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Miércoles, 20 de diciembre de 2006

UN EPISODIO QUE DESATO UN VENDAVAL POLITICO Y SOCIAL

El día en que Orson Welles se mudó a Bélgica y desató un nuevo escándalo

El ciclo de TV Questions à la une anunció la independencia de Flandes y provocó un terremoto. “La gente lo creyó porque sabe que es posible”, dijo su director, Philippe Dutilleul.

 Por Ana Carbajosa *
Desde Bruselas

El 13 de diciembre, Bélgica tembló: la televisión pública francófona emitió un telediario que anunciaba la independencia de Flandes, la próspera región belga con aspiraciones independentistas. “Bélgica ha dejado de existir”, dijo el presentador. Casi media hora más tarde, informaron a los telespectadores que se trataba de una broma. Pero el 89 por ciento lo había creído en un primer momento, y el nerviosismo se propagó por todo el país. Los militares se acuartelaron, hubo gente que corrió al banco a sacar su dinero y otros se resignaron y lloraron. El responsable de semejante terremoto fue Philippe Dutilleul, un veterano de la primera cadena francófona y autor de Bye, bye Belgique, un libro sobre el conflicto entre flamencos y valones, las dos principales comunidades lingüísticas de Bélgica, cuyo enfrentamiento tradicional se agudizó en los últimos meses. En mayo, los belgas acudirán a las urnas en unas elecciones cruciales ante el avance imparable de la extrema derecha flamenca y abiertamente secesionista, que cosecha un tercio de los votos en algunas zonas de Flandes. “Estas elecciones serán vitales, por eso nosotros quisimos lanzar el debate”, dice el periodista.

Dutilleul sostiene que con su Guerra de los mundos a la belga pretendió hacer reflexionar a la gente sobre un problema que “monopoliza la elite política” y que quiso demostrar que “la gente se cree todo lo que ve en televisión”. Su atrevido experimento, además de casi dos años de trabajo, le costó un alud de críticas, sobre todo de la clase política, que lo acusa de “irresponsable” y de haber creado “una broma de muy mal gusto”, como dijo el primer ministro belga, Guy Verhofstadt.

Dentro de su propia casa, Dutilleul encontró el apoyo firme del director de la cadena. La plantilla de la RTBF –muchos no sabían nada de un proyecto guardado en secreto por las cerca de cien personas implicadas– se encuentra sin embargo dividida. “Hasta ahora, el debate sobre los deseos de más autonomía de Flandes estuvo monopolizado por la elite política, que lo usa en sus discursos con fines electoralistas. Quisimos utilizar la televisión pública para sacar a la luz un tema que está en la calle”, dice Dutilleul. El tema, desde luego, saltó a la calle, y lo hizo con una virulencia inesperada, incluso para sus propios creadores. La inmensa mayoría de los telespectadores consideró tan creíble lo que veía que simplemente se lo creyó. Todo un síntoma de los temores de buena parte de los belgas a que su país deje de aparecer con un solo nombre en los mapas de Europa. “La gente se lo creyó porque es posible, porque saben que puede suceder. La reacción de los telespectadores muestra que hay una verdadera inquietud, que los francófonos realmente piensan que Flandes se puede escindir”, sostiene. El propio Dutilleul, un experto en el tema, piensa que la implosión de Bélgica “está dentro de lo posible” porque, a su juicio, flamencos y valones se dan cada vez más la espalda. “Hoy la gente habla menos el idioma del otro, cada uno ve su propia televisión, son dos mundos. La gente creyó que era posible porque sabe que puede suceder.”

Questions à la une, un programa semanal de periodismo de investigación, comenzó como cada miércoles a las 20.20, hablando del desempleo en Valonia. Y fue sólo minutos más tarde cuando se interrumpió violentamente la emisión para dar paso a lo que aparentaba ser un telediario de última hora con supuestas conexiones en directo con la nueva frontera, con el palacio real y el Parlamento flamenco. Pierre Marlet, editor de Questions à la une y supervisor del polémico documental, explica que quisieron hacer un “documental preventivo”, una especie de “simulacro de incendios” que sirviera de ensayo general para la población para el caso de que un día Flandes termine por escindirse. Pero también, según cuenta, quisieron explicar las implicaciones que tendría tanto para las instituciones como para la población la partición del país. Durante la emisión se anunció, por ejemplo, la abdicación del rey, Alberto II, que huye a Africa ante la imposibilidad de reinar en un país que ha dejado de existir. Y se plantea también qué hacer con Bruselas, la capital de Europa, situada en medio del país.

Dutilleul piensa que es importante hacer reflexionar al público general sobre todas estas cuestiones, hacerles ver todas las implicancias que tendría una decisión como la proclamación unilateral de la independencia. “Bélgica no es como Checoslovaquia. Si se declara la independencia, habría muchas cosas que resolver. Para empezar, nosotros tenemos Bruselas y tenemos una mezcla de población bastante importante. Hay mayorías francófonas que viven en Flandes. Los nacionalistas flamencos que quieren la independencia minimizan las consecuencias que la escisión podría causar, también en el exterior. La implosión de Bélgica repercutiría en España, en Cataluña, en Córcega, en Italia.” Durante el programa apareció Bernat Joan, eurodiputado de Esquerra Republicana, también un compinche para la ocasión, y que manifestó su alegría ante lo que consideró una solución óptima para “los pueblos sin Estado de Europa occidental”.

No contento con destapar la caja de los truenos del modelo de Estado hacia el que se encamina Bélgica, Dutilleul pretendió sacudir las conciencias de los telespectadores, que considera dormidas y crédulas en exceso. “Para mí era un forma de denunciar la confusión que genera la televisión, que mezcla información con ficción, con realities, creando más confusión. Eramos conscientes de lo que hacíamos, y jugamos con ello.” Marlet va aún más lejos: “Nos acusaron de anunciar una noticia falsa con un formato real de telediario, pero, ¿qué diferencia hay entre esta mentira y el resto de las mentiras que cuentan los políticos cada día en televisión? ¿No creyeron los estadounidenses que había armas de destrucción masiva gracias a la manipulación de los medios de comunicación? Este es uno de los debates que nos interesa: ¿por qué la gente se cree todo lo que ve en la televisión?”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Guy Verhofstadt, primer ministro de Bélgica, acusó al programa de “irresponsabilidad” y “mal gusto”.
 
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