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Lunes, 28 de diciembre de 2009

MUSICA › ENRIQUE BOCACCIO, JUAN GALLINO Y EL DISCO AL TOQUE

Un dúo que juega con las fronteras

Músicos con formación académica, grabaron un CD que incluye desde clásicos del tango y el folklore hasta canciones de los Beatles, Charly y Spinetta. “Este era el momento en que nos podíamos dar el gusto de hacer temas aplicando el conocimiento y el corazón a la vez”, dicen.

 Por Cristian Vitale

Enrique Bocaccio tiene 53 años y egresó hace 30 del Manuel de Falla. Es profesor superior de música y, como plus –formado por Abelardo Veiga–, experto en música de cámara. Ha transcripto y arreglado piezas de distintos períodos musicales –desde el siglo XVI hasta hoy– y girado por buena parte del globo llevando su impronta. Interpretó a John Dowland, Bach, Domenico Scarlatti, Antonio Vivaldi, Astor Piazzolla o Leo Brouwer, pero también a Spinetta, Charly García y los Beatles, y los festivales de Friburgo, Estocolmo y Uppsala han contado alguna vez con su presencia. Lleva grabados un casete (Diálogo, 1990) y tres CD: Hecho a mano (1998), Café para dos (2004) y el flamante Al toque. Hay, entre ellos, versiones para “dos” guitarras de Mariano Mores (“El firulete”), Cobián y Cadícamo (“Los mareados”), Jaime Dávalos (“La Nochera”), Gerardo Matos Rodríguez (“La Cumparsita”), Horacio Salgán (“A fuego lento”) o de guitarristas “estrella” de Academia como el paraguayo Agustín Barrios (“Danza paraguaya”) o Máximo Diego Pujol (“Palermo”). Ha cumplido, este año que termina, 30 velas de dúo junto al otro yo que explica la mitad faltante. Juan Gallino, cuatro años menor que él, no es el mismo, pero es su par. “Teníamos ganas de tocar las cosas que nos representan, que tengan que ver con nuestra historia. La guitarra eléctrica, nuestra adolescencia. ¿Por qué no podemos con algo de Spinetta?, ¿porque salimos del conservatorio? No es así, y éste era el momento en que nos podíamos dar el gusto de hacer temas aplicando el conocimiento y el corazón a la vez”, explican ambos.

El foco está puesto en Al toque, el lindo disco de catorce piezas instrumentales que, como relatan, no se encierra en el hermético mundo académico... se abre sin caerse. Gallino y Bocaccio, que ya habían incursionado en la veta tanguera de la música popular, recurrieron a “Here, there and everywhere” y “Penny Lane”, dos gemas de los Beatles –la primera arreglada por Carlos Ravazza, la segunda por Leo Brouwer y el mismo Gallino–, armaron un paquete con Spinetta y García (“Muchacha”-“Seminare”) y lograron saltar el cerco de “hacer música para...”. “Digamos que el hilo conductor del disco fue armar un repertorio no ‘difícil’. No necesariamente para guitarristas, porque a veces ocurre que los guitarristas hacemos discos para colegas, y entonces todo circula entre nosotros: ‘Qué bien toca éste, qué bien el otro’, pero no trasciende para otra gente. Acá buscamos un disco cuya característica principal sea que no haya que tener una preparación previa”, explica Bocaccio, y sigue Gallino: “Claro, porque el trabajo de hacer la música nos toca a nosotros, y que la gente disfrute sobre la base de lo que uno puede llegar a tener en conocimiento o de técnica, de versiones diferentes y en algunos casos muy populares, como ‘Muchacha’ o ‘Seminare’, o también ‘Zita’, de Piazzolla, un tema que teníamos pendiente porque lo habíamos escuchado por otros dúos de guitarra clásica, pero no había versión impresa. Recurrimos a la partitura de Astor, trabajamos mirando en YouTube a gente que lo tocaba, escuchamos a él con el quinteto y armamos la nuestra.”

–El prejuicio de no poder hacer un tema de Spinetta si se sale de un conservatorio huele añejo... ¿por qué cabe aún remarcarlo?

Enrique Bocaccio: –Hay una apertura más grande... pero cuando nosotros estudiábamos en el conservatorio, si vos osabas tocar Piazzolla eras cuanto menos expulsado. Eran los ’70 y había un repertorio académico, rígido, que no te daba margen para salir y eso, de alguna manera, nos marcó.

Juan Gallino: –Hasta que en los ’80 fueron apareciendo autores de distintas tendencias y, sobre todo, nuevos profesores o concertistas que empezaron a viajar, a asimilar cosas, y a valorizar más lo de acá... Entonces, Piazzolla triunfaba afuera y, si triunfaba afuera –¡y encima en París!–, malo no podía ser. También se empezaron a arreglar temas folklóricos, a reproducir versiones de los Beatles, como las de Brouwer, que para ellos es el compositor y guitarrista cubano más importante del siglo XX. La conclusión es que se puede tocar de todo y es algo que, al mismo tiempo, te mejora la calidad musical y la técnica.

–Y la llegada al público también pasa por una cuestión profesional.

E. B.: –Este CD es como una celebración, se puede compartir con todo el mundo. Hay temas originales para dos guitarras como “Llanos”, del compositor clásico venezolano Alfonso Montes, que toma los temas típicos de los llaneros venezolanos, los imita con la guitarra, y después toma específicamente la llanera. Y también el “Chamamé en Mi” de Walter Heinze, un tipo totalmente consustanciado con el Litoral.... en fin.

Bocaccio y Gallino, que siguen dando clases en el De Falla, armaron el dúo cuando, precisamente, el objetivo era dar la cátedra de música de cámara. Ahí se hicieron amigos y el resultado temprano fue el más común entre los dúos. “Hacíamos cosas de otros dúos que marcaban el camino en el momento, como Martínez-Zárate, los hermanos Abreu, los Asad... hasta que el hecho de tocar afuera nos hizo revalorizar la música argentina, lo genuino. Recurrimos a los arreglos de tangos conocidos, a las obras originales para dos guitarras que abrevaban de la cultura nuestra. La primera vez que fuimos a Europa, en 1995, llevamos un programa largo que consistía en una primera parte de compositores clásicos europeos, y una segunda de argentinos y latinoamericanos. Y veíamos que la gente, si bien aplaudía en la primera parte, en la segunda morían por Piazzolla, por nuestro tango. Ahí cambiamos la idea del repertorio”, dicen.

–¿Nunca se les dio por incluir voz en las canciones?

E. B.: –No... por la salud de la gente que nos escucha, mejor no (risas).

–¿Gravita también el riesgo de hacer una versión de “Muchacha” sin la voz de Spinetta o es relativo?

J. G.: –Es difícil, sí, es como cantarle un tema a Serrat, ¿no? Pero además al ser instrumental no estás comparando voces... estás escuchando la melodía, y eso es muy intenso, porque la podés cantar internamente sin necesidad de escuchar al otro.

E. B.: –Incluso cuando hacemos “Muchacha” o “Seminare”, la gente las canta en voz baja para no taparte. Y discretamente, porque no deja de ser un concierto de música de cámara, pero es algo que no pasa con ninguna obra.

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“¿Por qué no podemos con algo de Spinetta?, ¿porque salimos del conservatorio?”, plantean.
Imagen: Pablo Piovano
 
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