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Sábado, 8 de agosto de 2009

ENTREVISTA AL QUENISTA Y COMPOSITOR TUKUTA GORDILLO

“Traemos algo genuino”

Difusor de la cultura de la Quebrada, es uno de los protagonistas de la muestra Tilcara, la buena tierra, en el C. C. Borges. Además de tocar, propone concientizar sobre el cuidado de la naturaleza.

 Por Cristian Vitale

Macarena y Martina, hijas de Tukuta Gordillo, habrán escuchado un sinfín de veces estas historias: la del padre de su padre, un coracero boliviano que cayó prisionero de las fuerzas paraguayas en la Guerra del Chaco y volvió en el tren de la muerte; la del padre de su abuelo, un zambo nacido en Puno (Perú) que abrillantó el oído musical del nieto; o la de la madre de su padre, cocinera boliviana pionera en seducir con exquisiteces del NOA al incipiente turismo de Tilcara. Tukuta sigue: “A veces me llegan cheques con ese nombre, pero no me llamo así ¿eh? –sonríe–. Yo me llamo Saturnino, como mi padre”. Es que Saturnino padre es un pedacito de historia. A los 17 años se alistó en el ejército boliviano y una esquirla lo mandó herido y rehén a Asunción. “Cuando la guerra terminó, lo subieron a ese tren del que Héctor Tizón habla en sus cuentos y tuvo que pasar por la Quebrada. Eran trenes de carga muy tristes, llenos de zaparrastrosos, a los que ninguna niña empolvada esperaba, salvo los bolivianos y algún quebradeño solidario.”

La evocación no es aleatoria, porque cuando Gordillo padre atravesó la quebrada era tiempo de flores y frutos –carnaval– y algo más que las tunas y el queso de cabra le quedó en el alma: un paraje maravilloso. Recuperado de las dolencias, Saturnino cruzó la frontera “un poco caminando, un poco en camión” y se instaló en Maimará. De no haber sido por la travesía, Tukuta no habría nacido allí y esta historia, tal vez, no podría ser contada, porque lo que trae este músico, compositor y difusor de la Quebrada a Buenos Aires es una síntesis de lo que vio y sintió durante 57 años allí, en los bordes de Tilcara. “Vamos a mostrar la honra a la Pachamama, porque somos militantes de la causa indígena desde la visión de la naturaleza cósmica”, dice el hombre.

La muestra Tilcara, la buena tierra se expone los sábados y domingos de agosto en el C. C. Borges y, además de su actuación, contará con las de los hermanos Tolaba –dos músicos pastores de 14 y 15 años–, un grupo de danza étnica y un brazo infantil (“Bien amada Pachamama”) que se dará los domingos, tres horas antes de la función principal, con el fin de concientizar a los más chicos sobre el valor de cuidar la naturaleza. “A los chicos hoy se les habla de no tirar papelitos o botellas en la calle, pero no se les dice nada del daño que hacen esos tipos que abren los caños de ácido en las minas y envenenan el agua y la tierra, como en Abra Pampa o Palpalá. Hay una mortalidad muchísimo mayor que por la gripe A, y es perverso que no se sepa, hermano –se enciende Tukuta–. A los chicos hay que decirles ‘changuito, cuidá el agua, porque en el mundo no hay una sola persona que haya vivido sin agua’. Ni los japoneses ni los alemanes ni los norteamericanos pueden vivir sin agua, sin aire, sin tierra y sin sol. El indio Churqui se lo va a explicar.” El Indio Churqui es una marioneta de 90 centímetros construida por el “luthier de marionetas”, Inti Patiño, que irá explicando, a través del juego, el valor de las cosas naturales. Sigue el quenista: “No venimos a levantar estadios ni a enloquecer al público... sólo a mostrar una música genuina, para grandes y para chicos, que late en la piel de los quebradeños. Nosotros pensamos: ¿cómo han vivido 10, 20 mil años nuestros antepasados en la Quebrada? ¿Han vivido a las trompadas o han vivido en armonía?”.

–¿Hace falta aún una intención reivindicativa sobre este tema?

–Más bien una intención de mostrar en base a una copla que también decía Atahualpa Yupanqui: “No se ama lo que no se conoce y tampoco se defiende lo que no se ama”. Hoy, en este hormiguero patiao, como diría el Cuchi Leguizamón, donde las imitaciones son lo top, nosotros proponemos algo para salir de esta desolación. Con los changos nos hemos planteado traer una cosa genuina, como las bandas de sikuris de Tilcara, que tienen milenios. No soy yo quien tiene que reivindicar esto, sino el hecho cultural: los miércoles de Semana Santa bajan cinco mil sopladores de sikus de caña, después de tres días de peregrinación. ¡Más genuino imposible! Eso es nuestro. Que no lo quieran reconocer, que quieran industrializar la cultura o folklorizar lo étnico, me parece bárbaro, pero que lo hagan desde acá.

Gordillo es un formidable quenista que trabajó 12 años en la banda de Jaime Torres, 14 como difusor de la música andina por Japón, y algunos más como parte del Cuarteto de Los Andes, además de haber grabado o tocado con Divididos, Tomás Lipán, Mercedes Sosa y Domingo Cura, entre otros. Pero el personaje sobre el que vuelve una y otra vez, además de su padre, es su abuelo Félix: “Cuando llegó a Tilcara, el folklore era visto como cosa de borrachos. Antes, andar con una guitarra, un siku o una quena era difícil. Entonces, él se dedicó a tocar la armónica, que tiene casi la misma estructura que el siku, y se nutría escuchando radio. Cuando yo venía de la escuela ponía la radio y escuchábamos. Incluso, una que me abrió el corazón a esto, la Huanuni, cuyo slogan era ‘la voz del sindicalismo minero’. Ahí pasaban toda esa música étnica... de las cantoras, las bandas de sikuris, los charangos ¡en el ’40! Ahí decidí mostrar eso, vi como un sendero. Vi que lo mío iba a estar relacionado con la música”.

–Y un plus militante...

–Que la naturaleza no tiene castigo... tiene consecuencias. Si mañana no llega a salir el sol, Bill Gates y el viejito que está comiendo un bizcochito a la salida del mercado de Tilcara se mueren igual. ¿Qué puede hacer el poderío económico? ¿Transformar el agua y bañarse con Coca-Cola?

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Tukuta, activista de la causa quebradeña, con una historia familiar de lucha y exilio.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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