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Domingo, 1 de junio de 2008

MUSICA › ENTREVISTA A LA CANTANTE Y ACTRIZ ESPAÑOLA LEONOR WATLING

“La única regla que tenemos es que manden las canciones”

La protagonista del film Los crímenes de Oxford sorprendió con su otra faceta artística. Tiene una banda, Marlango, que publicó un disco notable: The electrical morning. Allí aparece, aunque fantasmalmente, Jorge Drexler, su pareja.

 Por Roque Casciero

“Es muy retorcido, sí”, se ríe Leonor Watling cuando se habla del origen del nombre de su banda, Marlango. Pero la cantante y actriz española, protagonista de Los crímenes de Oxford (de Alex de la Iglesia) y Hable con ella (Pedro Almodóvar), explica que la primera vez que escuchó ese nombre en la boca de Tom Waits supo que si algún día tenía una banda, se llamaría Marlango. Y lo de retorcido fue porque la escuchó de la garganta áspera de Waits en la introducción de un tema del disco pirata Cold beer in a hot night (de un concierto de 1979). “Nos ha ocurrido que al explicar de dónde viene el nombre dijeran que somos una banda inspirada en Tom Waits, y realmente no es así –se ataja la cantante a través del teléfono–. En realidad, espiritualmente somos deudores de Waits, como de Leonard Cohen, Paolo Conte y otros artistas maravillosos como ellos, pero no en lo musical. Como fan de Waits, si me regalaran un disco de Marlango diciéndome que tiene algo que ver con él, no me gustaría nada. Pero soy una freak de las palabras, apunto algunas que me gustan, y cuando escuché ‘Marlango’ me pareció preciosa.”

En realidad, como lo demuestra el reciente CD The electrical morning, el trío que completan el pianista Alejandro Pelayo y el trompetista Oscar Ybarra está más cerca del sonido más refinado que consiguieron los Cowboy Junkies, o de la PJ Harvey más reflexiva y menos guitarrera. Paradójicamente, es el disco de Marlango con mayor preminencia de las guitarras. “La única regla que tenemos es que manden las canciones –explica Watling–. Hay algunas en las que, aunque queramos cambiarlas, sólo puede ir piano y voz. Y a otras, como ‘Mind the gap’, le echamos paladas de cosas-minimoogs, ondas martenot, cuerdas, piano, segunda guitarra, otras voces– y entraba todo. Ha sido por lo que pedían las canciones, no por una decisión estética de meter más guitarra porque sí.”

–¿Qué tiene de especial esa “mañana eléctrica” a la que hace referencia el título del disco?

–El título es de Alejandro, que es nuestro titulador oficial, y me gustó porque en realidad el disco no tiene un hilo conductor. Las canciones son las que nos salieron durante un año, mientras estábamos de gira con el segundo disco. Cuando él me enseñó ese título realmente entendí la conexión que las canciones tenían entre sí. La mañana eléctrica es esa hora que no pertenece a nadie, en la que puedes estar muy cansado si todavía no has dormido, o lleno de esperanza porque acabas de despertarte y tienes todo el día por delante. Esa hora tiene una energía muy aguda, porque aunque no hayas dormido, el momento en que sale el sol te da una inyección de estamina. Y nosotros, como banda, musicalmente también estamos en una tierra de nadie.

–“Shout”, la canción que abre el disco, tiene un “yo” narrador que se describe como lo peor, pero en el estribillo habla del grito como modo de bajar esa maldad. ¿Se trata de la misma persona, con su lado bueno y su lado malo, o son dos diferentes?

–Es una, porque es una especie de canción de autoprotesta (risas). A veces uno se siente muy asqueado porque cada página del periódico que pasa es peor que la anterior, pero de repente uno se da cuenta de que también forma parte de ese monstruo. Creo que la canción es tan violenta y tan agresiva porque me la agarro conmigo.

–Dijo que las canciones no tenían un hilo conductor, pero después de “Shout” (Grita) viene “Silence” (Silencio).

–Sí, es verdad. El orden de un disco es lo más difícil para mí. En un momento intenté separar las dos canciones por los títulos, pero musicalmente iban súper bien una después de la otra. Ahora que pasó algo de tiempo, sí creo que a través de todo el disco hay algo de buscar y apreciar: el silencio. Así que supongo que ése es el hilo conductor.

–La voz de su pareja, el uruguayo Jorge Drexler, aparece fantasmal en “Hold me tight”. ¿Querían que fuera cálida además de sexy?

–La voz está una octava por debajo, casi hablada. En realidad, es así porque lo pedía la canción. No es que la canción para porque entra el invitado y luego sigue. Lo mismo pasa con la participación de Miguel Bosé, que está casi como maestro de ceremonias. No buscamos que los temas tengan guiños personales, porque para eso te vas a cenar con el invitado y ya está (risas). Tenemos la suerte de contar con amigos muy talentosos que se acercan a las canciones igual que nosotros, buscando qué es lo que hace que sea mejor. A Miguel le ofrecimos dos canciones, pero llegamos juntos a la conclusión de que en la otra no hacía falta una segunda voz.

–En una entrevista ustedes compararon a Miguel Bosé con David Bowie. Con todo respeto, ¿no será mucho?

–(Carcajadas.) Es que David Bowie para mí está dentro de la Santísima Trinidad, igual que Tom Waits. Entre Bowie y Miguel hay muchísimas diferencias, pero él ha llevado adelante una carrera demencialmente valiente y tiene una voz con un registro increíble. Y él también ha pasado por los ’80, no se ha terminado de vestir de mujer pero casi, ha hecho películas y tiene una libertad enorme, muy divertida. En ese sentido me recuerda a Bowie.

–¿Cómo fue que empezó a escribir canciones?

–Tengo toneladas de cuadernos donde escribo cosas, pero no era nada en concreto: poemas, pensamientos... Cuando conocí a Alejandro Pelayo, primero hicimos cientos de versiones de temas de otros, pero luego descubrí que la canción me daba el espacio perfecto para soltar lo que tenía dentro. Y como Alejandro siempre ha escrito música, las canciones que teníamos ganas de escribir les ganaron a las que ya estaban escritas.

–¿Recuerda el momento en que esos pensamientos escritos en un cuaderno se hicieron canción por primera vez?

–Creo que sí me acuerdo, aunque se me había olvidado... ¡Es que la canción era terrible! Espero que la hayamos borrado de la mesa porque eran todos los tópicos de las canciones que llevábamos escuchando mucho tiempo. Después de muchísimos dibujitos de canciones, la primera en la que reconocimos que tenía algo nuestro fue una que salió en el primer disco, “Once upon a time”, que viene de una pieza que había escrito Alejandro para cuatro clarinetes. Yo la escuché y tenía una letra escrita que encajaba perfecto. La melodía y la armonía ya estaban, pero luego escribimos juntos casi todas las canciones desde cero.

–Como banda, ¿al principio los perjudicó o los benefició que usted fuera una actriz famosa?

–Creo que un poquito de los dos y que es normal que así sea. A ninguno de los tres nos importaba mucho porque, como decía antes, aunque nos prohibieran tocar, lo haríamos igual. Era un disco tan honesto que en la primera escucha la gente se dio cuenta de que no era “Ay, mira, la actriz se aburre y ha hecho un disco como quien hace manualidades” (risas). Pero es verdad que tienes un período de castigo. En principio tienes muchas más puertas abiertas que si no te conocieran, pero a la vez también hay un peaje, que es demostrar si es de verdad o no. Pero como no teníamos prisa, tampoco nos importaba ese peaje.

–En su caso, ¿la actuación y la música se retroalimentan?

–En la música me siento muy libre y muy dueña, decidimos cómo hacemos desde la fotografía de la portada hasta la última nota que suena en un disco. Y eso me encanta y me divierte. En el cine, en cambio, disfruto de pertenecer a un grupo que es como un ejército, donde soy una pieza más y mi responsabilidad es pequeña, aunque sea importante. Además, descubro mundos donde jamás entraría, porque hay historias que jamás se me ocurriría contar y un director me dice que me ve en ella. Por ejemplo, Alex de la Iglesia me ofreció el papel en Los crímenes de Oxford, y yo siento que ese personaje está muy alejado de mí, porque es una mujer súper carnal y muy directa. Entonces es muy divertido ponerse en otro sitio, con mucha menos responsabilidad y con una cantidad de estímulos diferente. Una cosa alimenta a la otra, porque después de una gira llego muy mansa a un rodaje: tengo muchas ganas de que me dirijan, me manden y me vistan. Y cuando termino una película salgo con muchas ganas de mandar, de escribir, de vestirme como quiero y de hacer mis cosas. Ahora que lo pienso, creo que nunca habría escrito “Not without you” si no hubiera hecho la película Malas temporadas, que era tan dura y como un viaje personal hacia el abismo. Eso me hizo escribir desde un sitio que, si no fuera actriz, a lo mejor no habría encontrado.

–¿En algún momento se le hizo difícil conciliar las dos cosas?

–Sí, es agotador físicamente, pero si te gustan mucho las dos sacas fuerzas. A veces hay que elegir y he perdido alguna película porque ya habíamos cerrado una gira, pero pierdo algo por otra cosa que me gusta mucho.

–Con Los crímenes de Oxford seguramente subirá su perfil como actriz. ¿Eso interferirá con la música?

–Creo que depende mucho de mí. De todas formas, es muy raro eso del perfil alto o bajo, es como un valor en la Bolsa: cuando eres actor tienes rachas en las que subes o bajas. Pero el tipo de carrera que me gusta es muy lento, muy a largo plazo. Cuando hice la película de Pedro Almodóvar era como estar cotizando en Wall Street, pero uno elige si le apetece entrar ahí. Podría haberme ido a hacer pruebas en Hollywood, pero justo en ese momento estaba empezando con Marlango y me apetecía más poner toda la energía en la música.

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“El tipo de carrera que me gusta es muy a largo plazo”, sostiene Watling.
 
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