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Miércoles, 12 de septiembre de 2007

“LES EPHEMERES”, UN ESPECTACULO DE LUJO

Cuando la vida se condensa en pequeñas escenas cotidianas

La obra dirigida por Ariane Mnouckine –quien incluso recibe y atiende al público– puede “asustar” por su duración de siete horas. Pero el trabajo final tiene tal vitalidad, tal profusión de matices, que nadie se anima a retirarse antes de tiempo.

 Por Hilda Cabrera

Con recursos artísticos y técnicos originales, el Théâtre du Soleil ofreció el sábado la primera función integral de Les Ephémères, espectáculo que conjuga artesanía y sutileza aun dentro de su gigantismo. En este maratón escénico sobre lo efímero y sus metáforas, la vida es recuento de ausencias y esperanzado viaje. Las acciones se desarrollan en un espacio bifrontal, donde a modo de breve presentación la directora Ariane Mnouckine invita a la aventura al público ubicado en gradas de madera con respaldo numerado (un anfiteatro para el común y un embalaje para los fóbicos). El cartel que anuncia la venta de una casa es el punto de partida del espectáculo y el inicio de una de las varias historias rescatadas por el equipo del Soleil. Ese cartel testimonia la muerte de la dueña de casa y el desamparo de la hija, tironeada por el deseo de poner distancia al dolor. Este cuadro (Un maravilloso jardín) es interpretado por las excelentes Delphine Cottu y Juliana Carneiro da Cunha. A las primeras siete escenas le seguirá una pausa de diez minutos, en la que el elenco ofrece agua y galletitas. Ese primer tramo entusiasma por sus ambiciosos planteos. Menos sorprendente resulta el segundo, aunque, como los anteriores, finamente construido, como King Kong, ejemplo de delicadeza. Pasados catorce episodios de vida cotidiana llega el momento del refrigerio, que para algunos se convierte en cena, puesto que en el sector salón-cocina se ofrece un variado menú francés. No hubo fugas de público en esa primera experiencia integral.

En el retorno al anfiteatro, los espectadores reaccionaron más libremente frente a lo que sucedía en escena, acompañando incluso con palmas alguna algarabía, la del episodio La maravillosa corrida, por ejemplo, aun cuando minutos antes el actor Shaghayegh Beheshti perturbó componiendo a Madame Perle en La Mesopotamia. La emoción dominó en los títulos finales, desde El leopardo –festejado como si se tratara de un canto a la libertad– hasta Un lugar maravilloso, pasando por la bellísima Manzanas acarameladas, Una noche en el hospital, El perdón, Sábado por medio, Usted vive en mi casa y París (donde Seletsu Onochi canta Dana Dana/ Dona Dona, en yidish). Episodios que van conformando ciclos de vida, donde los personajes niños (algunos interpretados por adultos) simbolizan la continuidad. Desde la dirección, Mnouchkine dinamiza la escena y logra que esas plataformas móviles –maniobradas por integrantes del equipo– reflejen el poder del tiempo sobre la materia. Perduran en cambio los objetos que en el imaginario remiten a esos trastos que, acumulados en un desván, se convierten en protagonistas. Quizá por eso una forma de saludo adoptada en las pausas es hacer rodar a la carrera cada plataforma, de modo tal que su aparición provoque el aplauso. Quizá también porque lo que importa es aquello que le sucede a cada individuo y su composición dramática.

Chispeantes o sombrías, sorprendentes o convencionales, estas historias cuentan con intérpretes destacables, algunos carismáticos, como Carneiro da Cunha y Beheshti, o encantadores como los niños y niñas del elenco. En otro plano, se disfruta la música de Jean-Jacques Lemêtre, creador de climas a lo largo de toda la obra. Este artista, integrado al Soleil desde hace treinta años, ejecuta en vivo sus composiciones inspiradas “en el cuerpo y la voz hablada”. Toca ochenta instrumentos y en general comienza por el tambor, “que sabe dar la pulsación del corazón”.

En Les Ephémères los diálogos no están solos. Los acompañan murmullos y siseos, o voces en off (entre otras la de Mnouchkine leyendo una ordenanza que desalojará a una familia de su casa cercana al mar); de silbidos y cantos de pájaros; música de diferentes estilos, percusión, tamborileo y sobado de maderas. Se trata de un rompecabezas sonoro creado para acciones bien definidas, donde los conflictos de todos los días se relacionan con el pasado, incluido el de padres y abuelos cuando la intención es recuperar identidad. El lenguaje utilizado en Les Ephémères es simple, vital y algo travieso. Que los actores se preparen a la vista del público, que sea la misma Mnouchkine quien reciba a los espectadores y controle que no falte comida, son detalles que acercan aún más a este espectáculo sin fisuras, donde cada episodio es boceto de un cuadro final que recompensa.

* Funciones integrales de ocho horas (con dos pausas de 10 minutos e intervalo de 1 hora): miércoles 12 y sábado 15, a las 15. Función parcial: segunda parte, viernes 14 a las 20.

* Charla abierta de la directora Ariane Mnouckine, mañana a las 21, en el Punto de Encuentro del Festival, ubicado en el Centro de Exposiciones, Av. Figueroa Alcorta y Av. Pueyrredón. La entrada es gratuita. Por informes: 0800-222-832878, de 10 a 22.

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El espectáculo tiene dos pausas y un intervalo para comer.
 
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