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Viernes, 31 de marzo de 2006

ENTREVISTA CON LA ARQUITECTA SILVIA FAJRE, FLAMANTE MINISTRA DE CULTURA DEL GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

“No queremos cultura oficial sino diversidad y contenidos”

Era hasta ahora subsecretaria de Patrimonio Cultural, pero en su nuevo gabinete Jorge Telerman la nombró ministra de Cultura, un área clave en el circuito porteño. Fajre desarrolla aquí su idea de cultura como “factor de integración social” y rechaza la noción de que la producción cultural deba obedecer a “una línea oficial”.

 Por Silvina Friera

Su llegada a uno de los cargos más preciados de la flamante administración de Jorge Telerman podría ser la crónica de una revancha anunciada. Hace casi tres años era “la candidata” a la Secretaría de Cultura del por entonces vicejefe de Gobierno, pero Aníbal Ibarra decidió que fuera Gustavo López, y a ella le dio un espacio como subsecretaria de Patrimonio Cultural. Pero a la arquitecta Silvia Fajre no le gusta pensar el Ministerio de Cultura –cargo que asumió el martes pasado– como una venganza o un “ajuste de cuentas” de los tiempos políticos de la ciudad, después de la destitución de Ibarra. Aún le cuesta acostumbrarse a que la llamen ministra –“suena raro, ¿no?”, dice con una tonada tucumana que no se corrompió, aunque vive en Buenos Aires hace treinta años–, pero promete un mayor despliegue e intensidad en la gestión cultural. Recursos no le faltan: para este año contará con un poco más de 265 millones de pesos. Sabe que los desafíos no son menores de cara a una buena porción de la ciudadanía adiestrada en las ofertas culturales. Y admite que hay mucho por hacer para que la producción y circulación de los bienes culturales sea más inclusiva e igualitaria. “Hay que propiciar y sostener todas aquellas actividades que no son muy rentables, pero que resultan absolutamente válidas. La función del Estado es tratar de achicar las inequidades y generar una malla de integración y contención. Y eso no lo puede hacer el privado que actúa en función del mercado”, plantea Fajre en la entrevista con Página/12.

La flamante ministra optó por hacer lo que ella llama “ajustes de carácter menor” para “optimizar y agilizar la gestión”. La acompañarán la arquitecta Nani Arias Incollá en la Subsecretaría de Patrimonio y Roberto Di Lorenzo en la Subsecretaría de Promoción Cultural. Otra de las novedades es que los centros culturales San Martín y Recoleta, el Complejo teatral de Buenos Aires y el teatro Colón dependerán directamente del ministerio (ver aparte).

–¿Cuáles son los proyectos inmediatos del área?

–El primero es el Festival de Cine Independiente, que se ha convertido en uno de los eventos más esperados en la ciudad. Se exhibirán casi 450 películas entre cortos y largometrajes. Y después vendrá una sucesión de actividades que ya estaban programadas; hay toda una política en marcha que viene de la gestión anterior y la idea es mantenerla, pero dándole mayor despliegue y mayor intensidad a la gestión. Y propiciar, por supuesto, que todo esto que estamos haciendo sea comunicado de la mejor manera posible.

–¿Encontró fallas en la comunicación?

–No, pero muchas veces hay tantas actividades programadas que al ciudadano le resulta difícil absorber esa cantidad de información. Estamos pensando en articular más la página web, el suplemento cultural y las noticias de prensa. Uno de los problemas que detectamos es que mucha gente no sabe que existe una página web. La cuestión es que hay una producción cultural muy fuerte no sólo del gobierno sino del resto de la sociedad. Uno de los grandes desafíos que tenemos por delante es que la información llegue a todos para que puedan elegir, para que vengan aquellos que nunca han visto un espectáculo.

–¿Y qué otros desafíos tiene el área a su cargo, ahora que tiene rango ministerial?

–Los desafíos en cultura son múltiples. No quiero que haya una cultura oficial sino que el Estado produzca muchos contenidos, incentive todas las expresiones culturales, genere productos de mucha calidad y estimule la producción privada. Uno de los desafíos más significativos es lograr que se entienda que la cultura es una herramienta de integración social, un factor de inclusión y una de las marcas de la ciudad, algo que se vio muy claramente en la crisis del 2001. Para la sociedad, la cultura fue un lugar de refugio, de identidad y de resistencia, y creo que eso no es un tema menor. Me parece que tenemos que desplegar todos aquellos programas que apunten a la inclusión. Junto con la educación, la cultura es un poderoso factor de cohesión social.

–¿A qué se refiere cuando habla de cultura oficial? ¿Está aludiendo al uso de la cultura como propaganda política en otras gestiones?

–No. Hay distintos modelos de gestión cultural. En uno de los modelos, la mayor parte de los contenidos están diseñados por los privados y el Estado, simplemente, subsidia, acompaña, orienta, como se hace en los Estados Unidos. Hay otro más estatal, como es el de Francia. Pero el nuestro es un modelo mixto, en el cual el Estado pone un montón de contenidos, pero trabaja con lo privado, tratando de que las diversidades y expresiones que nacen del mundo privado cobren vuelo. Por eso muchos de los programas que realiza la secretaría son incentivos a otras actividades privadas, por ejemplo el Fondo de Cultura BA. Cuando digo que no quiero una cultura oficial, me refiero a la homogeneidad, porque nuestra tarea es reconocer las diversidades de las expresiones culturales.

–En este modelo de gestión mixta, ¿cuáles son las facultades que el Estado no cede a los privados?

–Una de las facultades indelegables del Estado es la protección de su patrimonio, pero no lo puede hacer solo. Nunca va a haber una gestión lo suficientemente exitosa y legitimada si no la hace con sus propios vecinos. El Estado tiene que propiciar y sostener todas aquellas actividades que no son muy rentables, pero que resultan absolutamente válidas. La función del Estado es tratar de achicar las inequidades y generar una malla de integración y contención. Y eso no lo puede hacer el privado que actúa en función del mercado.

–Pero a pesar de que el Estado intenta integrar, hay una asimetría entre la zona norte y sur de la ciudad que tiene una enorme gravitación en las políticas culturales. ¿Cómo trabajará la cuestión de la equidad?

–Todo lo que hemos hecho para romper esta diferencia ha mejorado, aunque es cierto que todavía queda mucho por hacer. La política de bibliotecas fortaleció el libro de texto en la zona sur. Estudio Abierto desacraliza el arte y lo saca de los ámbitos cerrados para llevarlos a la ciudad como un lugar de encuentro. Y esto no es un tema menor. Cuando se hizo en la Boca, hubo una confluencia de públicos absolutamente distintos, tanto en edades como en clases sociales, compartiendo algo. Si vos me decís que hace falta integrar más, te digo que sí, pero en una condición diferente. Hay que llevar, pero también hay que traer actividades de mucha calidad que se generan en barrios de menores recursos. Las orquestas juveniles, integradas por chicos de las villas, son productoras culturales que tenemos que acercarlas a espacios más emblemáticos de la ciudad. Es una tarea difícil porque hay mucha gente que nunca fue a un teatro. ¿Cómo hacer para que habiendo ofertas teatrales de todo tipo esa persona vaya a una sala? Hay que empezar con el teatro que se hace en clubes, en los barrios, y si le gustó, si disfrutó, va a salir a buscar otras propuestas.

–¿Plantea su gestión en términos de continuidad o de ruptura respecto de su antecesor?

–Por el tiempo que tenemos, 18 meses, vamos a desarrollar todos los programas que están diseñados, quizá desplegando más algunos que otros. No quiero perder tiempo y repensar programas que ya están preparados; estas cosas no se improvisan y no apunto a la improvisación. Al contrario, una de las cuestiones que voy a fortalecer es cómo capacitar más todavía en gestión cultural a todos los cuadros del ministerio, que son muy buenos, pero que muchas veces necesitan una capacitación, un plus. Trabajar en cultura es algo absolutamente apasionante, si se lo entiende más allá del tema del evento cultural, si se lo piensa como un proyecto a largo plazo, si se mira hacia un horizonte que va más allá de la gestión, si seconstruyen políticas de Estado. Si me preguntás cuál sería mi aspiración, te diría que me encantaría que la cultura formara parte de la vida cotidiana de la gente.

–¿Hoy no forma parte?

–En algunos sectores no. Nos falta trabajar mucho. La televisión forma parte de la vida cotidiana de la gente y a lo mejor no así el teatro, la visita a un museo o la lectura de un libro. Aunque en estos últimos seis años hubo un incremento muy significativo de asistentes a los museos y a los centros culturales, siempre hay más por hacer. La cultura te defiende y le da sentido a la vida. No la concibo como una adición, la entiendo como algo esencial.

–Hace diez años, un cargo cultural era considerado lo más parecido a un “premio consuelo”. ¿Por qué ahora se cotiza tanto ser secretario o ministra de Cultura?

–Es cierto que antes no tenía tanta relevancia, pero ahora la cultura ocupa un lugar importante en la agenda pública. Esto no quiere decir solamente en el gobierno, significa que hay una sociedad que le da un lugar simbólico destacado. Durante la crisis de 2001, la gente era capaz de resignar otros consumos, pero no quería resignar cultura. Tengo que reconocer claramente que la gestión de Jorge Telerman, en la Secretaría de Cultura, le dio un gran desarrollo y una instalación muy alta a las políticas culturales.

–Usted era la candidata de Jorge Telerman, pero Ibarra optó por el ex secretario Gustavo López. ¿Lo toma como una revancha ser ministra?

–No, de ninguna manera. Aunque estuve entre los candidatos, siempre pensé que el jefe de Gobierno tenía que decidir de acuerdo a su criterio, y tanto Gustavo como yo podíamos ocupar ese lugar. En definitiva, es una decisión política, es una de las facultades que tiene el jefe de Gobierno. Me parecería triste pensar en términos de revancha el hecho de ser ministra de Cultura.

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Fajre contará con un presupuesto de 265 millones de pesos anuales.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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