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Viernes, 10 de agosto de 2012

HISTORIETA  › MAñANA, JUNTO A PáGINA/12, LA EDICIóN Nº 70 DE LA REVISTA FIERRO

Al encuentro de los “Muñecos Grandes”

Así se llama la sección que publica el escritor y periodista Pedro Lipcovich. Los “relatos” pueden presentar desde un mitológico barrio de Once hasta misteriosos personajes ocultos.

 Por Lautaro Ortiz

La revista Fierro cumple mañana 70 ediciones mensuales junto a Página/12. Pero ese balcón no fue construido para poner flores, sino para apoyarse a mirar (admirar) un gran taller de ideas que, tal como parece decirse desde la portada, siempre se encuentra en estado de fuga. Porque en ese espacio (72 páginas a color) conviven la línea clásica de la historieta como “Botella al mar”, de Lito Fernández y Diego Navarro, junto con los autores que ya de nuevos tienen poco: Borges (Lucas Nine), Rispo (Parés), Tacuara (Santullo-Ginevra), El Pacto de Freud (Jok-Gervasio), Barrio Gris (Maicas-Spósito) o el maravilloso homenaje que el escritor Jorge Zentner junto a Kráneo realizaron sobre Moebius y su Arzack, son algunos ejemplos.

Acaso la sorpresa del número de agosto sea la saludable re-aparición de uno de los dibujantes más admirados de la historieta local: Félix Saborido, autor de aquel poster ya mítico que reza “¿Dónde está Oesterheld?” y que nunca se atrevió a firmar, aunque se sabe que sólo él pudo hacer caminar a aquellos personajes en busca de su autor, a la manera de los dibujantes que trabajaron con el guionista. Saborido regresa junto a guiones de Carlos Trillo en pequeñas historias (más bien ensayos, juegos, chistes largos) que ambos publicaron para el mercado europeo y nunca se editaron en el país. No sólo se ve el oficio de Trillo para jugar, sino la destreza de Saborido para hacer de su estilo “todos los estilos”: él es al mismo Pratt, Mandrafina, Cániff, Bernet, etc., lo que Trillo le pedía, Saborido podía hacerlo, y de manera excelente. Un lujo que, desde ahora, la Fierro se dará mensualmente.

Pero en esta edición invernal, el festejo se lo lleva la sección titulada “Muñecos Grandes” (siempre ilustrada por diversos y talentosos dibujantes), que desde hace 30 números viene escribiendo/ficcionando el escritor Pedro Lipcovich (1950). Al mismo tiempo que acaba de editarse su primera novela Desnichadores (aplaudida por Ricardo Piglia y Pablo Da Santis), este hombre de hablar pausado, de andar con pasos silenciosos por la redacción de Página/12, donde trabaja, capaz de hablar (si uno le pregunta) de la conmoción por la poesía, es el autor de libros como El nombre verdadero (1989), Muñecos chicos (2005), Unas polillas (que obtuvo el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 2009 y donde se incluye su admirable relato “Redaliz”, que recibió el Premio Internacional de Cuento Juan Rulfo).

No es fácil entrar en el mundo narrativo de Lipcovich; la puerta que nos entorna en sus historias debe ser empujada para saber si hay alguien o algo dentro. Es literatura que exige de un lector decidido a preguntarse qué hay detrás, qué se esconde a los ojos. Y eso pasa con los cuentos que mensualmente escribe para Fierro, que van desde el onírico y mitológico Once hasta las pinceladas de misterios y confesiones inesperadas de personajes ocultos.

–Desde la edición 40 de Fierro, usted viene publicando “Muñecos Grandes”, una serie de relatos (¿podemos llamarlos así?) que comenzaron en un barrio de Once casi mítico. ¿Cómo fue ese camino de búsqueda de un tono que haga partícipe de sus ficciones al lector de historieta?

–Al principio yo buscaba para esa sección algo concreto: un escenario, un lugar desde donde producir una serie de textos que tuvieran un nexo: entonces, la idea de un barrio de leyenda, el Once, que además es el de mi infancia. El lector de Fierro, en realidad, o la idea que me hago de él, se me fue haciendo más familiar con el tiempo. Es un lector muy interesante: a juzgar por las historietas que prefiere, tiene una particular sensibilidad artística; y está en relación con lo popular, pero esta relación no es inmediata como, pongamos, aquel lector de El Tony; es una relación compleja, quizá sofisticada, pero que no deja de ser verdadera y fundante de su lectura. Y afortunadamente el lector de Fierro no es un especialista en literatura: con él no tendrían cabida ciertos guiños o complicidades poco interesantes. Sobre si podemos llamar relatos a lo que escribo para Fierro, supongo que sí, aunque para mí la cuestión del género es complicada. Yo no me siento exactamente un narrador, y a lo largo de mi vida la escritura y sin duda la lectura de poesía me han acompañado. Siento que mis textos apuntan a un efecto que debiera poder anotarse en el orden de lo poético. Esto por supuesto no tiene nada que ver con la idea de una “prosa poética”, pero se trata de una narración impura.

–Entre los muchos temas que cruzan su obra, hay una constante en los relatos publicados en Fierro: el deseo, el erotismo, la pornografía, la sexualidad como un destino o como misteriosa amenaza. ¿Cuánto juega ese eje en tu escritura?

–No me gustaría quedar anotado como un autor cuya particularidad es que sus textos se jueguen en esos ejes. Por una parte, pienso que lo que enumerás en la pregunta podría admitirse para la condición humana. Entonces, la cuestión casi podría plantearse al revés: ¿cómo puede haber textos en los que estos temas no estén presentes? En todo caso, esos temas nunca son puntos de partida en mi escritura, sino que, a veces, el desarrollo del texto hace que se presenten.

–¿Cómo fue su experiencia como guionista de historieta? ¿Piensa estos relatos de hoy como pequeñas historias que podrían ser dibujadas?

–Efectivamente, yo escribí guiones para historieta en aquella revista tan linda que se llamó SexHumor. Trabajé para dibujantes como Peiró, Parissi, Ceo, Patricia Breccia. Los Muñecos son otra cosa: no los veo en relación con la historieta, tampoco los escribo pensando en su ilustración.

–En ocasiones dijo que le cuesta mucho escribir, encontrar el espacio para la creación. ¿Cómo le resulta esta tarea de hacerlo mensualmente? ¿La escritura de esos relatos sirvieron como detonante para posteriores ideas para sus libros?

–El relato mensual para Fierro me resulta una bendición: me trae, para la escritura literaria, la bendición periodística del cierre: más allá de toda dificultad, el texto tendrá que estar escrito porque hay una fecha de cierre. En cuanto a si la escritura de estos relatos me sirve como detonante para otros textos: no. Estos relatos tienen una finalidad en sí misma; a veces su escritura dispara ideas para otros Muñecos.

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Lipcovich entusiasma con sus textos a los fans de la historieta.
Imagen: Arnaldo Pampillon
 
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