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Miércoles, 28 de mayo de 2014

HISTORIETA  › SALIó EL SEGUNDO VOLUMEN DE SóNOMAN, DE OSWAL

Un superhéroe muy particular

El “hombre del Poder-Músico-Mental”, cuyas andanzas comenzaron en Anteojito, ya tiene nueva edición, que en su prólogo adelanta una tercera. Y aunque esta historieta de fines de los ’60 tenga elementos de la época, lo de su autor fue notable por su modernismo.

 Por Andrés Valenzuela

Durante años, Oswal y el mundo editorial no se pusieron de acuerdo. No, al menos, a efectos de recopilar la que muchos consideran su gran historieta: Sónoman, las aventuras del “hombre del Poder-Músico-Mental” que la revista Anteojito publicó durante una década y que luego tuvo algunos intentos por las suyas o en otras publicaciones, como Humi. Felizmente para los amantes de la historieta argentina clásica, Oswal –último premio a la trayectoria del movimiento Banda Dibujada– pudo conciliar con una editorial (Ediciones de la Flor). Así, hace un par de años apareció el primer volumen y ahora el segundo, cuyo prólogo ya insinúa un tercero.

Lo de Oswal en Sónoman es notable por varios motivos. Primero, por lo moderno de muchos de sus pasajes, tanto en composición como en la resolución que el autor de Quilmes encontraba para graficar las transformaciones en sonido de su protagonista o sus poderes derivados de la música, el ruido y los sonidos. En los tardíos ’60, el poder músico-mental era vanguardia pura, a la par con otras lejanas y paralelas incorporaciones del período como Spiderman en Estados Unidos.

A la distancia, desde luego, se pueden ver ciertos rasgos de época que hoy parecen desusados, como cierto abuso de la narración en off y hasta cierto didactismo ya dejado de lado en la historieta para niños. Oswal incluía muchas notas al pie en las viñetas explicando el significado de tal o cual palabra, si sentía que estaba por fuera de la experiencia de los niños de su época.

Además, lejos de los tortuosos superhéroes contemporáneos, Sónoman era diáfano, sus villanos tenían trajes coloridos, él mismo se convertía en sonido (representado con ondas de colores) para viajar, buscaba la bondad en las personas y recurría más al ingenio que al mero poderío sobrenatural para superar a sus contrincantes. Es más, muchos de sus rivales eran más muchachos que habían errado su curso que genuinos representantes de intenciones diabólicas. Muy lejos de la maldad genocida de otras obras actuales, como Wanted (ver Lanzamientos).

Por otro lado, lo de Oswal es uno de los acercamientos más genuinos y mejor logrados de la historieta argentina hacia los superhéroes, que anclaron poco en la producción local, mucho más proclive a otros géneros. Aunque el propio autor reniega de la etiqueta superheroica para su creación, el personaje tiene suficientes rasgos para asimilarlo al género sin traicionar su esencia.

En particular, este segundo volumen incluye los primeros encuentros del superhéroe contra El Ráfaga, un villano velocísimo, más interesado en el caos que en la maldad. Además, hay algunos encuentros con lo mágico y con criaturas del espacio exterior e incluso de otras dimensiones. Oswal recurre también a los viajes al pasado. Con un poco de ingenio, el quilmeño se las arreglaba para proponer una variedad excepcional de aventuras.

En cuanto a la edición, es interesante el apartado final con los comentarios del autor sobre cada una de las aventuras, tanto cuando en “Ju-dás” (con guión en el original) arriesga una reflexión para adultos en un contexto de época difícil, como cuando señala desde lo técnico los modos de producción de la época y cómo eso estimulaba sus decisiones creativas y de coloreado (que aquí fue rehecho digitalmente). En resumen, un libro que demuestra que a veces un plumín es la mejor orquesta.

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