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Jueves, 22 de enero de 2009

MUSICA › SE ESTRENA EN LA TRASTIENDA LA OPERA CUMBIA ¡MUEVA LA PATRIA!

La historia con música bastarda

Pablo Marchetti, Fernando Sánchez y Eduardo Blanco son los responsables de la revista Barcelona y, también, los autores de esta especie de ópera en que los próceres de Billiken –y también los personajes más recientes– se mueven con música tropical.

Luces de todos los colores se encienden sobre el escenario de La Trastienda y una decena de actores mueven las caderas al ritmo de una cumbia peroncha. “¡Mueva, mueva, mueva!” Uno tras otro, la carnavalesca voz del presentador, símil Tota Santillán en “El murguero” decadente, introduce a los protagonistas de la historia, que pasan al frente mientras se prende fuego el rallador: el Coro de Garcas, “tomado del teatro clásico griego” y compuesto por un terrateniente panzón y barbudo, una señorona de la alta alcurnia, un cura de sotanas evangelizadoras y un milico con espejuelos amarillos; detrás de ellos, Romina de Caballito, una chetita hermosa que se contonea en su vestido diminuto; y, ahora sí, ¡el del pueblo, el marginado, el yerba mala, el del amor incansable, con ustedes, el Negro Cabeza!

Las palmas explotan en una ovación descontrolada, porque al pueblo lo que es del pueblo, porque el pueblo se lo ganó. Pero ahora, el salón está cubierto de cables y los pocos espectadores son del cuerpo técnico del equipo sobre las tablas, que piden volumen, orden y tranquilidad, aunque a ellos se los vea ansiosos ante el inminente estreno, que será hoy a las 21. A la izquierda de la barra que enfrenta el plató, tres hombres ríen y comentan, se los ve divertidos, apoyan sus manos en el hombro cercano, como pibes. Como amigos. Pablo Marchetti, Fernando Sánchez y Eduardo Blanco son, además de los creadores de la irreverente revista Barcelona –junto a Javier Aguirre–, los autores de ¡Mueva la patria!, la auténtica ópera cumbia argentina.

“Somos unos limados, nos cagamos de risa, nos divertimos. Así fue hacer la obra, no fue sólo juntarnos a escribir”, cuenta a Página/12 Marchetti. Y lo del limón se nota: ¡Mueva la Patria! sube al espectador a la máquina del tiempo y lo transporta a 1810, en vísperas de la Revolución de Mayo. De ahí, hacia adelante, el Exodo jujeño, San Martín, Belgrano, la evangelización de los indios, la muerte del heroico Cabral, el affaire de Rosas con una nativa gaucha, la escuelita sarmientina, la Década Infame, la muerte del Zorzal Criollo, Perón, la Libertadora, el genocidio del último gobierno de facto, el Mundial ’78, la Guerra de Malvinas, el retorno de la democracia hasta la actualidad (hasta aparece un flogger). Una hora y media signada por el histeriqueo narcótico de Romina para con el solemne amor del Negro Cabeza y musicalizada por el compás de los timbales.

“En realidad, no nos planteamos hacer humor, sino romper determinadas convenciones de género. Por eso, necesitamos de Valeria (Ambrosio, directora del musical), que conoce convenciones, que conoce el género teatral y sabe cómo romperlo”, explica el director de Barcelona.

–Pero esa fórmula también aparece en lo temático, por ejemplo cuando hacen humor sobre la última dictadura militar...

–Pablo Marchetti: En la revista manejamos una agenda, que es la misma que la de los diarios. Entonces, no podemos decir “che, no jodamos con Gaza porque está re pesado”. Acá pasa lo mismo. La historia argentina puede ser contada con cumbia y no bajar un cambio. Hubo genocidios en este país, la dictadura pasó, y hay una gran desigualdad social.

–¿Pero entonces no hay límites?

–Esteban Blanco: Para crear algo no se tiene que partir de un freno. Uno crea, después puede gustar o no el producto.

Y a ellos les gustó hace 14 años, cuando se les prendió la lamparita y mezclaron ópera y cumbia en la misma olla. En aquel entonces, Marchetti y Sánchez eran voz y tecladista de Sometidos por Morgan, creadores de “La cumbia del odontólogo”, canción rediviva cuando TVR o Chiche recuerdan el caso de Ricardo Barreda. “Hacíamos boludeces, muchas cosas que surgían a partir de reuniones y ensayos. Fumados, colgados, nos pusimos a escribir la ópera cumbia y quedó en el camino, como muchas otras cosas. Hasta que, hace dos años, el Centro Cultural Caras y Caretas le propuso a la revista hacer algo y recuperamos la idea”, reseña Sánchez, que en los papeles es editor de la revista. “Hay una vieja idea que dice que el rock dejó de ser algo mugriento, algo pasajero, para la rebeldía de la juventud. Entonces, se creó la ópera rock, el rock sinfónico, y fue elevado –entre comillas– a las categorías más altas de la cultura. ¡Mueva la patria! no agarra un género con pretensiones como el rock, sino a la cumbia, que es lo más bastardo que hay y, al mismo tiempo, todo el mundo la baila en cualquier fiesta de cualquier clase social”, compara Marchetti.

–En cuanto a lo histórico, ¿necesitaron volver a los manuales del colegio secundario?

–E. B.: Además de la Wikipedia, que fue una fuente fundamental, tomamos lo que queda en la memoria popular, los hechos y acontecimientos como la gente los recuerda. Los personajes que aparecen en la ópera tienen que ver con la idea de manual, de Billiken, que la gente tiene acerca de los héroes, los próceres nacionales y la Patria.

–P. M.: También hay algunas cosas que no sabemos, por ejemplo si Cabral murió como en la obra, con un sable en la cabeza y un soldado diciéndole: “¡Mueva, mueva!”. Pero no hicimos revisionismo. Contamos la historia que salió en Billiken pero en un musical.

–¿Y cómo decidieron la pareja de protagonistas?

–E. B.: La ópera cumbia te lleva a un personaje como el Negro Cabeza. Luego apareció el resto de los personajes: Romina de Caballito, una mina de clase media que coquetea con el Negro, pero aspira a llegar al Coro de Garcas. En la obra hicimos un paralelo entre la historia y lo que les va sucediendo a estos dos personajes, desde desengaños a traiciones.

–Aunque no haya una intención a priori, la obra tiene un contenido político y social explícito...

–P. M.: Todo acto creativo aspira a crear conciencia. Aunque me parece muy estúpido pensar que realmente vas a cambiar algo, en el fondo siempre hay algo de vanidad, de querer cambiar las cosas.

Informe: Facundo Gari.

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“No nos planteamos hacer humor, sino romper las convenciones de género”, dicen los autores.
Imagen: Pablo Piovano
 
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