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Jueves, 4 de diciembre de 2008

MUSICA › MARIO PARMISANO, TRAS OTRA GIRA MUNDIAL CON AL DI MEOLA

“Conocí a Astor a través de su alma”

 Por Cristian Vitale

Mario Parmisano está agotado. Cuatro meses de vuelos y escenarios le demandó la última gira con Al Di Meola: Kazajstán, Líbano, Israel, Grecia, Chipre, Turquía, Marruecos, Túnez, Ciudad del Cabo, Londres, Malasia, Corea del Sur y buena parte de Europa. “Quiero quedarme al menos por un tiempo en Buenos Aires, no hay como estar en casa”, desea en voz alta. Pero el fin no es descansar. Trabajador infatigable de la música, ya diagramó junto a Es! Entretenimiento un tributo a quien denomina “el gran maestro del tango”: Astor Piazzolla. Será hoy y mañana a partir de las 21.30 en el Teatro Metropolitan (Corrientes 1343). “Hace 15 años que vengo tocando su música por el mundo entero, y creo que seguiré haciéndolo el resto mi vida. Es una pasión que difícilmente pueda abandonar”, sigue él, en los prolegómenos del par de conciertos que compartirá con Luciano Jungman en bandoneón, Jorge Oss en bajo, Lucas Canel en batería y el Octeto de Cuerdas de Martin Lorenzo. “No tuve la suerte de conocer a Astor en persona, pero ahora puedo decir que lo conozco a través de su música, ya que ésta es el reflejo del alma del músico.”

–Piazzolla siempre penduló entre el jazz, la música clásica y el tango. ¿Cuál es la veta que rescata usted? ¿Desde dónde lo aborda?

–Desde el mismo lugar. Mantenemos la esencia de Buenos Aires con el bandoneón y el piano acústico, sin teclados electrónicos. Además, al incorporar batería y bajo le daremos una rítmica más sutil y jazzera. Junto con las improvisaciones, el toque clásico estará en los arreglos de cuerdas; en esto fue muy productiva mi experiencia de realizar arreglos que fueron grabados por la Sinfónica de Moscú y la de Toronto, entre otras....

Parmisano, experimentado pianista, compositor y arreglador parido por Buenos Aires, trae en su mochila un bagaje de trabajos disímiles en nombres y estilos. Un rompecabezas sorprendente que va desde un disco de Pedro Aznar (Fotos de Tokio) donde figura como tecladista, hasta El acelerador de sueños (último de Marcelo San Juan), e infinitos aportes en el medio: dirigió la música de Contactos (David Lebón, 1990), Tango Feroz, La Vida (Estela Raval, 1996), Cerca del cielo (Sergio Denis, 1988) y hasta uno de ¡Rodolfo Zapata!, pero su mejor credencial –al menos la más resonante– sigue siendo el periplo junto a Di Meola, que comenzó mediando los noventa, con la aparición de teclas en Orange & Blue. “Lo conocí a través del hijo de Estela Raval. El estaba buscando un pianista y yo viajé a Nueva York para una audición. Estudié y me preparé un montón para ese momento, teniendo en cuenta la competencia que tendría... afortunadamente todo salió como lo soñé, y más también. Mi primer show fue dos días después de la audición, en París. Luego en Londres, Hong Kong... y tres meses de gira, donde compartimos shows con Larry Carlton, Herbie Hancock, Wayne Shorter, Stanley Clark, tocamos en el Festival de Montreal, el de Montreaux. En fin... no lo podía creer”, revela.

El pianista suma a los recurrentes conciertos mundiales cinco discos más junto al sofisticado guitarrista de Nueva Jersey: The infinite desire (1998), The Grande Passion (2000), Flesh on flesh (2002), Era Jazzu (2003) y One of these nights (2004), siempre en carácter de Grand Piano. “Un día estábamos tocando en el Tchaikovsky Hall de Rusia, donde el mismísimo ‘Peter’ presentaba sus obras... sucedió que Al extendió una parte de su solo de guitarra y el director de la orquesta se perdió: pánico escénico para los 80 rusos que miraban desesperados al director sin saber qué hacer. Yo miré al director y desde el piano le hice señas de que le avisaría, pero en un gesto inolvidable me pasó la conducción... pude dirigir hasta el final del tema a la Orquesta Sinfónica de Moscú, inolvidable.” Parmisano aquilata –además– haber compartido tres mil shows con Di Meola y poseer siete pasaportes repletos con sellos de distintos países. Como solista, en tanto, lleva grabados dos trabajos: Desde el laberinto y el reciente A mis viejos, un zig zag entre tango, jazz y folklore. “Es un homenaje a nuestros viejos, que siempre vivirán en nuestros corazones”, sintetiza.

–Un dato sorprendente en su trayectoria es haber participado en proyectos tan distintos. ¿Qué rasgo personal le ha permitido superar los prejuicios?

–Bueno, mi vida musical comenzó a los 4 años, y he tenido la oportunidad de tocar muchos estilos diferentes de una manera muy natural: fui de la chacarera a Chopin, de Rodolfo Zapata a Pedro Aznar o de Sergio Denis a Chick Corea sin problemas. En todo puse lo mejor de mí.

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