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Martes, 27 de diciembre de 2005

EL AÑO DE LA DANZA

Un baile para las grandes estrellas

Los 80 años del Ballet Estable del Colón dieron el tono de un año con brillo propio.

Si hubiera que nombrar al protagonista de la danza argentina durante 2005, no sería una persona sino un lugar: el Teatro Colón. Y lo fue por varias razones, además de la de poseer uno de los cuerpos de baile más numerosos de Latinoamérica y el mundo y de conservar las antiguas joyas del ballet tradicional clásico en tiempos en que los bailarines y el público se vuelcan hacia la danza contemporánea. Una de ellas fue haber sido, a lo largo de todo este año, el centro de atención de los medios de comunicación por sus 39 paros, sus inacabables conflictos gremiales y la provisoria suspensión de la temporada que amenazó con dejar al público sin funciones hasta fin de año. Pero la principal fue que su Ballet Estable cumplió su aniversario número 80 y, para festejarlo, el Colón reunió a las principales figuras de la danza argentina de los últimos tiempos, hoy estrellas de algunas de las compañías más importantes del mundo.
Julio Bocca, Maximiliano Guerra, Paloma Herrera, Marianela Núñez, Eleonora Casano, Hernán Piquín, Cecilia Figaredo, Luis Ortigoza y Marcela Goicoechea regresaron al teatro donde dieron sus primeros pasos para presentarse todos juntos, en un evento único. Una gala en la que se repasó la historia del ballet argentino, en un homenaje a las principales figuras que hoy ya no están. Y que permitió al público no sólo disfrutar del espectáculo ofrecido por los iconos de la danza nacional sino también comparar su performance con la de los jóvenes talentos cuya carrera está en ascenso. Si tanto Bocca como Guerra demostraron que aún son los número uno, cada uno en su estilo –el primero combinando el tango con el lirismo y el segundo luciéndose con sus saltos con un perfil más clásico– y otros demostraron lo contrario (Eleonora Casano), el estallido del público se produjo sin duda con una pareja menos conocida pero definitivamente explosiva: Hernán Piquín y Marianela Núñez, actual primera bailarina del Royal Ballet de Londres con tan sólo 23 años, ambos expresiva y técnicamente deslumbrantes durante su interpretación del famoso pas de deux de El corsario. Tal vez la única estrella del ballet argentino ausente esa noche haya sido Iñaki Urlezaga, que sin embargo se presentó durante 2005 en dos oportunidades en ese mismo escenario, primero junto a la española Tamara Rojo y su compañía Ballet Concierto, y luego como bailarín invitado para cerrar la temporada con Giselle. Un año con muchas estrellas para el Colón, cuyo Ballet Estable quedó a cargo de Oscar Araiz, quien al tomar la dirección expresó su voluntad de conservar el repertorio clásico aunque permitiéndose ciertas licencias de estilos y lenguajes.
Por su parte el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, bajo la dirección de Mauricio Wainrot, tampoco se quedó atrás, presentándose por primera vez junto a Paloma Herrera en el Luna Park y trabajando con coreógrafos invitados como Roxana Grinstein, Gustavo Lesgart y Roberto Galván. Y si de presentaciones excepcionales se trata, también habrá que destacar el retorno de Marianela Núnez junto al brasileño Thiago Soares que protagonizaron El lago de los cisnes junto al Ballet del Teatro Argentino de La Plata, la llegada de los argentinos Ortigoza y Goicoechea –primeras figuras del Ballet de Santiago de Chile– que se lucieron en Carmen en versión de Marcia Haydée y la extraordinaria presentación del Hamlet Ruso, con el Ballet de San Petersburgo con Julio Bocca a la cabeza. La escena local, en el campo no oficial, tuvo también sus brillos. El Ballet Neoclásico de Buenos Aires, dirigido por Guido De Benedetti, desarrolló una importante actividad, albergando a figuras del Colón que buscaron seguir trabajando a pesar de la suspensión de ensayos y funciones de su compañía. También fue un año prolífico para Ana María Stekelman que festejó el aniversario número 12 de Tangokinesis con su espectáculo Cotillón, y preparó Báthory y otras coreografías para Bocca. Mientras tanto, este último se permitió reírse de la danza clásica bailando textos de Les Luthiers. Otros festivales, como Cocoa x Cocoa, Cambalache o el Encuentro Bs. As. Danza Independiente, a cargo de Prodanza, que se realiza desde 2003 todos los años impares, brindaron espacios para los pequeños grupos autogestivos y el VII Festival Internacional de Video Danza significó un paso más en la constitución de esta nueva disciplina.
Finalmente, si en la danza argentina de los últimos tiempos primó el trabajo a partir de un argumento (De Benedetti, Araiz), la combinación del clásico y contemporáneo con el folklore urbano y rural (Stekelman, Wainrot, Fracchia) y la exploración en teatro-danza (El Descueve y Grupo Krapp), el último FIBA puso de relieve –con la presentación de los extranjeros Pierre Rigal (Erection) y Petra Haverova (Night Moth)– el auge del movimiento combinado con nuevas tecnologías. Será cuestión de esperar para ver si esta tendencia europea se imprime, devaluación mediante, en la escena local.

Informe: Alina Mazzaferro.

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Maximiliano Guerra fue una de las figuras más destacadas.
 
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