y Caretas, que comienza hoy a las 16 con Baggio, y que resulta una muestra posible de la buena música para chicos que se está haciendo hoy en la Argentina.

El ciclo sigue el viernes 22 y sábado 23 con Lalá y el Toque Toque, y el jueves 21 y domingo 24 con Los Musiqueros, siempre en la sala Caras y Caretas de Sarmiento 2037 (ver aparte). Cada propuesta tiene su impronta y su estilo propios, y sin embargo el ciclo logra una continuidad en el modo de hacer y entender la música de todos ellos. Un modo marcado en principio por la calidad, por la manera en que implícitamente está tratado el público al cual van dirigidas estas canciones –los chicos y las chicas–, y también por la manera natural en la que se incluye a ese otro público, el de los adultos que acompañan a los chicos, en los teatros o compartiendo la escucha de los discos, en la casa o en el auto.

Baggio muestra esto con Barcos y mariposas, como un camino en continuado que ya va por el cuarto disco –excelente, con el trabajo de Martín Telechanski en los arreglos y la dirección musical–. Los Musiqueros lo han demostrado haciendo música propia, recopilaciones, con instrumentos tradicionales, con los que crea Calvo, con las palmas, con el cuerpo, siempre sorprendiendo. Y Lalá, con un sello ya propio capaz de abarcar desde canciones en italiano hasta un homenaje a Pepe Iglesias “el Zorro”, canciones bellas y profundas en letra y música, siempre rodeados de buenos músicos y, en su flamente CD Muevequetemueve, de invitados como Lidia Borda.

En el encuentro propuesto por Página/12 aparecen temas que suenan implícitamente en las canciones de todos estos creadores de música para chicos, todos ellos también docentes o ex docentes. Y también el reconocimiento del buen momento que está pasando esta música en el país, con una gran cantidad de bandas haciendo música en diferentes salas. “Es un momento floreciente para la música para pibes. Exactamente opuesto a la realidad nacional”, se ríe Calvo, y analiza este buen momento como el resultado de políticas que en la última década pusieron explícitamente el foco en la niñez, ampliando el acceso para este público, y del trabajo que lleva adelante el Momusi, el Movimiento de Música para Chicos, que busca dar impulso a esta música. “Lo que veo mucho en La Usina del Arte son padres y madres que han vivido muy felizmente la música de chicos, que han recibido ese estímulo, y ahora quieren compartirla con sus hijos”, destaca Usandivaras. La música y antropóloga es la responsable del espacio infantil de este espacio de La Boca, y desde allí ha abierto el juego a una gran variedad de propuestas con el ciclo La mar en coche, que sigue sonando todo el año.

–¿Les pasó eso a ustedes mismos, de niños?

Mariana Baggio: –¡Claro! Yo hago música para niños porque disfruté mucho de la música, siendo niña. Por ahí no había mucho como ahora, pero amé Ruidos y Ruiditos, el Promúsica de Rosario, María Elena Walsh, Walter Yonsky… lo que había.

Julio Calvo: –Y lo que había era de altísimo nivel, y de enorme originalidad. Argentina es un país con tradición en esto.

–¿Y qué evolución notan desde aquella música para chicos a la actual?

Karina Antonelli: –Creo que la evolución estuvo en el concepto mismo de niño, en cómo los pensamos a ellos como sociedad, qué lugar les damos, cuánto respetamos sus gustos, lo que quieren. Hemos involucionado en muchos aspectos, pero en esto creo que hubo un avance.

Antonio Belmonte: –Yo lo noto con los músicos que convocamos para tocar con Lalá, que son todos grandes músicos, de diferentes géneros. Al principio nos decían: ¿qué tengo que hacer, me tengo que disfrazar? Había que explicar que hacer música para pibes no es ni más ni menos que hacer música: hacerla bien, pensar las canciones, los arreglos, investigar, escuchar, recrear, producir bien un disco.

T. U.: –Eso también lo veo en La Usina: ¡qué buenos músicos tienen las bandas de nuestro país! Antes había alguna descalificación: el músico para chicos pone un organito y hace algo así, fácil. Ahora ese prejuicio no va más.

–Lo que hacen tiene un requisito extra, y es el modo de plantearlo en un show para chicos. ¿Cómo lo piensan, siendo también docentes?

M. B.: –¡Como docente! (risas). Pero siempre desde un lugar artístico en el escenario, no pedagógico. Intentando ayudar a los chicos a entrar, dándoles un pie para lo que va a suceder. Si viene un juego de la palabras interesante, dándoles la punta del hilo para que puedan entrar y entender a qué vamos a jugar en esa canción. En general lo que hago con esos conectores es ayudar a ingresar a lo que viene, con una anécdota, o diciendo: presten atención a esta partecita. A veces propongo cosas pensando en un chico de diez años, porque es complejo el juego rítmico o de palabras, y de golpe tenés nenes de 2 ó 3 años que se copan con otra parte de la música. Eso es interesante.

T. U.: –Otra característica es que bajó muchísimo la edad de los nenes. Supongo que tiene que ver con esos padres que han disfrutado de la música y llevan a sus chicos al año y medio.

J. C.: –Pero también con cuestiones estrictamente comerciales, con la necesidad de la industria, en general, de bajar la edad de la adolescencia.

M. B.: –Me da pena, se me hace que se pierden una parte importante. Yo me doy cuenta cuando vamos tocar a las plazas, donde los pibes no van, sino que pasan por ahí. De repente veo las caritas de chicos de 9, 10, 11 años, totalmente fascinados. Esta música es también para ellos, que pueden captar muchas otras cosas.

–¿No es entonces que a esa edad “ya no les interesa”?

J. C.: –Claramente no es así, también lo notamos con Los Musiqueros. Basta que los chicos de esa edad estén ahí, para que entren en la dinámica que proponemos en forma absoluta.

M. B.: –Por ahí va como hermano mayor, acompañando al hermanito, y vos lo ves con una cara de fascinado, se olvidó de lo que tiene que ser un chico grande. Me da un poco de pena eso, y la verdad que es muy fuerte. Lo veo con mi hija, que tiene 12. ¡Ahora ya dio la vuelta y volvió, va como adulta! Pero a los 10, 11 años, esa edad tan jugosa, no había modo: esto es para chiquitos, decía.

K. A.: –Es una edad difícil, pero tiene que haber una excusa para que el chico se sienta habilitado. Una vez que se siente habilitado, ya está. Ya lo atravesó, no le importa nada, se empieza a divertir como siempre.

T. U.: –Si tuviera que desear algo sobre la música para chicos, sería exactamente esto: que los que nos escuchan a nosotros, tengan ese disfrute que tuvimos nosotros de chicos. Que podamos transmitir eso, ese gran amor, ese mundo que nos atrapó de chicos, que la música siga. Si logramos eso, estamos hechos.

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“La evolución estuvo en el concepto mismo de niño, en cómo los pensamos a ellos como sociedad, qué lugar les damos.”
 
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