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Martes, 25 de agosto de 2009

MUSICA › TREMOR, UNA RAMA DIFERENTE DEL áRBOL FOLKLóRICO

“Hay mil folklores válidos”

Leonardo Martinelli, Camilo Carabajal y Gerardo Farez le ponen el cuerpo a un proyecto que nació como la experimentación del primero, pero sumó una dinámica de grupo para darle forma a un proyecto atípico, tan atractivo como lo que suena en Viajante.

 Por Cristian Vitale

Tremor significa temblor. Más específicamente, un temblor involuntario que los médicos definen como una especie de desorden neurológico esencial. Es rítmico, genético y puede atacar cualquier parte del cuerpo, de la cabeza a los pies. A Leonardo Martinelli –músico de variado bagaje– le pareció la definición más apropiada para nombrar a su banda que, junto a Doña María y Gaby Kerpel, le pondrá sal gruesa al Limbo Fest el jueves 3 de septiembre, en Ultra Bar. “Me encantaba esa cosa del ritmo orgánico, del ritmo en el cuerpo como algo involuntario”, cristaliza él. Se refiere a Landing (Aterrizaje), disco debut que mezcla ruidos de monedas, cuchillos e impresoras como patrón rítmico, pero también a Defecto Primario –el segundo–, un inaudito compendio musical en el que flautas traversas, clarinetes, pianos y violines se ponen al servicio de objetos domésticos, y dan una música difícil de absorber a primer trago. Sigue Leo: “Los discos de Tremor tienen una cosa de collage. Hasta lo que es ejecutado está como trozado y vuelto a rearmar. Algo que tiene que ver con la identidad del grupo, más allá de los elementos folklóricos, es ese crossover de distintos elementos que pasan por una especie de multiprocesadora... digo, también podría haber un Tremor Celta”.

Ambos, Landing y Defecto Primario, fueron cosa suya. Después, Leo sumó a un Carabajal segunda generación –Camilo– en bombo legüero, a Gerardo Farez en sintetizador y redobló, con ellos, la pata folklórica. Viajante, de edición reciente, incorpora huaynos hipnóticos, carnavalitos en trance y ritmos andinos de ensueño a lo esencial, y ubica al grupo entre lo más jugado del neofolklore argentino. “Es muy interesante la relectura de la identidad desde el hoy, pero no como una cosa fija. Yo crecí en Once, en un décimo piso, y me acomplejaba a veces esto de tocar folklore... digamos, como porteño. Pero los viajes me hicieron ver que hay miles de folklores en cada región que tienen que ver con climas, idiosincrasias e historias, y que todos son válidos. Yo siempre aclaro que no hacemos folklore, pero sí jugamos con elementos del género y tratamos de usarlos de una forma diferente. Es la verdadera búsqueda del proyecto”, especifica Martinelli.

–¿Siguen siendo un grupo experimental?

Leonardo Martinelli: –Bueno, es una palabra que mete miedo, pero en todo lo que hacemos hay un porcentaje de experimentación, aunque no desde lo snob como para que la gente diga “mirá qué loco lo que hicieron” escuchando tres minutos de ruido de una aspiradora (risas). Los elementos que tienen que ver con la experimentación, en Tremor, forman parte de la música.

–¿La impresora también?

L. M.: –Sí, porque en el tema hace un ritmo, e incluso va con bombo legüero. Hay una intención experimental, pero no es el eje: lo más importante, siempre es la música.

–Lo que sí prevalece, mirado desde afuera, es la idea de riesgo como parte central de la identidad del grupo. ¿Acuerda?

L. M.: –Sí, vivimos en un estado de excitación constante, pese a que hace tres años que tocamos juntos. Antes de hacer un tema me interesa no saber el resultado. No entiendo a esa gente que dice “yo toco blues” antes de empezar. Para mí es al revés: mata no saber qué va a pasar. Eso nos genera adrenalina..., el día que eso desaparezca lo dejaremos de hacer. No me gusta hacer lo mismo una y otra vez.

Farez y Carabajal –hijo mayor de Cuti– no contradicen nada. Ambos le siguen el dribbling al creador y se miran. Hablan poco y, como Leo, son bateristas. Camilo, el histriónico bombisto de Semilla, fue el primero en integrarse. “Lo vi en una nota en Canal a y anoté su página web. Me metí, escuché lo que hacía y le mandé un mail al toque. Me respondió, vino a zapar a la peña eléctrica y enganchamos.” Farez, baterista de la banda de Iván Noble, se incorporó a los pocos meses. Y los cambios se notaron de inmediato: los aportes de Camilo y Gerardo transformaron lo ambiental y tímbrico de los discos iniciales en las melodías concretas y la potencia instrumental que muestra Viajante. “Igual, creo que ya superamos esa instancia. Hoy por hoy, la banda es mucho más fuerte que lo que revela el disco”, aclara Martinelli. Tercia Farez: “El proyecto se basa en la regeneración de cosas nuevas. Los temas viejos son rehechos por emociones nuevas, o más hipnóticas. Los temas se reciclan”.

–Hay una movida emergente de neofolklore que está teniendo una gran popularidad: Arbolito, Semilla, Imperio Diablo... ¿Ustedes se sienten parte del centro o, más bien, se paran en los márgenes?

L. M.: –Voy a tratar de moderarme (risas). La verdad es que pertenecemos a los márgenes, pero no lo padecemos para nada, porque para salir de esos márgenes tenés que hacer una serie de concesiones artísticas que no nos interesa hacer. Si para llegar a otra cosa tengo que ponerme a cantar tal clásico, no me interesa. Ultimamente veo que hay propuestas que están creciendo en lo folklórico, pero las veo con cierto escepticismo, con dudas. Nosotros no estamos tratando de ganar plata con esto. Tenemos un grupito de gente que nos viene a ver siempre, y le pone unos huevos bárbaros..., son como agitadores profesionales (risas) y con eso nos alcanza. Es una onda de bajo egocentrismo. Es cierto que uno hace música con la idea de conectarse, si no sería como hablar solo, pero no a cualquier precio. Nos interesa conectar con gente a la que le interese vibrar por el mismo lugar, ¿no? Digo, es cierto que está lleno de propuestas, pero nosotros no pulseamos.

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El grupo actuará el 3 de septiembre en el Limbo Fest, junto a Gaby Kerpel y Doña María.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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