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Viernes, 27 de diciembre de 2013

MURIó AYER, A LOS 97 AñOS, EL DOCTOR TANGALANGA

Una voz bizarra en el teléfono

Se dio a conocer por el boca a boca y sus primeros casetes circularon subterráneamente en los años ’80. Pero después sus llamadas tan hilarantes como absurdas a incautos circunstanciales llegaron al disco, al teatro y a la televisión.

 Por Karina Micheletto

Ayer, a los 97 años, falleció Julio Victorio De Rissio, más conocido como el Doctor Tangalanga, aquel humorista que se hizo conocido por las bromas telefónicas que gastaba a desprevenidos interlocutores, elegidos al azar. Tangalanga fue una figura popular de un tipo de humor under de los ‘80, todo un fenómeno que comenzó dándose a conocer por el boca a boca y que terminó en la edición de una cantidad de casetes, volumen tras volumen, su participación en la tele y hasta en una película, o una alusión a sus gastadas en una canción de Spinetta. Para los que atravesaron aquella década, Tangalanga es, además del recuerdo de un tipo de humor, todo un símbolo de una época habitada por casetes, teléfonos con disco y guías de telefónicas en papel. Tangalanga murió en el Sanatorio Otamendi, pocas horas después de ser internado como consecuencia de diversos problemas de salud, informaron voceros de ese centro médico.

Aunque el humor de Tangalanga apareció en los ’80, alguna vez el comediante contó que todo había empezado en los ’60, como una manera de entretener a su amigo Sixto, que convalecía de una operación. El método era simple: llamaba por teléfono a un número cualquiera y tomaba de punto a su interlocutor ocasional, haciéndolo entrar en cólera de a poquito, podría decirse artesanalmente, hasta hacerlo estallar en toda clase de epítetos soeces que Tangalanga sabía contestar con calma zen, otro de los ganchos de su puesta. Las víctimas escogidas eran, por lo general, pequeños comerciantes: dueños de gimnasios, fábricas de pastas, farmacéuticos, masajistas. Tangalanga empezaba reclamándoles con amabilidad por algún servicio fallido, hasta que en un momento dado colocaba un término fuerte, llevando el resto de la conversación al caos y al absurdo.

Tenía algunas rutinas que, repetidas como un código compartido, eran parte de la diversión: referir a un sobrino suyo o a un tío de Bahía Blanca como damnificados en alguna transacción, desafiar al interlocutor a una pelea a golpes de puño en alguna dirección precisa. A veces el tono subía: ponía en duda la moral del que estaba del otro lado del teléfono, deslizaba acusaciones como que en alguna cancha de papi fútbol los chicos eran “acariciados” por los responsables del lugar. La respuesta, claro, también se elevaba de tono. Se identificaba con diversos nombres y cuando su interlocutor le pedía un número telefónico de referencia, comenzaba dictando dígitos normales para luego pasar al disparate agregando números infinitos, restas, divisiones, números romanos.

Las bromas pesadas de Tangalanga comenzaron a ser conocidas a fines de la década del ’80, a través de casetes grabados que circulaban de mano en mano. Pero pronto pasaron de lo casero a la industria discográfica con la edición de Los llamados telefónicos del Dr. Tangalanga, una serie que alcanzó nueve volúmenes, Los llamados inéditos del Dr. Tangalanga, con cuatro volúmenes, Dr. Tangalanga: Cuentos con amigos y otros tantos, que vendieron más de 250.000 copias oficiales y obtuvieron Discos de Oro.

La identidad de este “Doctor” al que nadie había visto el rostro era un misterio bien guardado, hasta que alguna nota periodística –cuya foto escamoteaba sus facciones– y la convocatoria de Jorge Guinzburg para que actuara en Peor es nada, en 1994, acercaron algún indicio. Ese programa fue el espaldarazo para ampliar su fama, que se extendió al ciclo de Susana Giménez y hasta a una incursión cinematográfica en el largo de animación argentino El sol (2009), de Ayar Blasco, proyectado en el Malba, donde su voz se escuchaba junto a las de otros actores. En sus apariciones en televisión, siguió ocultando sus rasgos con un bigote y una barba postiza, además de un gorro con visera. Siempre se presentó públicamente de esta manera.

Aunque tenía guiños y marcas muy locales, el humor de Tangalanga cruzó el Río de la Plata y se afincó en Uruguay, donde cosechó fanáticos, al igual que en Chile, México y la colonia latina de Estados Unidos. Entre sus fans reconocidos figuraba Luis Alberto Spinetta, que incluyó su voz sampleada en la canción “Lago de forma mía”, del álbum Pelusón of milk (1991), además de David Lebón, Diego Arnedo y la banda El Otro Yo. Ayer, cuando murió, en YouTube se acumularon las visitas a los diferentes videos con “La mejor llamada de la historia”, y en Twitter Tangalanga fue trending topic.

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Tangalanga se hizo particularmente conocido entre músicos de rock, entre ellos Spinetta.
 
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