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Sábado, 10 de noviembre de 2007

RECITAL DE MILTON NASCIMENTO EN EL GRAN REX

El oficio le alcanzó a un prócer de la música popular

El notable artista brasileño brindó un show que no terminó de calentarse, en un teatro a medio llenar. Cantó sus clásicos e interpretó “Yo vengo a ofrecer mi corazón”.

 Por Karina Micheletto

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MILTON NASCIMENTO

Lugar: Teatro Gran Rex.
Día: Jueves 8 de noviembre.
Músicos: Kiko Continentino en teclados, Wilson Lopes en guitarra, Lincoln Cheib en batería, Gastón Villeroy en bajo.
Público: 2000 personas.
Duración: 1 hora 40’.

Con un recital en el que recorrió parte de su historia, esa que se disparó al mundo en las voces más diversas, y un par de producciones más nuevas, Milton Nascimento mostró en Buenos Aires por dónde circula su presente. Un presente que, a la hora de exponerse como síntesis del visitante esporádico, necesariamente recorta sus facetas más experimentales para apuntar directo al corazón de los más conocidos. Un teatro Gran Rex con el frío del lleno a medias, y el calor posible de los seguidores presentes, recibió la única presentación porteña del músico minero, que anoche volvió a actuar en Córdoba y mañana se presentará en Rosario.

Milton Nascimento tiene esa virtud de los que se vuelven universales pintando su aldea: tocó con todos, todos lo cantan. Sus canciones se multiplican en nuevas grabaciones y en otras que hoy son históricas, asumidas por intérpretes de todos los géneros alrededor del mundo. Desde que el saxofonista Wayne Shorter lo “descubrió”, se codeó con el jazz, también con el pop internacional y el rock, reelaboró a su modo los ritmos tradicionales brasileños y, por supuesto, desde su condición de hijo de la bossa nova, como tantos otros de su generación –la gloriosa generación brasileña– hizo pie en la MPB. Tocó con Paul Simon y Cat Stevens, con Elis Regina y Gal Costa, con Quincy Jones y James Taylor, con Herbie Hancock y Pat Metheny, con otro “descubridor” como Peter Gabriel. Entre los próceres argentinos, cantó con Mercedes Sosa, Charly García y León Gieco. Volvió su música world music. A la hora de un show solista, todo este currículum queda detrás de lo que este hombre pueda hacer con una voz en forma a medias, rodeado de cuatro buenos músicos.

Y si la experimentación vocal fue una de las claves artísticas de Milton Nascimento a partir de los ’80, lo que queda de aquello en un show como éste son largas notas sostenidas sin demasiado sentido melódico. La fuerza, más que en la interpretación, está en esas grandes canciones que este hombre tiene para mostrar, y que aquí todos conocen: “Coraçao de estudante”, “Bailes da vida”, “Homenaje a Lennon y McCartney”, “Cravo e canela” y, por supuesto, “María, María”. El contagio no es inmediato: aun con el aval que da una obra, la tarea de levantar este enorme teatro con tanta butaca vacía y poco ánimo de hacer sonar las palmas cuando se les solicita, le tomó varias canciones al moreno de dreadlocks. Como se dice en el barrio, la tuvo que remar.

Algunas bellas melodías ayudaron a que lo lograra, temas suaves como “Travessia” o “Encontros e despedidas”. Para cuando llegó “A lua girou”, su adaptación de un tema folklórico brasileño, el público ya estaba en clima para responder al pedido: ¿Pueden cantar ustedes después de la tercera estrofa, que yo tengo que facer otras cosas? Entonces el músico y compositor comenzó a jugar con la voz sobre los coros del público. Con “E agora rapaz?” pudo incluir cierta potencia percusiva, aunque esta vez no toque él mismo el tambor, como en alguna grabación. La pata musical más importante fue la del tecladista Kiko Continentino, parte de su banda desde hace años, responsable de los arreglos de su disco Pietá, y ladero de otros grandes de la MPB como Caetano Veloso, Gilberto Gil, Djavan o Joao Bosco.

Pocas palabras de Milton, las suficientes para agradecer y contar una anécdota en “portuñol terrible” sobre cierto viaje al Amazonas y aquella charla con indios “que conversan cuando quieren conversar”. Fue en la presentación de “Nos bailes da vida”, ese tema que postula que “todo artista debe ir donde el pueblo está”; “una música de los músicos”, según definió su autor. Sobre el final llegó el guiño argentino, cuando el compositor anunció que cantaría “la música de un gran amigo”, e interpretó en perfecto castellano “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, un tema que alguna vez cantó junto con Fito Páez en Buenos Aires en un especial para televisión. El bis estaba cantado: “María, María”, coro del público.

Con sus 65 años, sus rigurosos lentes negros y una panza que por estas latitudes sería descripta como “de vino” –seguramente amasada a fuerza de elixires contenidos, ahora que se ha recuperado de su adicción al alcohol–, Milton Nascimento dejó contento a un público de treinta y pico para arriba, muchos de ellos brasileños, claro. La concurrencia esparció la pregunta a la salida, la llevó hasta la cola de los taxis que se arma en Carlos Pellegrini, esa que es a suerte o verdad: ¿Cómo pude ser que Milton Nascimento no llene un Gran Rex? Y sí: si todo estuviese tan cantado, ser productor sería un juego de niños.

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Milton Nascimento cumplió con su público, pero no deslumbró.
Imagen: Vera rosemberg
 
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