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Viernes, 7 de marzo de 2008

ENTREVISTA AL ACTOR JORGE SUAREZ

“La Argentina es un país fértil para la impunidad”

En la comedia Aquí no hay quien viva encarna a Andrés Guerra, el delirante vecino mafioso del edificio. Esta interpretación le está dando a Suárez mayor visibilidad pública, después de muchos años de notable trabajo en el ámbito teatral.

 Por Emanuel Respighi

Apenas llega a la entrevista con Página/12, a Jorge Suárez se le señala que su carrera tiene cierto paralelismo con la de Ed Harris. “Seguro que no será por la cuenta bancaria”, dispara de entrada. “A ver, ¿cómo es eso?”, se inquietará después, no sin expectativa por la arriesgada comparación vertida por el cronista. Es que si bien se trata de un actor de extensa trayectoria en el teatro, en la pantalla chica siempre se lo convocó para roles secundarios en los créditos, pero en los que logró destacarse con interpretaciones que nunca pasaron inadvertidas. Se le dirá que es uno de esos actores que ningún productor convoca simplemente para rellenar un papel sino para motorizar una trama, un relato, una historia. Un actor reconocido, aun cuando la TV le niega los roles protagónicos. Las casi dos décadas de trabajo ininterrumpido en la pantalla chica reconocen su rol de actor secundario de excelencia. “Es verdad, en TV no soy de ocupar esos roles y me provoca cierto abismo, porque mi dedicación y entrega es absoluta”, analizará en la entrevista con Página/12.

La última prueba de ese extraño lugar secundario que el medio televisivo le reserva desde hace tiempo es Aquí no hay quien viva, la comedia que Telefé emite los jueves a las 23. Allí, en la versión argentina del formato español de Antena 3, Suárez vuelve a destacarse como un actor lleno de matices, interpretando a Andrés Guerra, el delirante vecino mafioso del edificio, del que se desconoce cómo se gana la vida pero que siempre está bien dispuesto a utilizar sus influencias para conseguir cualquier cosa por izquierda, desde deshacerse de un cadáver hasta conseguir la aprobación municipal del ascensor, llevar “unos turcos con los que estoy cerrando un negocito” a la fiesta de su vecina o secuestrarle un maltés a una de sus vecinas y extorsionarla para que venda el departamento si quiere volver a ver con vida al perro, en nombre de la agrupación delictiva VIP (Vecinos Insensibles de Palermo).

La historia coral que cuenta Aquí no hay quien viva, llena de enredos tan disparatados como reales, hace que esta vez el actor se ubique en el mismo nivel protagónico que el resto de sus colegas. “Lo que sucede es que el programa tiene un elenco muy parejo y la trama les da lugar a todos los personajes”, comenta Suárez. Se formó en el teatro, pero no reniega del lugar que le da la pantalla chica. “La continuidad laboral en la TV hace que me sienta reconocido. Lo que pasa es que los roles protagónicos televisivos están asociados casi exclusivamente a la galanura, a los galanes. Y es ahí donde obviamente no puedo competir. La TV suele buscar galanes como primeras figuras”, admite.

–Algo que no ocurre en el teatro.

–El teatro corre por otros andariveles, se puede conformar el rol desde la investigación, el ensayo y la composición. En el teatro uno puede hacer un cínico siendo pelado, gordo o rengo: lo fundamental es que des de cínico. En la TV, en cambio, la imagen juega un papel fundamental y en el casting el cínico surge de entrada desde el aspecto físico. Si tu cara no transmite cinismo, no vas a tener ese papel por más que interpretes perfectamente al personaje. Ni siquiera tenés la oportunidad de demostrarlo. En la TV el aspecto físico condiciona la convocatoria. Los roles son más esquemáticos.

–¿O sea que de esa visión sobre la selección actoral en TV, entonces, se desprende que su figura da muy bien con el cínico de Andrés Guerra?

–Esta vez me llamaron para hacer un cínico muy simpático, que da más con mi perfil... Es un personaje adorable y que pegó mucho. Lo siento en la calle cuando la gente me grita los latiguillos que el personaje usa en la ficción. Como, encima, la mayoría no sabe mi nombre, me dicen: ¿Qué hacés, bondiola? ¿Cómo te va, bujía? Guerra es muy argentino: es un poco adorable, un poco corrupto, otro tanto simpático, tiene altas dosis de violencia y puede tornarse desagradable en cualquier momento. Guerra condensa todas las características del argentino menemista. Cuando Guerra secuestró el perro de las Turienzo para extorsionar a la dueña para que vendiera el departamento, si bien era gracioso, tenía una connotación claramente mafiosa. Guerra es un mafioso argentino.

–Pero posterior a los ’90, es decir, además de ser mafioso hay que parecerlo. Es un personaje que maneja sus negocios non sanctos, que no se sabe de qué trabaja, pero que se maneja con total impunidad gracias a una personalidad “compradora”...

–Guerra es una persona que explotó de luz en la década de los ’90. La década de los ’90 le dio a este tipo de personas agua tibia para nadar. Tiene claramente un perfil menemista: no trabaja, da órdenes todo el tiempo, está conectado con el poder, consigue cualquier cosa por izquierda.

–Y lo peor de todo: se maneja con total impunidad.

–Los argentinos escuchamos y vemos cosas terribles y las dejamos pasar. La posibilidad de que reine la impunidad en cualquier sociedad no habla sólo del que la ejerce sino de aquellos que lo permiten. Y la Argentina es un país fértil para la impunidad. Lo que pasa con los dictadores supuestamente detenidos es un claro ejemplo de ello. ¡Y los políticos! Hacen lo que quieren. Yo escuché antes de las elecciones que si ganaba Cristina Kirchner iban a subir las cosas entre un 20 y un 30 por ciento, que fue lo que efectivamente sucedió. ¡Y la gente la votó, pero después se quejó de la inflación! Los argentinos no escuchamos o no vemos muchas cosas... y así estamos.

–Siguiendo esa línea, Aquí no hay quien viva es una suerte de micropaís, con sus dirigentes, sus propias reglas y sus relaciones de poder.

–Es una sociedad en sí misma, con personajes más o menos estereotipados para facilitar el reconocimiento o la identificación del público, pero que a la vez tienen características que en el conjunto generan situaciones tan reales como desopilantes. Y lo interesante es que los adaptadores hicieron un trabajo brillante, ya que lograron anclar la historia española a nuestra realidad. De la versión original sólo quedan la estructura y el cuadro de relaciones. Aquí no hay quien viva es el botón de muestra de la sociedad argentina, casi el universo en el que se basaría cualquier consultora para hacer una encuesta que represente a la sociedad de este país. En el edificio está representada la juventud, la vejez, el poder, los revolucionarios y hasta aquellos que quieren cambiar al sistema, pero que terminan siendo adoptados por el mismo establishment.

–El año pasado también participó de Amas de casa desesperadas, otra adaptación local de un formato extranjero, pero que no terminó de conformar un gran programa, al punto de que no se realizó la segunda temporada prevista inicialmente. ¿Qué fue lo que falló?

–Amas de casa desesperadas era una típica comedia americana, con mucho éxito en Estados Unidos y que Pol-ka hizo exactamente igual por la estricta supervisación de Sony Pictures y Buena Vista Internacional. Fue un programa en que había mucha gente y grandes compañías detrás. No podíamos tener el pelo distinto del que se suponía que debía tener el personaje según los libros originales. Fue una adaptación demasiado fiel a la estadounidense, pero no por nosotros ni por Pol-ka sino porque el contrato así lo señalaba. Igualmente, pese a la sensación de fracaso que sobrevoló, Amas de casa... promedió 18 puntos. Una cifra importante, pero que en el contexto de los treinta y pico de los Bailando, Cantando y todas esas cosas, evidentemente al canal no le sirvieron como para hacer una segunda temporada. En cambio, en Aquí no hay quien viva se siente libertad de creación. Creo que Amas... no tenía el perfil de la popu, y la Argentina tiene un público televisivo básicamente popular. El grueso de los televidentes argentinos no se banca historias que sucedían dentro de callecitas que parecían un barrio privado, aunque no lo era.

–Es decir que, a la historia extraña a ojos argentinos que contaba Amas de casa... , se le sumó una rígida supervisación que atentó contra la libertad que requiere toda comedia. Algo que, según se percibe en pantalla, le sobra a Aquí...

–Creo que sí, porque también participé en la versión de Amas de casa... para el mercado hispano de Estados Unidos y en Univisión funciona muy bien el programa. Aun cuando la producción está detrás de Aquí..., en Antena 3 confían en la experiencia de Telefé, que a la vez confía en los aportes de los adaptadores y de los actores. La comedia necesita de cierta libertad. Igual, en algún punto nosotros fuimos kamikazes con Aquí...: si bien hubo algunas charlas previas, después vinimos el primer día y empezamos a grabar como si fuera una comedia original de la Argentina. Da gusto trabajar así.

–Sin embargo, Aquí... posee un ritmo y una estructura que, sin llegar a ser una sitcom, no tienen las comedias locales, que suelen funcionar alrededor de un capocómico.

–Telefé viene apostando seriamente a la comedia desde hace bastante tiempo, incluso apostando a la sitcom cuando nadie lo hacía. En Aquí no hay quien viva se cree en los libros, en la historia y no se escribe de acuerdo a lo que marca el rating. Es una historia sencilla, bien escrita y con una estructura muy clara. Es un ciclo que tiene un nivel de excelencia que no existe hoy en día en la Argentina. Una comedia con la que la gente se ríe cada vez que la ve, que no apela a groserías, ni abusa de palabras efectistas. Por eso mantenemos los puntos de rating, pese a que se emite una vez por semana. A diferencia de lo que se suele hacer con las comedias, Aquí... no menosprecia al género. El programa posee la misma producción que se le otorga a un drama.

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Suárez, el actor secundario que ganó protagonismo en la tira de Telefé, también se luce en la obra Gorda, en el Paseo La Plaza.
 
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