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Jueves, 15 de mayo de 2014

PABLO TRAPERO PRESIDE LA SECCIóN UN CERTAIN REGARD

“El cine argentino siempre tiene cosas para decir”

El director de El Bonaerense y Leonera es la cabeza de la sección paralela más importante del Festival de Cannes, casi a la altura de la Competencia Oficial. “Es un reconocimiento a mi trabajo, a mis películas y a lo que ellas han hecho en todos estos años”, asegura.

 Por Oscar Ranzani

Si bien presentó cuatro películas propias en el Festival de Cannes y también una colectiva en la que participó, Pablo Trapero vivirá a partir de hoy una experiencia novedosa en la muestra más prestigiosa del mundo: el cineasta argentino presidirá el jurado de la sección competitiva Una Cierta Mirada, a la que conoce con suficiente detalle. Es que en diferentes ediciones de Un Certain Regard compitieron El Bonaerense, Carancho, Elefante Blanco y el film Siete días en La Habana (con su corto, Jam Session, Trapero formó parte de esta obra colectiva, en la que también participaron el francés Laurent Cantet, el español Julio Medem y el palestino Elia Suleiman, entre otros destacados directores). El quinto largometraje que Trapero presentó en Cannes fue Leonera, el único del director de Mundo grúa que compitió por la Palma de Oro. De modo que Trapero conoce Cannes casi tanto como Lisandro Alonso. Es que el director de La libertad compitió en la muestra francesa con sus cuatro films y en esta edición será el turno del quinto, Jauja, protagonizado por Viggo Mortensen, que compite justamente en Una Cierta Mirada. Doble mérito tiene la designación de Trapero por ser el presidente del jurado de esta sección paralela competitiva, que se completa con el estadounidense Peter Becker (presidente de The Criterion Collection), la actriz sueca Marie Bonnevie, la actriz francesa Géraldine Pailhas y el realizador senegalés Moussa Touré.

“Principalmente es un gesto de reconocimiento a mi trabajo, a mis películas y a lo que las películas han hecho en todos estos años”, asegura Trapero en diálogo con Página/12. El cineasta señala que los organizadores del festival le comentaban que lo querían invitar no sólo como un reconocimiento a su trabajo, sino también a lo que han significado sus films posteriormente, y sobre todo por cómo eso ayudó a que se hablara del cine argentino y latinoamericano. “Hay que pensar que ya han pasado casi quince años desde la primera vez –argumenta Trapero–. Otra cosa que me dijeron al momento de la convocatoria fue que, en total, se han pasado cinco de mis películas en el marco del festival, que es un número poco habitual para un director de mi edad, relativamente joven. Así que siento principalmente mucha alegría por el reconocimiento que me da el festival. Ya lo había sentido con las películas, pero en ese caso era más clara la relación porque se exhibían allá y ya. Me llena de orgullo.”

–Varios de sus largometrajes participaron en Una Cierta Mirada. ¿Cómo definiría el perfil de esta sección?

–Es una sección que empezó (no recuerdo si en 1975 o en 1978) en sus orígenes como no competitiva, pero con los años fue cambiando y convirtiéndose en una sección de mucho prestigio y muy importante. Antiguamente estaba la idea de que si uno iba a Cannes y no iba a la Competencia Oficial, no estaba bueno. Yo estuve en las dos secciones y viví lo contrario: la repercusión que tuvieron las películas en Una Cierta Mirada fue muy buena. Y fue muy bueno lo que pasó con las películas también en ese contexto. Entonces, esa sección creció en prestigio, importancia y también en la repercusión. Hace muchos años era una sección que capaz no despertaba tanta curiosidad por parte de la gente. Ahora está en un nivel muy parecido a la Oficial. Por supuesto que ganar la Palma de Oro es el sueño de todos, pero lo que pasa de lindo en Una Cierta Mirada es que todo es un poco más descontracturado. Eso hace que tengas un poquito menos de presión a la hora de presentar la película. Desde el momento en que hay charlas arriba del escenario, antes o después de presentar el film, es más inmediata la relación con el público. Por ejemplo, en los últimos años, con algunas películas ellos decidieron el mismo protocolo que la alfombra roja que para la sala Lumière. Con Elefante Blanco y con Carancho nosotros pisamos la alfombra roja y, después, dentro del Palais, entramos a la sala de Una Cierta Mirada. También ellos le han dado un espacio cada vez mayor y eso también se nota.

–¿Cree que se puede vivir con menos presión ser jurado antes que presentar un largometraje?

–Sí, sin duda. O sea, siendo jurado, sin duda; siendo presidente del jurado, más o menos (risas). He sido jurado en otras ocasiones, como en Venecia y San Sebastián, y hace diez años en Cannes fui jurado para la Palma de Oro al Cortometraje. Pero ahora tengo esta responsabilidad extra que todavía no sé bien qué significa en el protocolo, pero me da un poco de vértigo ser presidente del jurado de una competencia donde está Wim Wenders. De todos modos, es mucho más tranquilo que si presentara una película, principalmente porque tendré la oportunidad de ver los largometrajes de los demás. Entonces, poder estar en Cannes viendo las películas de mi competencia más las que pueda ver en los tiempos que tenga libre es para disfrutar.

–¿Cómo es el trabajo del presidente de un jurado?

–Según lo que me fueron explicando (porque todo eso lo voy a saber bien ahí) y un poco por haber vivido experiencias como miembro de jurados, en general, el presidente es el responsable de establecer métodos de trabajo, siempre consensuados con los compañeros: si se van a reunir todos los días, día por medio o después de cada película como para reflexionar al respecto. También establece dónde se reúne el jurado, si en el Palais del ámbito del festival o en otro lugar, y cuándo se tienen que ver las películas y cómo, si con el público o en funciones de prensa. Además, debe establecer los criterios de charla: si siempre se charla en el mismo orden o si se va variando y primero habla uno y después otro. En general, el presidente es el que da inicio y cierra la rueda de opiniones. Es más que nada como un coordinador para ordenar todo. Y en caso de una situación de empate, define. Igual, siempre se trata de que sea consensuado. A veces, avisan que un determinado premio no fue por unanimidad y eso se aclara.

–¿Qué opinión le merece la presencia del cine argentino en el festival?

–La verdad es que está buenísimo. Son un montón de cosas que se tienen que juntar para que pase esto y que haya esta sensación del grupo, de la comunidad de los argentinos que vamos a estar allá. De hecho, muchos nos conocemos desde hace muchos años. Empecé a viajar hace muchos años y lo hacía casi siempre solo. Cuando viajé con Mundo grúa y con El Bonaerense no era habitual encontrarte con otros directores en festivales. Que haya un grupo también genera que quien va a presentar una película tenga menos estrés. Tenés compañeros para compartir. Incluso, si se da la oportunidad de que tus colegas puedan ir a ver tu película, te sentís un poquito más local porque va gente que conocés. Desde el punto de vista público, lo que representan todas estas películas en Cannes es la confirmación de que el cine argentino siempre tiene cosas para decir y para mostrar. Fíjese que en los últimos años si no fue Cannes, fue Venecia; si no fue Venecia, fue Berlín. En todo festival importante siempre hay alguna película argentina. No se puede pedir que todos los años haya muchas, porque no todos los años pueden atraer la atención de la misma manera, pero en los últimos tiempos hubo películas argentinas en todos los festivales más importantes.

–¿Qué cree que encuentran los programadores de Cannes en el cine argentino joven?

–No sé, porque cada película es un mundo, pero conociendo a los colegas y amigos que viajan a este festival siento que acá hay algo que es muy fuerte y característico y que no en todos lados se genera de la misma manera: el amor por el cine. Eso hace una diferencia importante, es fundamental. Estas películas son muy distintas, pero creo que son todos tipos a quienes les encanta lo que hacen. También hay productores que los acompañan y los ayudan a hacer estas películas. Es una conjunción de muchas cosas. ¿Qué creo que es lo que más atrae? Que entre los que hacen la película y la película hay un vínculo de integridad que capaz no se encuentra en muchas obras.

–¿Qué implica que una película argentina se estrene en el Festival de Cannes?

–Para la gente que no sabe la diferencia entre un festival y el Oscar (que es con lo que se compara) es que los festivales presentan las películas en sociedad. Un film que se ve en Cannes no se vio previamente en ningún lado. El Oscar es lo contrario: se premian los largometrajes que ya se dieron y que el público ya vio. Son dos instancias muy distintas que premian cosas muy diferentes. Un festival como Cannes elige entre cinco mil películas aproximadamente. Son números demenciales... Y de ahí seleccionan cincuenta; o sea, el uno por ciento. Eso ya dice un montón, pero no implica que todas las películas que quedaron afuera sean malas. Además, es subjetivo, porque es un comité de gente que elige, pero hay un montón de películas buenísimas que no han estado en Cannes. Es algo natural. Lo que pasa con Cannes es que históricamente es el lugar donde se ven las películas de las que se va a hablar el resto del año. Y muchas veces coincide que las película que fueron a Cannes después son las que siguen a los Oscar y ese recorrido. Entonces, que un film se presente ahí es una pantalla al mundo: más allá de la gente que está en el festival, hay prensa y productores de todos lados. Entonces, es el mejor lugar donde podés aspirar a presentar un film y a que vean tu obra. A partir de ahí, empiezan un montón de cosas: la respuesta de la crítica y de los compradores de la película –porque también en Cannes se venden las películas que se van a estrenar el resto del año en los distintos países–, y también surge la convocatoria de otros festivales. O sea, pasan un montón de cosas cuando presentás una película en Cannes. Si tenés en todos estos aspectos una buena recepción, eso augura un buen año para tu película. Y además están los premios.

–¿Por qué cree que ganar un premio en Cannes no garantiza convocatoria de público en la Argentina?

–Creo que las salas comerciales piensan de manera comercial. Muchas veces se encuentra el cine de autor con el cine comercial y se pueden ver muy buenas películas en las salas comerciales, pero muchas veces no. Hay un tipo de cine que necesita un público más intimista u otra manera de mostrar la película. Hay películas que ganaron la Palma de Oro que no se estrenaron en la Argentina. Es cierto que son de directores extranjeros, pero hay una eterna discusión entre qué es cine de autor y qué es cine comercial. Y esta división, a mi entender, es arbitraria. Pero los premios no se vinculan con la cuestión comercial de las películas. Incluso, lo que decía de los Oscar es al revés: primero se estrenan y después les dan los premios, aunque también es cierto que eso ayuda a que en los territorios en que no se vendió tal película se pueda ver.

–Más allá del festival, ¿cómo observa el intercambio entre la Argentina y Francia en relación con el cine? ¿También se intensificaron las coproducciones entre ambos países?

–Sí, también. De hecho, creo que tres o cuatro de las películas que van tienen algún tipo de acuerdo o de ayuda con Francia. No sé si son coproducciones oficiales o apoyos de fondos porque no conozco la particularidad de cada una. Yo mismo he coproducido películas con Francia de distintas maneras.

–¿Cómo observa la política cinematográfica argentina en relación con la francesa? ¿Qué elementos tienen en común y qué debería implementarse de acuerdo con su criterio?

–Desde el momento en que se armó la ley de cine, hace veinte años, se tomaba como referencia la ley de cine de Francia. Y creo que muchas de las cosas que se pusieron en práctica estaban inspiradas en la manera en que se hacía allá. Me parece que todavía faltan más años de experiencia con esta nueva ley porque tiene veinte años, pero se sigue llamando la Nueva Ley de Cine, como el Nuevo Cine Argentino. Cuantos más años pasen y cuanto más aprendamos a llevar adelante –por supuesto el Instituto de Cine, pero también los que hacemos las películas–, podremos explorar todavía mejor la ley que tenemos, que es buenísima. El gran debate que hay –y en todo el mundo es igual– es qué pasa con las películas cuando se hacen. Hoy en día, en la Argentina hacer las películas dejó de ser el problema fundamental: se hacen algunas enormes, grandes, medianas, chiquitas, incluso se hacen películas fuera del esquema del Incaa. Aparentemente, la producción de cine dejó de ser algo sobre lo que haya que debatir, cosa que veo como un error, porque todo el tiempo hay que pensar maneras y formas de cómo perfeccionar la producción. Pero creo que el debate urgente y pendiente es qué pasa con las películas una vez hechas: ¿dónde se dan? ¿cómo se ven?, ¿cómo sobreviven? Creo que el año pasado se estrenaron 150 películas. Hace unas semanas se estrenaron siete en un mismo fin de semana. Eso lastima las películas entre sí, también. La exhibición no sólo depende de los exhibidores, sino de los que hacemos películas: cómo planear los estrenos. Muchas empiezan a ser filmadas sin un plan concreto de cómo mostrarlas. Y eso también es parte del proceso.

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“Siendo jurado hay menos presión que cuando se presenta una película; siendo presidente del jurado, más o menos”, se ríe Trapero.
Imagen: Bernardino Avila
 
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