Cada vez que se asocia su idea con un Buena Vista Social Club tanguero, Gustavo Santaolalla recuerda que ya había hecho antes con León Gieco De Ushuaia a La Quiaca, y que la cosa viene por ahí. En este Café de los maestros reunió a las mayores glorias vivas del tango, y los puso a tocar, arreglar y dirigir junto a algunos de los mejores músicos de la nueva camada. El resultado fue un disco doble que sorprendió el año pasado, y que se llevó el premio Carlos Gardel a la mejor Orquesta de Tango. Ahora, el proyecto continúa con un libro con entrevistas y fotografías a los protagonistas de este Café, editado por Retina. Y hay más: habrá un gran concierto en agosto en el Colón, y una película que recoge la experiencia.

En la presentación del libro, en la librería El Ateneo, estuvieron sus autores, la periodista Irene Amuchástegui y los fotógrafos Nora Lezano y Sebastián Arpesella. También Santaolalla (devenido megaestrella tras ganar el Oscar por la música de Secreto en la montaña), Gustavo Mozzi –productor del proyecto–, y muchos de los maestros tangueros: Horacio Salgán, Leopoldo Federico, Mariano Mores, Virginia Luque, Emilio Balcarce, Ernesto Baffa, Carlos García, Gabriel “Chula” Clausi, Osvaldo Requena, Fernando Suárez Paz, Oscar Ferrari, Juan Carlos Godoy, Alberto Podestá, Carlos Lázzari y Aníbal Arias, entre otros. Juntos lograron una foto inusual en un género que históricamente no siempre estuvo abierto a encuentros y cruces, y entre el público hubo quien lo recordó. Pero ya hay algunas bajas: la cantante Nelly Omar, que se lució en el disco con una versión de Viejo jardín, junto a un cuarteto de guitarras, le entabló un juicio a Santaolalla por una grabación anterior, que aún no fue editada. Por supuesto, la cantora nacional no estuvo en la foto, ni aparece retratada en el libro.

Más allá de este desencuentro que el productor y la cantante tendrán que solucionar, el libro está sustentado por muchas horas de trabajo junto a cada uno de los personajes retratados, algo que se evidencia en la cercanía que logran tanto los textos como las fotografías. Amuchástegui (autora de varios libros anteriores sobre el género) logra meterse en la historia y el presente de los maestros, dando lugar a sus voces con respeto y conocimiento del tema, y con una sensibilidad que guía sus entrevistas. El libro se completa con un capítulo sobre los orígenes y la evolución del tango y un apéndice de referencias.

Lezano y Arpesella, dos fotógrafos reconocidos en el ambiente del rock, sintetizaron su experiencia durante la presentación: “¡Estos músicos son más rockeros que unos cuantos!”. Su trabajo implicó jornadas de trabajo de más de doce horas diarias, durante meses, hasta llegar a este resultado, siguiendo a los maestros durante la grabación y las entrevistas, en sus casas o en distintos bares de la ciudad.

“Es un sueño poder compartir este viaje con los maestros”, agradeció a su turno Gustavo Mozzi. “Si hay algo a lo que cada uno de estos artistas debe su singularidad, es a que aún siguen corriendo riesgos creativos, hasta el día de hoy”, resaltó. Santaolalla agradeció a los músicos “no sólo por su música y genialidad, sino por el cariño y el afecto con que me trataron”. El cumplido fue devuelto por Virginia Luque: “Formar parte de esta experiencia fue tocar el cielo con las manos. Gracias, Gustavo, por todo lo que has hecho y estás haciendo por nuestra música”. El proceso de reclutamiento de las figuras es descripto en el capítulo que introduce el libro: “La primera vez que fuimos a hablarle del proyecto a Mariano Mores, nos dijo: ‘les deseo mucha suerte’ y nos mandó de vuelta a casa”, ejemplifica Santaolalla. “Al final, terminó instalado en el estudio y absolutamente copado.”