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Domingo, 21 de noviembre de 2010

ENTREVISTA A HAL HARTLEY EN LA MUESTRA MARPLATENSE

“Me gusta experimentar”

Icono del cine independiente estadounidense, el director de La verdad increíble y Confía en mí desapareció de las carteleras, pero siguió produciendo una obra fuera de norma, como lo evidenció su retrospectiva integral a orillas del mar.

 Por Ezequiel Boetti

Desde Mar del Plata

Matthew se asoma con demasiada frecuencia al abismo del suicidio. Es como un boy scout; siempre listo para partir. Hasta planeó la forma de hacerlo: inmolándose con una granada. “Siempre llevo esto conmigo por si acaso”, le dice a María mientras le enseña el artefacto. Impávida, ella apenas parece sorprenderse, como si encontrar hombres portando armas de guerra en sus bolsillos fuera parte de la rutina. Esa escena, una de las primeras de Confía en mí (Trust), bien resume la esencia del cine de Hal Hartley: personajes conflictuados e insatisfechos con ellos y con el mundo, siempre al borde de la depresión eterna, a los que podría anunciárseles el Apocalipsis y permanecerían inmutables, ajenos. Son criaturas paradigmáticas del estilo deadpan. Compuesta por diez largos, once cortos y un mediometraje, la retrospectiva integral que ofrece el Festival de Mar del Plata es una buena ocasión para acercarse al cine de uno de las grandes promesas del cine independiente norteamericano de los ’90, al que el tiempo y los cambios de estilo y tono de sus films le jugaron en contra borrándolo de los primeros planos cinematográficos.

“Dejé de ser popular”, dice sin resignarse en una entrevista con Página/12. “No les gusté más a los franceses. Y si una película de este estilo no les gusta, difícilmente sea distribuida. Mis primeras tres realizaciones les encantaron y después pararon”, justifica el director, guionista y productor, que ayer brindó una charla abierta en el Teatro Provincial. El tríptico al que refiere este neoyorquino de 51 años está compuesto por La verdad increíble (1989), Confía en mí (1990) y La última oportunidad (1992). Hermanadas por estilo (el mencionado deadpan) y temática (la conflictividad existencial), tenían además el abordaje de historias “de gente que busca algo y a causa de eso se producen los problemas”, según él mismo analiza. Pero todo cambió a partir de la incursión en los códigos genéricos del policial que practicara en Amateur. “Si las primeras películas eran sobre personajes que luchaban por no estar ni sentirse solos y todo estaba más centrado en los conflictos familiares, acá sumé más factores que intentan separarlos”, razona.

–¿Es posible alejarse de la industria, hacer un cine auténticamente independiente?

–Probablemente en Internet sí. Siempre me resulta sospechosa la cuestión del cine independiente. Una parte de mi cabeza piensa como empresario y sé que la naturaleza de los negocios es la interdependencia. Se necesita confiar en otra gente para hacer cosas juntos. Pero en el caso de las ideas y del cine uno trata de mantener el control. Yo estaba haciendo films que sabía que no iban a resultar populares y para mí eso era algo bueno. Cuando uno no tiene que soportar el peso de ser popular puede darse el lujo de hablar de ciertas cosas más en profundidad.

–¿Pero en ningún momento sintió la necesidad profesional de entrar a la industria?

–Pero la industria es maleable y la podés utilizar para tus propios propósitos. Realmente creo que uno puede aprovecharlo. Yo podría ser un ejemplo de eso: no soy rico y puedo hacer cine igual.

–La mayoría de sus films están protagonizados por el mismo grupo de actores (Martin Donovan, Robert John Burke, Parker Posey, entre otros). ¿Eso se relaciona con la cuestión del control que mencionaba antes?

–Indirectamente. Es parecido a una banda de rock donde hay que encontrar un grupo de gente que entienda lo que uno quiere hacer. Si algo funciona, uno quiere seguir con ese método. Además sabíamos que nos metíamos en un terreno misterioso, no estábamos haciendo un producto que la gente esperaba, como hacen la mayoría de las películas. A mí me gustan esos films, pero no es lo que me interesa hacer. La utilización de la industria es una posición política y una actitud hacia la vida y la gente. Es diferente si hacés manufactura de entretenimiento popular.

–La segunda parte de su filmografía tiene varias aproximaciones a los géneros cinematográficos, algo que no ocurre durante la primera. ¿A qué se debió ese cambio?

–No fue realmente un cambio. En esa época estaba interesado en buscar algo distinto en los géneros, que permiten ser poético sin ser aburrido. Yo estaba interesado en que la comedia pudiera convivir con un espíritu filosófico.

–¿Es más difícil abordarlos de esa forma?

–No para mí, pero tuve que ver muchos films de género. Aún cuando uno quiere usar el género para su propio propósito y vaya a jugar un poco con ellos es necesario conocer la gramática y saber cómo construirlos.

–Pero los géneros son el paradigma de Hollywood como industria. ¿No hay una contradicción entre ellos y su concepción del cine?

–No, a mí me gusta mucho el cine clásico. Mis propios actores tienen la apariencia de las estrellas de la década del ’40 o ’50. El clasicismo es parte de nuestra herencia y yo disfruto mucho de esas películas. Muchas veces son la inspiración para darles ritmo a los diálogos. No creo que sea contradictorio, más bien es paradójico. Y por eso me resulta divertido.

–Es decir que cine industrial e independiente no se enfrentan sino que se complementan.

–Insisto con las sospechas en la concepción del cine independiente. Todas mis realizaciones tuvieron inspiración en las grandes películas de Hollywood.

–¿Usted sería la tercera posición?

–No, creo que estoy en el ghetto. El ghetto no es tan malo (risas).

–¿Nunca pensó en volver a las temáticas iniciales?

–Creo que nunca me fui demasiado. Las tres primeras películas tenían una historia de amor entre jóvenes, pero no puedo seguir haciendo lo mismo toda mi carrera. Cuando uno tiene más de cuarenta o cincuenta siente ganas de hacer películas generacionalmente más cercanas a uno.

–Eso no ocurre demasiado en Hollywood. Muchos encuentran una línea y la siguen toda la carrera.

–Pasa en todo el mundo: en la música, en la literatura, en el arte en general. Para mí el placer de la creación tiene que ver con descubrir cosas nuevas, experimentar e ir más allá. Es lindo ser popular, a todos nos gusta, pero eso no puede convertirse en prioridad, porque si no se hacen productos de manufactura de mala calidad.

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“Dejé de ser popular”, dice sin resignarse Hal Hartley.
 
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