Martes, 13 de noviembre de 2007 | Hoy
LA III FERIA DEL LIBRO DE VENEZUELA
En la Casa Rómulo Gallegos, la muestra itinerante La sublevación de la palabra propone un recorrido por la vida y obra del periodista y escritor.
Por Silvina Friera
desde Caracas
La muestra itinerante Walsh, la sublevación de la palabra llegó a Caracas a treinta años de la desaparición del escritor y periodista. La inauguración, en la Casa Rómulo Gallegos, en el marco de las actividades programadas por la Secretaría de Cultura de la Nación en la III edición de la Feria Internacional del Libro (Filven), admite una multiplicidad de lecturas, aunque se imponga una perspectiva política. El viaje a Cuba, al corazón de la primera revolución antiimperialista latinoamericana, terminó de cambiar el curso de la vida de Rodolfo Walsh. No es casual que la muestra –en la que se exhiben objetos, fotografías inéditas, revistas en las que colaboró, sus libros e imágenes de la historieta Operación Masacre– se exhiba en una coyuntura venezolana también revolucionaria, antiimperialista y socialista. En la apertura estuvieron Tulio Monsalve, presidente de la Fundación Celarg; la embajadora Alicia Castro; Paula Romero, curadora de la exposición; Alejandro Verano, decano de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata; Osvaldo Bayer, Miguel Rep y Daniel Viglietti, entre otros.
Monsalve, presidente de la Fundación Celarg (Centro de Estudios Latinoamericano Rómulo Gallegos), se refirió al “drama interno” del intelectual. “Walsh nos dijo cómo un intelectual puede ser político”, sintetizó. Castro dijo que la muestra es “un homenaje al intelectual comprometido, una figura que parece limitada al siglo XIX. En Argentina los intelectuales que escriben se niegan a la participación política activa, como si la política ensuciara”. Citando a Walsh, Castro precisó que “más cruel que las heridas que se infringieron sobre los cuerpos fue la planificación de la miseria”. Y admitió el significado que tienen para Venezuela, que está haciendo una revolución “pacífica y de masas”, figuras revolucionarias argentinas como Evita, el Che y Walsh.
Romero, curadora de La sublevación de la palabra, comentó que la idea nació a partir de las actividades que estaba preparando la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata por los treinta años de la desaparición del autor de ¿Quién mató a Rosendo?, Los oficios terrestres y Un oscuro día de justicia, entre otros títulos. Estructurada para ofrecer al visitante un acercamiento al pensamiento de Walsh y a la vez a las formas en que puso en práctica esas ideas, esta muestra itinerante, que por primera vez se monta en el exterior, presenta imágenes –muchas de las fotos fueron cedidas por Casa de las Américas– y textos de gran formato, montados en diversos paneles, que están organizados a través de cuatro ejes temáticos: el hombre, el militante, el periodista y el escritor. En una de las vitrinas se exhibe el capítulo 29 de Operación Masacre, publicado en el diario Mayoría; su máquina de escribir, una Lettera 22, con la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar; pero también se puede encontrar un tablero de ajedrez, una de las pasiones del escritor, sus anteojos, y en varios paneles textos que Ricardo Piglia, Gabriel García Márquez y Bayer escribieron sobre Walsh. “La exposición no tiene un recorrido cronológico”, aclaró la curadora. “Cada uno puede tener la libertad de abordar la muestra como quiera”. Imágenes, textos y objetos conforman una muestra “para comprender el pasado de un hombre y de un país”.
Verano, decano de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Plata, confesó que no imaginaba ni remotamente llegar con esta muestra itinerante a Venezuela. “Fue un símbolo del periodismo latinoamericano, un símbolo revolucionario, a pesar de la densidad de esta palabra”, opinó el decano. ¿En dónde podemos ver a Walsh hoy?, se preguntó. “Sin duda, en algunos contemporáneos vivos, como Bayer”, afirmó. “Walsh pensó su obra íntegramente al servicio del pueblo, alejándose del relato del ‘héroe individual’.” Verano hizo hincapié en una paradoja: “Mientras el relato de la dictadura apelaba al ‘ser nacional’, se intentaba instaurar un modelo económico al servicio de los intereses extranjeros”. En la misma senda del planteo de Castro, el decano reconoció que “los periodistas hoy pierden de vista el compromiso social y político”.
Todos invitaron a Bayer para que dijera unas palabras. “Walsh nos marca todo un camino”, señaló el escritor. “El intelectual tiene que tener todas las libertades, pero jamás debe encerrarse en la torre de marfil; debe salir a la calle, primero, en primera fila.” Bayer recordó también a Francisco “Paco” Urondo y a Haroldo Conti, ambos desaparecidos por la dictadura militar. Castro se emocionó cuando Bayer enumeró las humillaciones que sufrió Conti durante su cautiverio. “Le rompieron las rodillas a patadas y le ponían el plato de comida en el suelo, tenía que arrastrarse para poder comer”, dijo Bayer.
Los miembros de la delegación argentina de la Secretaría de Cultura de la Nación –encargada de la programación artística– y la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería –responsable de las actividades literarias– comenzaron a recorrer la muestra junto con Viglietti, Rep, Bayer y Castro. En uno de los paneles se puede leer una anécdota de la segunda mujer de Walsh, Poupeé Blanchard: “En Cuba se me iba de farra, al prostíbulo, con las cubanas. Volvía a las cuatro de la mañana”. Los libros de Walsh, sus artículos periodísticos, sus frases, cada vez más filosas, más fuertes y subversivas, continúan resonando con una intensidad iluminadora sobre el presente argentino. Y por qué no, también, sobre la actualidad de la política venezolana.
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