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Jueves, 3 de marzo de 2016

EL ESPACIO DE TEATRO Y DANZA CERRó SUS PUERTAS

Un ganso al que le cortan la pata

 Por María Daniela Yaccar

“El mercado genera destierros”, sentenciaba en diciembre Guillermo Cacace, al referirse a la venta de Apacheta, sala que dirige hace trece años. El choque entre dos lógicas –la del mercado y la del arte autogestivo– se observa, también, en el caso del Espacio Cultural Pata de Ganso, que funcionaba en Zelaya 3122 (Abasto) desde hace nueve años y que cerró sus puertas por las especulaciones de su dueño con el precio del alquiler.

La historia de Pata de Ganso comenzó en 1986, con una publicación mensual que llevaba ese nombre, elaborada por un grupo interdisciplinario. En 1990, María José Goldín fundó una compañía de danza-teatro. También a principios de los noventa abrió como espacio cultural, en Villa Crespo, en una casa antigua donde se daban talleres pero no se ofrecían espectáculos. Después funcionó en Perón y Billinghurst, en un galpón alquilado, al que refaccionaron “de cero”, cuenta Pablo Barboza, actor y socio de Goldín. “Cuando se venció el primer contrato no nos lo quisieron renovar porque querían venderlo. Esto nos llevó a Zelaya y Anchorena, donde funcionaba antes una unidad básica de Scioli”, relata a Página/12.

Otra vez la misma historia. Se encontraron con un galpón “destruido, inhabitable”, al que le hicieron instalación eléctrica, de gas, arreglo e impermeabilización del techo, reparación de baños, puertas, ventanas y paredes. “El dueño nunca nos reconoció nada”, dice Barboza. El contrato se vencía en diciembre de 2015. Habían acordado “de palabra” que el alquiler les iba a costar un 30 por ciento más. Pero a fines de octubre, “cuando comenzó la disparada de precios por los dichos de Macri”, el dueño elevó el porcentaje a 100. Hicieron “varias contraofertas” sin éxito. Se tuvieron que ir. Llevaron sus pertenencias a un guardamuebles y, desde principios de enero, el futuro de Pata de Ganso es una incógnita.

“Nos gustaría volver. Estuvimos buscando lugares, pero es difícil. Por el precio y porque debe cumplir con características aptas para hacer danza”, expresa Goldín, bailarina, coreógrafa, docente y directora artística de Pata de Ganso. Uno de los fuertes del espacio era la danza, en su faceta más experimental. Se ofrecían talleres y seminarios, aparte de espectáculos. “Intentamos recibir ayuda de algún organismo oficial, pero nadie ayuda con plata. Es una vocación tener un teatro, no es para hacer comercio. Y no está contemplado esto. Pasan cosas así todo el tiempo, ya que es mínima la gente que es dueña de su teatro”, explica. “Al alquilar, siempre estamos a la deriva, sujetos a la voluntad del dueño y sin leyes que nos amparen”, coincide Barboza. “Hace mil años que estamos remando. El teatro funcionaba a pleno. La habilitación era una caza de brujas, pero teníamos todo perfecto. Seguimos en la lucha”, se lamenta Goldín. A fines de enero, Cacace decidió abrir una caja de ahorro para que todo el que lo desee aporte para la adquisición de Apacheta. Goldín no descarta esta alternativa, la de acudir a la solidaridad del público.

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