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Lunes, 30 de enero de 2006

MUSICA › COSQUIN ROCK

Noche de glamour y mucha adrenalina

Babasónicos, Catupecu Machu y Arbol fueron lo más destacado de una jornada con mucho movimiento en el Vip. El festival terminó anoche con un tributo a Pappo.

 Por Cristian Vitale
Desde Comuna San Roque

“¡Ay, Agus... son los Babas. ¡Vamos! Sorry, ¿dale?!” El gritito con modulación histérica de una promotora de Vip alerta a su amiga –y a todas sus amigas– de que las estrellas han llegado, por fin, a Cosquín. Agus, Grace y Pili, que las habían esperado tanto, tardan un segundo en enrollar un folleto de marketing y marcan el tempo de Carismático, con el folleto impactando en sus manos. Atrás, las sigue una maraña de chicas, de esas a las que Billy Bond les hubiese compuesto Salgan al sol tranquilamente. Todas ellas acuden juntas y aniñadas a ver a su ídolo. Y ya en Puesto, cuando Dargelos canta Soy Hermoso, ocupan en masa los lugares privilegiados del Vip para desmayar, sin que se note. Inevitable –y sin desperdicios– recordar que tres días antes una de ellas había dicho de Skay: “Mirá, va a hacer un tema de Tevez”, cuando el ex Redondos había dicho: “Gracias a todos ustedes”. De antología. Estas niñas, ansiosas por salir en televisión o fotografiarse en Caras al lado de algún famoso, marcan un parámetro insoslayable. Eso sí: Babasónicos logró defender muy bien lo que su último CD, Anoche, sembró como mejor disco del año.

En cuanto a Miranda!... la misma escena contada al comienzo, las mismas chicas y la misma histeria para disfrutar de un grupo cuyo fuerte no está en el contenido sino en las formas. Miranda! es eso. Llena un Vip de festival, y da letra para que las pequeñas modelos cuchicheen acerca de la vestimenta de Juliana Gattas, el despliegue de Ale Sergi, la guitarra de Lolo, los músculos del algún teenager y cosas que van por la superficie. Profundidad... cero. Y ruptura menos. Ruptura fue Virus y su pop contracíclico en los ’80. O Sumo, más tarde. O algunas bandas presentes, con cierto sonido nuevo que mostrar. Sin ir más lejos, algunas de las que tocaron el sábado en el escenario indie del Cosquín Rock. Un poco Fantasmagoria, con su intrincadísima manera de chocar al rock barrial con la sensibilidad hardcore devota de Fun People. O –por qué no– Estelares. Los platenses, motorizados por la pluma urbana de Manuel Moretti y un ensamble guitarrero impecable, dieron el mejor show de la cuarta noche. Imposible abstraerse de las historias que Manuel extrae de las calles y procesa para devolverlas, a veces celestes –Cupé Roja–, a veces terrestres –De La Hoya–, pero siempre conmovedoras. Musicalmente, el cuarteto deslumbra. Y cómo. Porque la furia de las guitarras es moderada, porque las melodías sostenidas pegan justo, emocionan. También es un goce externo, porque es música que se baila. Una mezcla sutil, despojada de intenciones superfluas. Exacta.

Tampoco fue superfluo el tributo a Pappo, que su hijo Luciano adelantó un día. Lovorne, su trío pesado, se despachó con dos versiones de Pappo’s Blues –Fiesta Cervezal y El hombre suburbano, solo incendiario de Pappo hijo incluido–, una de Black Sabbath –Paranoid– y temas propios, como El borracho. Una rareza fue Lovorne en un escenario dispuesto para otra cosa. Al menos en términos de decibeles. Rocanrol con Motor Loco, la banda del ex Viejas Locas, Fachi; Guasones; El Bordo –grupo que promete y cumple–. Y La 25, que cerró con mejor suerte que el pasado jueves el escenario temático. Tributo adelantado a Pappo hubo también en el escenario principal, donde Pier remontó su show con Ruta 66 –que el Carpo recreó pero no creó, claro–, invitando a Miguel Botafogo. Arbol los precedió con un set movilizador. Buen recital. Distendido. Poblado de respuestas bromistas al Mono de Kapanga, que los había “apurado” la noche anterior –“No vayan a su pizzería, que vende muzzarella adulterada”–, dijo Edu Schmidt, entre risas. Lamentable que en la conferencia hayan tomado semejante bizarreada en serio. “¿Hay que explicar a esta altura que somos amigos, muchachos?”, tuvo que aclarar Martín Millán, el baterista de Arbol, después de 17 preguntas al respecto.Los de Haedo hicieron una hermosa versión –breve– de Eleanor Rigby, con violín y guitarra. Raptos de inspiración hubo además en temas ya instalados en el imaginario rocker. Little Dreams, Osvaldo, Enes y su vuelta militante de mantener la memoria de la dictadura, sin tomar al pogo como un hecho menor o contrastante; Vomitando flores; I shot the sheriff –de Bob Marley– y La Vida con su frase iluminadora: “La noche oscura no te deja mover/ El sol no brilla, pero hay que florecer”. Catupecu Machu, el momento que registró más gente en la noche –casi 18 mil personas–, dio un show contundente y concreto. La transpiración, con Fernando Ruiz Díaz y elenco, estuvo cerca del escenario y no en el Vip, donde la energía se trasladó después. Y ninguna niña paró de bailar, con pasos estudiados, coreografías simétricas y convencidas, todavía, de que Skay había tocado un tema de Tevez.

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Catupecu Machu convocó a unas 18 mil personas.
 
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