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Sábado, 23 de agosto de 2008

MUSICA › HOMENAJE DE CéSAR ISELLA AL CUCHI LEGUIZAMóN

Rey de la chacarera

El músico rendirá un tributo, esta noche en el ND/Ateneo, al creador de “Balderrama”. “Hay que recordarlo con una sonrisa por su obra maravillosa y su enorme carcajada”, argumenta.

 Por Cristian Vitale

Debe ser una de las palabras más usadas en Salta. Acullico, por si algún porteño desconoce, nombra –en quechua– a la pequeña bola que se forma entre muelas cuando se masca coca: el inmediato paso previo al juguito amargo y antialtura que sale de la acción. Cuenta César Isella, salteño y coquero, claro, que Cuchi Leguizamón murió con acullico en la boca. De ahí que, además de recrear varias de sus obras, se le haya ocurrido regalar, a cada quien que concurra a la cita, un paquete con hojitas de coca. Buen plan para nutrir de color norteño el homenaje que el ex Fronterizo le rendirá al creador de “Balderrama” hoy, en el ND/Ateneo, junto a Lorena Astudillo. “Hay que recordarlo con una sonrisa, porque Cuchi no sólo resaltaba por su obra maravillosa sino por su personalidad, su enorme carcajada y su inteligencia notable. Era un mentiroso profesional”, dice Isella, con vasto conocimiento de causa.

–¿Un mentiroso?

–Tan mentiroso que era imposible seguirle el tren –se ríe–. El te contaba algo cuatro o cinco veces en diversas ocasiones y te inventaba más mentiras, pero era tan divertido que las carcajadas que se echaba acerca de sus propias mentiras eran tan enormes como las originales.

El propósito, además de coquear en grupo, es visitar a casi seis años de su muerte algunas de las notables obras que cruzaron las fronteras de Salta para transformarse en patrimonio atemporal del ser argento. “Con Los Fronte, a fines de los ’50, nos dimos el lujo de grabarle casi un 70 por ciento del material al Cuchi y Manuel: por supuesto que es imposible repetirlo en una noche, pero vamos a hacer un recorte lo más completo posible”, adelanta Isella. “Se ponían a discutir entre ellos en las veredas, tomando cerveza, y se adentraban mucho en la filosofía de la vida, o de Confucio, mientras mascaban acullico: así salían las canciones. Manuel te podía charlar sobre cualquier poeta del universo y, a la par, contarte poesías. Cuchi era casi autodidacto y ha llegado a sacar a Bela Bartók por intermedio de las partituras y los discos.”

–Confucio y Bartók, ¡qué mezcla!

–Es que para mí el Cuchi fue un anarquista por naturaleza, se oponía a todo y no se oponía a nada. Hurgaba en Confucio y después lo discutía a fondo, pero había leído quince páginas nomás. Utilizaba su preparación y su gran conocimiento del idioma para divertirse; incluso era abogado, pero decía que no podía ejercer porque iba a perder todos los juicios. No le gustaba que perdiera la gente y solía hacer locuras: una vez se le ocurrió hacer un concierto de campanas en Salta y las hizo sonar a todas las que hay allá, juntas. Fue un acontecimiento impresionante, muy anterior a la movida de los extranjeros que lo hicieron después.

–Un experimentador, no se conoce tanto esa faceta.

–Tiene un montón. Una vez, enamorado como estaba de su ego y su locura, le pidió permiso al jefe del ferrocarril Belgrano para que le preste las máquinas con el objetivo de hacer ¡un concierto de chacareras! Imagine lo que fue prestarle dos locomotoras al Cuchi, con los maquinistas incluidos: le prestaban los trenes desde las once de la mañana hasta las cuatro de la tarde y no dejaba dormir la siesta a ningún salteño; en pocos días, por supuesto, lo echaron del ferrocarril. Un loco hermosísimo que ponía en práctica sus proyectos con una convicción tremenda, y después te decía ‘estos badulaques pelotudos no han entendido nada’.

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César Isella elogia la “inteligencia notable” de Leguizamón.
Imagen: Pablo Piovano
 
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