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Lunes, 23 de junio de 2014

PROGRAMA FRANCéS DE AYUDA A LA PUBLICACIóN VICTORIA OCAMPO

Un puente para las afinidades culturales

Creado en 1984 para colaborar con los profesionales de la edición argentina interesados en editar obras de autores franceses, el PAP facilitó la traducción y publicación de 800 títulos en el país.

 Por Silvina Friera

“Sin traducción, habitaríamos provincias lindantes con el silencio.” La frase del escritor y teórico George Steiner podría enarbolarse como epígrafe de una gran celebración: los treinta años del Programa Francés de Ayuda a la Publicación (PAP) Victoria Ocampo. La continuidad ininterrumpida de este programa –creado en 1984 para colaborar con los profesionales de la edición argentina interesados en editar obras de autores franceses– facilitó la traducción y publicación de 800 títulos en el país. Un texto inédito de Paul Ricoeur, Educación y política, inauguró este sólido puente al que se fueron incorporando filósofos, sociólogos, antropólogos, historiadores, ensayistas, psicoanalistas y escritores como Michel Foucault, Pierre Bourdieu, Jacques Derrida, Marc Augé, Julia Kristeva, Tzvetan Todorov, Jacques Rancière, Alan Badiou, Jean-Luc Nancy, Georges Didi-Huberman, Pierre Rosanvallon, Jean Echenoz y Jean-Marie Gustave Le Clézio (Premio Nobel de Literatura 2008), por mencionar algunos nombres de una extensa lista que revela la vitalidad de la edición argentina, y los profundos lazos intelectuales entre Francia y la Argentina a lo largo del tiempo.

Que el PAP se llame Victoria Ocampo –una de las mujeres que más trabajó en la difusión de la lengua y la literatura francesas– es una manera de rendir homenaje a la “Señora de San Isidro y del Río de la Plata”, como la llamaba el poeta Saint-John Perse. “El PAP es un programa ejemplar”, pondera Jean-François Guéganno, consejero de Cooperación y Acción cultural de la Embajada de Francia, en diálogo con Página/12. “Si festejamos los treinta años de ayuda a la publicación, podemos decir que es un éxito por la continuidad. No es un programa donde la embajada decide la política editorial y los autores que quiere apoyar sino que las editoriales argentinas presentan proyectos de edición, y se hace una selección dentro de todos los pedidos. Las editoriales argentinas son testigos de la importancia de este programa que subsidia anualmente unas treinta publicaciones. Cada año estamos invirtiendo unos 40 mil euros.” Aunque el corazón del programa sean las ciencias sociales, en los últimos años se abrió también a la historieta y a la literatura juvenil. “Desde hace mucho se viene publicando a Derrida, Foucault, Todorov, Rancière, Badiou –enumera Guéganno–. Estamos tratando de conectar la publicación con la presencia de los autores franceses en coordinación con el Centro Franco–Argentino. Un desafío que tenemos es dar a conocer a la nueva generación de pensadores franceses, que es la menos conocida.” Entre los nuevos nombres menciona a Thomas Piketty, autor de El capital en el siglo XXI, un libro de más de 600 páginas en el que el joven economista francés intenta demostrar que aumenta a pasos agigantados la concentración de riqueza y que la desigualdad en las economías más desarrolladas se acerca a los niveles del siglo XIX.

El editor Carlos Díaz, director de la filial argentina de Siglo XXI, subraya que el PAP es una herramienta “sumamente virtuosa y eficaz”. “Virtuosa porque se ha mantenido prácticamente inalterable en el tiempo; la participación es muy sencilla y la transparencia de las decisiones es total. Y eficaz porque creo que ha logrado que muchos editores argentinos tengan incorporada la sana rutina de preguntarse cada año cuáles serán los libros franceses para ese período. Para mí, como editor, no es un dato menor saber que es altamente probable que una obra que me interesa traducir pueda contar con un apoyo económico que me permitirá afrontar, como mínimo, el costo de la traducción, lo que pone en igualdad de condiciones a una obra originalmente escrita en español con una escrita en francés”, explica Díaz. “Si bien Siglo XXI tiene una larguísima historia publicando a los intelectuales franceses más prestigiosos, definitivamente en el catálogo argentino el PAP ha colaborado para que esa tradición se mantenga firme, y cada año tengamos una cantidad bastante pareja de traducciones del inglés y del francés, cosa poco habitual.”

El PAP ha contribuido en la edición de obras de autores centrales como Pierre Bourdieu, “que ningún editor había querido editar antes, evidentemente por un tema de costos, como La nobleza de Estado, que tiene casi 600 páginas”, aclara Díaz. “En el otro extremo hay autores poco o nada conocidos, como Philippe Corcuff. También hemos logrado que muchas de las nuevas obras de Michel Foucault, como El poder, una bestia magnífica o ¿Qué es usted, profesor Foucault?, se estén traduciendo en la Argentina para luego circular por todo el mundo de habla hispana, cuando lo habitual es que muchas de las grandes obras se traduzcan en España y de ahí vengan a América latina.” Guéganno opina que el éxito de este programa en el ámbito de las ciencias sociales se debe al interés de los argentinos en los pensadores franceses. “El tema de la literatura es más complicado, es un problema de mercado –advierte–. Muchas veces, cuando las editoriales españolas en España compran derechos a las editoriales francesas, publican sólo en España y de cierto modo cierran el mercado a las editoriales latinoamericanas, porque compraron los derechos para todo el idioma. En el caso de las historietas y la literatura juvenil, el segmento se pudo abrir porque las editoriales francesas están haciendo nuevas negociaciones con las españolas, planteando que no sirve vender los derechos para el mundo si sólo publican en España. Ahora venden a España y dejan el mercado abierto para América latina.”

Cuando el escritor y editor Damián Tabarovsky estuvo al frente de Interzona, obtuvo subsidios del PAP para la edición de Be-Bop de Christian Gailly y El hombre de la pampa de Jules Supervielle. Ahora, en Mardulce publicó Un año de Jean Echenoz y Mecánica de François Bon. “Me parece un programa admirable que facilita muchísimo la toma de decisiones –plantea–-. Apostar por un autor como François Bon, que es buenísimo, pero que no es conocido en castellano (Mecánica es su primera traducción a nuestra lengua), no es fácil. Es una decisión riesgosa. Y el hecho de saber que existe el programa, permite decidirse a correr el riesgo. En relación con la traducción, las editoriales chicas argentinas trabajamos con una lógica de guerrilla: debemos movernos rápido, llegar antes, descubrir autores antes que otros. De lo contrario, los autores franceses –y detrás de ellos, o mejor dicho, delante de ellos, los agentes y los editores– prefieren a las grandes editoriales españolas, o incluso a las independientes españolas, antes que a las argentinas. Saber que contamos con la posibilidad de un subsidio ayuda enormemente en ese contexto siempre desfavorable.”

Tabarovsky sintetiza cómo funciona el programa. “La primera vez que me presenté, pasé por la Oficina del Libro Francés, me recibió la responsable, me dio unos formularios –la reunión duró 10 minutos–, cumplimos con los requisitos, llenamos los formularios y seis meses después nos dieron el subsidio, sin ningún otro tipo de relación con la embajada. Hace años y años que están trabajando, y eso es muy valioso. De hecho, el Programa Sur de Argentina, que también es muy bueno, toma mucho del francés. Esperemos que dure en el tiempo tanto como el de ellos.”

¿Qué se podría mejorar del PAP? “Sería fantástico poder mejorar el acceso a un mercado más amplio, pero el problema con el mercado español no lo puedo solucionar yo solo –afirma Guéganno–. Otra cuestión importante es avanzar en la edición de los e-books. Hasta ahora estamos trabajando sólo con libros impresos. Conozco muy pocos ejemplos de un programa que haya durado tanto tiempo. Cada año hay nuevas editoriales independientes argentinas que se suman a este dispositivo.”

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El programa se llama Victoria Ocampo en homenaje a una mujer que trabajó en la difusión de la cultura francesa.
 
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