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Miércoles, 3 de junio de 2009

MUSICA › BARDOS CADENEROS Y EL CD LAS LíNEAS DE TU MANO

Entre cuecas y tangos reos

En su último trabajo, que se presenta esta noche en Clásica y Moderna, el cuarteto incluye sus propios tangos y canciones folklóricas cuyanas. “El del cantor con guitarras es un arte refinadísimo”, asegura Hernán Lucero, voz del grupo.

 Por Carlos Bevilacqua

El nombre del grupo, sugerente, invita al mataburros. De “bardo”, dice: poeta que entre los antiguos celtas exaltaba las glorias nacionales. El adjetivo “cadenero”, en lunfardo, quiere decir algo así como “el que empuja, lleva o lidera” por asociación con el caballo que era ubicado delante de los demás para tirar del carro mediante cadenas. Recién ahora, al grabar por primera vez temas propios en un tercer CD, los Bardos Cadeneros asumen plenamente el mandato de su nombre. En el flamante Las líneas de tu mano, Hernán Lucero (voz), Carlos Viyer, Pablo Budini (guitarras) y Sergio Barberis (guitarrón) interpretan ocho piezas surgidas total o parcialmente del cuarteto. Dentro de una temática y unas formas más bien clásicas para el tango, tres de esas novedades tienen la particularidad de llevar música de Lucero y letra de su amigo el dibujante Matías Loiseau, alias Tute, también autor del arte de tapa. El resto del disco incluye la rareza de una letra de Caloi (papá de Tute) musicalizada por Raúl Carnota.

“Mi estética tiene como base fundamental a Carlos Gardel y a Nelly Omar, pero también está influida por Atahualpa Yupanqui y Alfredo Zitarrosa”, se planta Lucero, que revela así sus altísimos referentes musicales pero también las coordenadas de un repertorio tan urbano como campero. “Yo soy cuyano, mejor dicho –se corrige– porteño, pero hijo de sanjuanina y puntano. La música cuyana fue la que me acunó”, cuenta respecto de la inclusión en el disco de una cueca, una tonada, un pasillo y lo que él define como “un valsecito cuyano”. Como en los discos anteriores, Lucero hace gala de una gran voz, de esas plenas y afinadas, en medio de virtuosos punteos. De yapa, aparecen invitados de la talla artística de Lidia Borda, Pablo Agri y Mónica Abraham. El CD es presentado desde principios de mayo en Clásica y Moderna (Callao 892) en un ciclo que por su buena repercusión se prolongará los miércoles de junio a las 21.30. Faltan pocos minutos para el último recital de mayo. Lucero duda entre un cortado y ese vaso de tinto que se toma justo antes de actuar. “Me relaja”, justifica.

–En los créditos del CD agradecen especialmente a Nelly Omar.

–Como a ella le gusta lo que hacemos, se ha tomado el trabajo de hacernos sugerencias. Es una mujer muy generosa que respondió a cada una de mis consultas. Desde que la conocí hasta hoy crecí muchísimo como cantor y, en gran medida, gracias a sus comentarios.

–¿Por qué guitarras?

–Si bien he cantado con orquestas como la Furca, Vale Tango o la Filiberto, el acompañamiento de guitarras genera una intimidad especial, te permite usar la media voz, los matices. La orquesta está más en función del baile, la guitarra sirve más a la canción. Además, es el instrumento más fácil de encontrar en una casa o en una reunión. Es casi tan entrañable como el fueye. A la guitarra la ubicás contra el pecho, la abrazás y la sentís vibrar. Hay una relación física con la guitarra.

–¿Cuánto influyó Carlos Viyer en su estilo?

–Mucho, él me ayudó a encontrarlo. De hecho, la idea primigenia de Bardos Cadeneros nació entre él y yo. Carlitos es por lejos el mayor, así que además de pericia aporta una enorme experiencia. Los demás estamos siempre muy atentos a él porque maneja los yeites del género. El tango está en la forma de vivir, de hablar y hasta de caminar de tipos como Carlitos. Lo conocí en un boliche muy reo de Mataderos donde había muy buenos violeros y cantores, todos mayores, aficionados.

–Es curioso cómo muchos músicos de tango se forman en lugares así, de bohemia.

–No sé bien por qué pero resultan indispensables. Hay una magia en la noche y en la pena contenida de esos cantores de boliche que enseña muchísimo. En esos lugares escuché a los cantores más sinceros.

–¿No es un poco contradictorio tocar ahora en un ambiente tan elegante?

–No, porque el tango del cantor con guitarras es un arte refinadísimo. Bien puede tocarse en el patio de la casa más humilde, como en Clásica y Moderna. El arte de Carlos Gardel, por ejemplo, es uno de los más refinados.

–¿Por qué?

–Porque tuvo una musicalidad exquisita, una afinación perfecta, una capacidad descollante para interpretar los textos y, sobre todo, una gran sensibilidad. Gardel tenía un conocimiento y una piedad por el otro increíbles. Eso es algo característico del tango. La letra de “Che, bandoneón” dice: “El duende de tu son, che bandoneón / se apiada del dolor de los demás / y al estrujar tu fueye dormilón / se arrima al corazón que sufre más”. Eso es el tango, apiadarse del dolor ajeno.

–O sea que el tango es de izquierda...

–No sé (sonríe), estaría metiéndome en camisa de once varas. No sé si el arte tiene una ideología ni si es bueno que la tenga. Lo que sé es que el arte es una ofrenda, un dar, un acto de amor. Escuchar buena música tiene un efecto reparador.

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Hernán Lucero dice tener influencias de Carlos Gardel, Nelly Omar y Atahualpa Yupanqui.
Imagen: Bernardino Avila
 
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