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Sábado, 21 de julio de 2007

CHICOS › FERIA DEL LIBRO INFANTIL Y JUVENIL

Los chicos andan con ganas de que los libros metan miedo

Bajo el lema “¡Libros a la vista!”, la nueva edición de la tradicional feria confirma el auge del terror y el misterio.

 Por Silvina Friera

La cita es en el predio de Exposiciones de la Ciudad (Figueroa Alcorta y Pueyrredón), en la Feria del Libro Infantil y Juvenil. Los chicos de los colegios entran corriendo; algunas maestras intentan calmarlos; otras se resignan y los dejan largar toda la energía con la que llegan a esta edición que, desde el lema “¡Libros a la vista!”, les propone sumergirse en un mundo de aventuras. En los pabellones impera el descontrol, la adrenalina y el bullicio que los visitantes le imprimen al ambiente. “Repetimos que se encuentra Carola, de dos años, perdida. Les pedimos a sus papás que se acerquen a buscarla”, anuncian por un parlante. Algunas madres, sentadas en los descansos, tratan de ubicar a sus hijas, “no sea cosa que la nena perdida sea la mía”, parecen decir con las miradas.

¿Quién dijo que la rayuela es un juego anacrónico en tiempos de Internet? Ahí están Luly, Maitén, Pamela y Micaela, lanzando la piedra y saltando con un entusiasmo tan contagioso que dan ganas de imitarlas. Son escenas típicas de la feria. En la pantalla de la sala Farallon aparece Silvia Schujer en su casa. Su perro Borges no tiene el más mínimo pudor ante la cámara: se tira en el sofá, panza arriba y con las patas traseras bien abiertas, la acompaña a la biblioteca, se pasea por la calle y hasta parece que le habla cuando ladra. “Escribo para que me quieran, para que me recuerden, para que mi nieta diga que su abuela era escritora”, dice. Cuenta que cada vez que le preguntan qué pasa si un día no se le ocurren más historias, ella confiesa su truco: “Nunca termino un libro si no tengo otro empezado”.

Cuando la entrevista termina y se encienden las luces de la sala, los alumnos de dos escuelas de Baradero y Tandil se sorprenden al ver a la escritora que los saluda: “Aquí me tienen en vivo y en directo, más hueso que carne”, bromea Schujer. En el encuentro con la autora, organizado por la Audiovideoteca de Escritores de Buenos Aires (www.audiovideotecaba.gov.ar), los chicos la entrevistaron y demostraron conocer muchos de los títulos que ha publicado la autora de Cuentos y chinventos. “Tengo cincuenta años y sigo escribiendo, no les doy descanso”, agrega la escritora. “¿Le gustaba leer de chica?”, le preguntan. “No era una gran lectora, me daba fiaca leer porque vivía en una casa con mucho parque, pero me gustaban los libros como objeto. El ataque de lectura me agarró a los 12 o 13 años”, responde la escritora. “Me encanta escribir cuentos, sobre todo cuando salen, cuando llego al punto culminante y lo logro resolver. Después hay otro que lo lee y cree todo lo que dijiste.”

Schujer aclara que a pesar de que hay varios perros en sus libros, a ninguno le puso el nombre de Borges. “Mi perro escribe conmigo”, precisa. “A la mañana me sigue, se sienta entre los cables de la computadora y se queda esperando. Cuando yo termino de escribir, me tiro para atrás, me estiro y el perro hace lo mismo y se despereza”. La autora de Historia de un primer fin de semana, Oliverio juntapreguntas y Las visitas, entre otros, empezó a escribir a los 12 años, después del impacto que le provocó la lectura de Mujercitas. “Me encantaba una de las hermanas, Beth; era como yo quería ser: buena, obediente, hermosa y además tocaba el piano. Pero Beth se muere al principio de la historia de escarlatina y no saben lo que lloré”, revela Schujer. “¿Cómo puede ser que uno llore tanto por alguien que no existe?”, se pregunta la escritora. “Ahí tuve la noción de que quería escribir para hacer llorar a la gente. Había descubierto que las palabras podían provocar emociones fuertes y que, si las sabía combinar, podría provocar esa sensación en los demás.”

Luly, de 9 años, tiene su nombre pintado con letras rojas en una de las mejillas. Está en la feria junto con sus compañeros del colegio Crecer y Ser. “Me gustan los libros de terror porque son más emocionantes”, dice, y antes de ubicarse en la fila para jugar a la rayuela, en el stand de Estrada, cuenta que su libro preferido es Ganas de tener miedo, de Franco Vaccarini. Maitén, también de 9 años y del mismo colegio, tiene pintada una mariposa en su mejilla. Se acerca y le pregunta a Página/12: “¿Si hablo voy a salir en el diario?” Cuando se le confirma que sí, dice: “A mí también me gusta Ganas de tener miedo”. En varios stands confirman una tendencia: el misterio y el terror cotizan en alza, son los géneros más pedidos por los chicos. Y no sólo se venden los clásicos, adaptados del policial negro inglés (Los mejores casos de Sherlock Holmes, de ediciones Imaginador); también los autores contemporáneos como Vaccarini o Graciela Montes, con Tengo un monstruo en el bolsillo. “Lo que más piden es misterio y terror, sobre todo los chicos de 9 a 11 años”, indica Silvia Inchaurrondo, del stand de SM. Entre los autores más vendidos en esta editorial se destacan Adela Basch (Una luna junto a la laguna), Gabriela Keselman (Si tienes un papá mago), Cristina Macjus (Anselmo Tobillolargo) y Andrea Ferrari (El complot de las flores). Georgina Genaro tiene tres hijos, de 8, 5 y un bebé de un año. “Los traigo a la feria para que conozcan y participen de los talleres.” Dice que compró muchos libros, que su hija le pidió especialmente Canciones de cuna para dormir cachorros, de Schujer. “Repetimos que se encuentra Carola, de dos años, perdida. Les pedimos a sus papás que se acerquen a buscarla.” Genaro se sobresalta, busca a su hija entre un montón de nenas que corren y cuando la ve, resopla y dice: “Está más linda la feria, ¿no?”

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Los chicos piden, sobre todo, libros “de sustos” y de suspenso.
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