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Viernes, 5 de septiembre de 2008

MUSICA › SUSANNA MONCAYO INAUGURA EL YA CLASICO CICLO “LOS VIERNES MUSICA”

Todos los colores de una voz

Junto al pianista Fernando Pérez, Moncayo ofrecerá en el auditorio de la Sociedad de Distribuidores el programa Cantos gitanos, cantos negros. Y mañana en el Ateneo se dedicará a la canción popular con el barítono Víctor Torres.

 Por Diego Fischerman

“La voz no es la misma”, dice Susanna Moncayo. La notable cantante argentina, que se caracteriza por abordar con igual soltura repertorios de la llamada música clásica y canciones de tradición popular, explica: “Hay una técnica que tiene que ver, entre otras cuestiones, con lograr que la voz se imponga a un grupo de instrumentos, en ámbitos que tradicionalmente excluyen la amplificación. Eso es la impostación. Es algo así como la invención de una voz que no es totalmente natural. Cuando se canta música popular, en cambio, se trata de no impostar. Pero, tal vez, algo de la técnica aprendida sigue estando, aunque sea en la manera de cuidar la voz; en el poder cantar sin esfuerzo y sin agotarse”.

Ella será la protagonista, hoy a las 20.30, de la apertura del ciclo “Los viernes música” organizado por PáginaI12 en la Sociedad de Distribuidores de Diarios y Revistas (Av. Belgrano 1732). Allí estará junto al excelente pianista Fernando Pérez haciendo un programa titulado Cantos gitanos, cantos negros, que incluye canciones de Montsalvage, Milhaud, Brahms, Lecuona y Bola de Nieve (ver recuadro). Y ambos, junto al barítono Víctor Torres, se presentarán mañana a las 21 en el Teatro ND Ateneo (Paraguay 918) con un espectáculo llamado Canciones argentinas, en donde Carlos Guastavino y Carlos López Buchardo se dan la mano con Ariel Ramírez, Sebastián Piana, Eduardo Falú y Astor Piazzolla, entre otros. “La idea comenzó cuando, hace años, descubrí las canciones de López Buchardo, que son magníficas”, cuenta Torres. Protagonista de uno de los mejores Orfeo de Monteverdi que existen en la discografía, responsable de algunos personajes inolvidables en la historia reciente del Colón (su Germont en La traviata de Verdi, el extraordinario Danielo en Jonni spielt auf de Krenek) y ya con dos discos dedicados al repertorio de cámara argentino en su haber, Torres habla de “encontrar una dicción además de un estilo”. De hecho, mucho del repertorio argentino se canta como si fuera alemán o italiano, El y Moncayo coinciden en que, en todo caso, la cercanía con la música popular de estas canciones obliga a un abordaje distinto.

Pérez, por su parte, cuenta que muchas de estas canciones “parecen sencillas y a veces lo son en su línea melódica principal, pero los acompañamientos del piano suelen ser muy exigentes y estar llenos de riqueza”. El hecho de que la canción de cámara, asociada al refinamiento y al entretenimiento íntimo en los salones burgueses, se traslade a ámbitos más ligados con otro tipo de repertorios, no es un dato menor. Los tres descreen de la solemnidad forzada y de las supuestamente inamovibles reglas del “concierto clásico”. “No es que cambiar de lugar vaya a lograr, mágicamente, un clima más suelto y otro tipo de público”, opina Moncayo. “Pero se trata de abrir una puerta en ese sentido.” Torres agrega: “Muchas de estas canciones son cercanas en espíritu a música que formó parte de nuestra infancia y de nuestra juventud. Canciones que fueron nuestras mucho antes de que estudiáramos canto y decidiéramos ser profesionales. Creo que, en efecto, hay algo del Barroco que subsiste en las músicas folklóricas de América y que hace que, cuando nos acercamos a ese mundo estético, lo hagamos con una base tal vez más cercana a la que tenían los cantantes del siglo XVI y XVII. Es que ciertos elementos estilísticos de esa manera de cantar nosotros no la aprendimos en los conservatorios sino en las peñas. Si uno escucha a Mercedes Sosa cantando una canción de Ariel Ramírez escucha mucho de lo que hoy se identifica con el ideal de interpretación de la música barroca”.

Torres, al igual que Moncayo, pone en tela de juicio cierta costumbre, en la canción de cámara, de subrayar el sentido de cada palabra. “Y a veces de cada sílaba”, subraya. “Eso es habitual en la canción alemana, en el lied. Pero tampoco está escrito que así deba ser en ese caso. Esa era la manera de cantar de Dietrich Fischer-Dieskau y quedó canonizada como ‘la manera de cantar lieder’. Creo que hay otras formas.” Y Moncayo completa: “Sobre todo cuando es inevitable escuchar en esas canciones el eco de músicas populares que aprendimos a cantar mientras crecimos”. Ella cultiva, conscientemente, esa cercanía. Por un lado es una destacada figura en el mundo lírico. Debutó en el Teatro Colón con Fausto, de Charles Gounod, y cantó en Lulu,de Alban Berg; Los cuentos de Hoffmann, de Offenbach; El amor por tres naranjas, de Prokofiev; Pelléas et Mélisande, de Debussy, y Liederkreis, de Gerardo Gandini; actuó en teatros como La Scala de Milán y el Concertgebouw de Amsterdam y estrenó y grabó el Dixit Dominus de Vivaldi encontrado en 2005 con dirección de Francesco Fanna y que fue editado por PáginaI12. Y, por otro, ya ha editado dos CD de música popular y está grabando un tercero. Los cantantes, ella y Torres, son los mismos. La voz, como ella dice, no lo es.

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“Estas canciones son traducciones, tal vez idealizadas, del mundo negro”, dice Moncayo.
 
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