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Martes, 18 de julio de 2006

DANZA › “LES NOCES”, “PETRUSHKA” Y “EL RUISEÑOR” EN EL COLON

En busca de la apertura estética

El Ballet, el Coro y la Orquesta Estables del Colón estrenan un espectáculo con tres obras de Stravinsky y puesta de Oscar Araiz.

 Por Alina Mazzaferro

A principios de siglo XX, un visionario del espectáculo, Serge Diaghilev, renovó el ballet de su época con una fórmula original y explosiva: combinó historias y escenografías exóticas con el talento de Nijinsky, las coreografías de Fokine y la música de Stravinsky, obteniendo como resultado una compañía que influenció notablemente la danza de los tiempos que le sucedieron. Heredero del modelo impartido por los Ballets Russes de Diaghilev, el Teatro Colón recupera tres de sus obras más importantes en un homenaje al compositor ruso Igor Stravinsky –que se lanzó a la fama de la mano del empresario Diaghilev– y a ese equipo coreográfico que funcionó durante 20 años desde 1909. El programa que se estrena hoy a las 20.30 está integrado por las piezas lírico-coreográficas Les noces (Las bodas), Le rossignol y Petrushka. La puesta en escena y coreografía está a cargo del director del Ballet Estable, Oscar Araiz; el Coro Estable cuenta con la dirección y preparación de Salvadore Caputo, y Francisco Rettig, actual director de la Orquesta Filarmónica de Bogotá y especialista en Stravinsky, es el encargado de la dirección musical del evento y estará al frente de la Orquesta Estable del Colón y del grupo de cuatro pianos y percusión que toca en Les noces.

La novedad de este programa –una idea del director artístico Marcelo Lombardero– radica en la interacción entre los diferentes cuerpos del teatro que éste propone, con el objeto de diseñar un espectáculo que cruza las distintas disciplinas. “Hace tiempo que no veo una propuesta así, como las que antiguamente se hacían en este recinto, en la que interactúan bailarines con cantantes, coro y orquesta”, cuenta Araiz a Página/12.

“Stravinsky es un factor especial para mí; yo he seguido mucho su obra y es un lujo para mí contar con estas condiciones: esta compañía, este escenario, el coro, los preparadores y un maravilloso director de orquesta, para trabajar esa música”, dice, y revela que La consagración de la primavera del compositor ruso fue la pieza musical que le disparó curiosidad por la coreografía. En esta oportunidad, el director del Ballet del Colón montó un despliegue coreográfico completamente nuevo sobre tres obras estrenadas a principios de siglo XX por los Ballets Russes. Aun así, la puesta entera “es un homenaje a los ballets de Diaghilev –dice Araiz-; hay partes basadas en el Petrushka original de Mijail Fokine y citas permanentes a todo el repertorio clásico y también contemporáneo, desde Pájaro de Fuego, Sílfides y Giselle, hasta cosas que se conocen muy poco como La consagración de la primavera que coreografió el propio Nijinsky, El espectro de la rosa o puestas muy exóticas, sirias, egipcias o muy arcaicas”. A modo de relato enmarcado, como matrioshkas que se montan unas sobre otras, Araiz combina la historia ficcional con la real y hace participar a Fokine de la escena, quien aparecerá entre los personajes coreografiando Petrushka. Allí estarán también Nijinsky, Diaghilev y la bailarina Rómola, en una versión de esta obra que establece un paralelismo entre el ballet burlesque basado en ese popular personaje ruso y lo que sucedía en aquella época en la compañía de Diaghilev. “El argumento original plantea un triángulo amoroso”, explica el director. “Es la historia de Petrushka, un títere de guante que se presentaba en las ferias populares rusas, que está enamorado de una bailarina. Pero ella se enamora del Moro, que es el malo de la película. La transposición que yo hago es la siguiente: Petrushka es Nijinsky que, como el personaje que bailaba solo y torturado en su camarín, padeció también el encierro y la angustia en un instituto psiquiátrico”. En la relectura de Araiz, la bailarina es reemplazada por la misma Rómula, quien en una gira a Buenos Aires se casó con Nijinsky. “Cuando esto sucede –sigue el coreógrafo–, Diaghilev echa al bailarín de la compañía, por locura y pasión (había una relación amorosa entre ambos). Ahí empieza la gran caída de Nijinsky; su desequilibrio va creciendo y termina deshaciéndose.”

Alegría y tragedia también se confundirán en Les noces, escrita para cuatro pianos, percusión, voces solistas y coros. Estrenada en 1923 por los Ballets Russes con coreografía de Bronislava Nijinska, Les noces es un retrato de un casamiento rural ruso de la época, en el que detrás del fervor de la festividad se percibe el sacrificio y el temor de los novios que apenas se conocen. Mientras tanto, Le rossignol (El ruiseñor) combina la tradición romántica rusa con el estilo musical más revolucionario de Stravinsky, en una versión “con muchísima más danza”. Para Araiz , amante de Stravinsky y admirador del gran Nijinsky, este espectáculo es más que un homenaje a ese compositor y al ballet de Diaghilev: es un repaso por las estéticas que albergó su propia casa. Por ello, dentro de las mismas piezas el coreógrafo establecerá “un paralelismo entre la compañía de Dia-ghilev y el Ballet del Teatro Colón, que fue creado, en su origen, con el molde de los Ballets Russes”, cuenta el coreógrafo. Tras un suspiro que delata una expresión de deseo, remata: “La apertura estética de aquellos Ballets es algo que sería bueno para este teatro recuperar y fortalecer”.

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Oscar Araiz adaptó el triángulo de Petrushka: el títere es Nijinsky y el Moro es Diaghilev.
 
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